Sydney 2000 ATLETISMO

Tres saltos al vacío

Yago Lamela se queda sin final olímpica al no volar más allá de los 7,89 metros en la ronda clasificatoria

Siete metros y 89 centímetros fueron la mejor marca que Yago Lamela, el gran saltador de longitud español, pudo ofrecer ayer en su presentación olímpica. Un registro tan corto, tan triste, que supone la eliminación a las primeras de cambio del doble subcampeón mundial y de una de las tenues esperanzas españolas de situarse en el podio. Una marca que apenas se acerca a la redonda de los ocho metros y con la que tampoco habría tenido acceso a la final de los Juegos de Moscú, allá por 1980. Un descarnado colofón a una temporada dura, muy dura, y recorrida a la pata coja. "Ha sido un desastre", re...

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El frío, ese enemigo

Siete metros y 89 centímetros fueron la mejor marca que Yago Lamela, el gran saltador de longitud español, pudo ofrecer ayer en su presentación olímpica. Un registro tan corto, tan triste, que supone la eliminación a las primeras de cambio del doble subcampeón mundial y de una de las tenues esperanzas españolas de situarse en el podio. Una marca que apenas se acerca a la redonda de los ocho metros y con la que tampoco habría tenido acceso a la final de los Juegos de Moscú, allá por 1980. Un descarnado colofón a una temporada dura, muy dura, y recorrida a la pata coja. "Ha sido un desastre", resumió el asturiano, un atleta poco dado al victimismo. Un final triste. Un final lógico.Pero se trataba también de una marca esperada. "Hemos intentado tapar los agujeros con parches, pero con eso no ha bastado", añadió Lamela. Lesiones, escasos entrenamientos, menos competiciones... Sólo una vez en todo el año se había sentido a gusto. Fue en Grecia, precisamente en la cuna olímpica, el pasado 30 de agosto. Entonces saltó hasta la distancia de 8,22 metros. Pero lo cierto es que sólo otras dos veces a lo largo del año superó la barrera de los ocho metros. Demasiado poco para el joven que en aquel 1999 mágico voló hasta los 8,56 un par de veces y pasó de los ocho en 16 ocasiones; para quien días atrás, quizá para darse ánimos ante tanta contrariedad, creía que podría coquetear con los 8,40. "No sean duros con él, por favor; no sean duros", pidió el cubano Iván Pedroso en un gesto que le honra.

Mañana nublada y ventosa. Desapacible, aunque sin lluvia. El salto, a las 10.45. Una tortura. Frío en el aire, frío en el ambiente. "Así no hay quien salte a gusto", explicó Pedroso, el doble campeón del mundo; "la nuestra es una especialidad explosiva. Necesitamos calor".Frío, sí; ambiente desangelado. Viento irregular, sí, pero Pedroso, el gran favorito para la victoria en la final del próximo jueves (9.45, hora española), llegó a los 8,32 metros. Eso sí, necesitó tres saltos para asegurarse el pase, algo inusual en un atleta de su calidad y seguridad. Pero, al cabo, saltó el que más. Después se mostró muy cariñoso con Lamela: "No se desanimen con Yago. Es joven y tiene futuro. En una especialidad como el salto de longitud se necesita continuidad, poder entrenarse todos los días, competir lo necesario... No se desanimen, que seguirá ahí".

Sí, Lamela tiene 23 años y en los Juegos de Atenas cumplirá los 27. Pero la cantidad de lesiones que le han acosado en los últimos meses es un síntoma preocupante, tanto como para frenar la progresión de aquél a quien casi todos los técnicos consideran el mejor saltador blanco.

Con todo, Lamela no es el único de los grandes que se ha quedado sin aspiración alguna. También cayó eliminado el jamaicano James Beckford, plata en Atlanta, que llegaba con una mejor marca esta temporada de 8,42 metros y que no pasó de 7,98. Y también se quedaron cortos otros finalistas en la cita mundial de Sevilla, como el esloveno Cankar, el belga Nys, el marroquí Mudrik y el saudí Al-Sabee. Es más, el próximo jueves sólo dos de los finalistas de los Campeonatos del Mundo de 1999 pugnarán por el oro olímpico: Pedroso y la gran esperanza australiana, el polémico e histriónico Jai Taurima, cuarto en Sevilla, el mismo blanco que dijo que en el frío de Sydney los negros lo iban a tener complicado para saltar bien. Ayer tres de ellos quedaron por delante de él.

Entre ellos sólo hubo un norteamericano, el sobrio Dwight Phillips. Fue de tal tamaño el desastre de los saltadores del país que ha dominado el olimpismo desde los tiempos de Owens, Boston, Beamon, Williams y Lewis -no ha ganado la longitud ningún norteamericano desde 1964, exceptuando los boicoteados Juegos de Moscú- que Michael Powell, el plusmarquista mundial (8,95 metros), recién retirado, reflexionaba en voz alta en la tribuna del estadio: "Viendo esto, no les extrañe que vuelva a la pista y vean a un norteamericano de 40 años ganando el oro en Atenas".

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