Reportaje:

Media vida en busca de justicia

"No quiero pan ni pensión, sólo busco justicia". Ésta es la lucha de Joaquín Gil Carrasco desde hace 28 años, cuando un cabo de la Guardia Civil le descerrajó por error siete disparos en la pierna derecha. Una lucha que se convertirá hoy en victoria cuando le comuniquen, por fin, la sentencia del consejo de guerra que se celebró entonces, una notificación que lleva esperando 27 años y sin la que no ha podido ni pedir una pensión de invalidez por la posterior amputación de la pierna herida.Joaquín tiene 60 años. El 29 de septiembre de 1972 tenía 32, era viudo y criaba a dos niñas de seis y cuat...

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"No quiero pan ni pensión, sólo busco justicia". Ésta es la lucha de Joaquín Gil Carrasco desde hace 28 años, cuando un cabo de la Guardia Civil le descerrajó por error siete disparos en la pierna derecha. Una lucha que se convertirá hoy en victoria cuando le comuniquen, por fin, la sentencia del consejo de guerra que se celebró entonces, una notificación que lleva esperando 27 años y sin la que no ha podido ni pedir una pensión de invalidez por la posterior amputación de la pierna herida.Joaquín tiene 60 años. El 29 de septiembre de 1972 tenía 32, era viudo y criaba a dos niñas de seis y cuatro años. De profesión campo, según figura en la documentación de la época, este vecino de Los Barrios (Cádiz) volvía a su casa, pasadas las nueve de la noche, junto a su primo, por la carretera de Jerez-Los Barrios.

Venían de encerrar a varias cochinas de su propiedad en una finca cercana. De repente, de la cuneta salió una pareja de guardias civiles que les dio el alto. Joaquín recuerda que no escuchó los disparos y cuando quiso darse cuenta estaba tendido en la carretera con la pierna derecha ensangrentada. El cabo primero que dirigía la pareja, José Caballero Sánchez Zapillo, declaró posteriormente que esperaban a unos furtivos, que al dar el alto tropezó y que el fusil se le disparó. Del tropezón, siete balas acabaron en la pierna derecha de Joaquín y una octava en el tobillo de la izquierda.

Joaquín fue trasladado al hospital Mora de Cádiz en el primer vehículo que apareció en el lugar, un seiscientos. Estuvo ingresado casi un mes. Mientras, la misma noche de los disparos, el destacamento de la Guardia Civil de El Jautor, dependiente de Alcalá de los Gazules y al que pertenecían los agentes, fue completamente desmantelado, según contaron a Joaquín sus vecinos.

A la semana del suceso, el 6 de octubre, le fue amputada la pierna derecha a la altura del primer tercio del muslo. Quince días después, le dieron el alta. A partir de ese momento empieza la parte más dolorosa de su historia. "En un año no llamó nadie para preguntar por mí, explicarme cómo iba la investigación y si habría juicio o no".

El 14 de septiembre de 1973, aburrido de ser ignorado y movido por un razonamiento contundente, Joaquín se fue a La Coruña a ver a Franco, que pasaba unos días de vacaciones en la ciudad. "El general era quien más rápido podía solucionar este tema", dice.

El dictador no le recibió, pero las reclamaciones de Gil Carrasco sí fueron escuchadas por el entonces ministro de la Gobernación. "Me recibió Arias Navarro en el cuartel de la Policía Armada de La Coruña", cuenta Joaquín, "escuchó mi historia y me dijo que me dirigiera de su parte al capitán general de la Región Militar Sur".

Obediente, Joaquín Gil Carrasco se presentó en Capitanía en Sevilla al día siguiente, el 16 de septiembre. Y la recomendación que traía debió funcionar, porque el mismo día 18 fue fijada la fecha para el consejo de guerra contra el cabo Sánchez Zapillo, que se celebró en Algeciras el 3 de octubre. Durante la vista, Joaquín no fue autorizado a hablar en ningún momento.

El mismo día de su celebración, el consejo de guerra dictó sentencia. El fiscal militar y el defensor del cabo primero le dijeron a Joaquín que se fuese tranquilo a casa, que recibiría una indemnización y una pensión, pero que, por su bien, se estuviera callado. Era el comienzo de la mayor paradoja de esta historia.

Siete años después, en 1980, cinco años después de muerto Franco, Joaquín, aburrido de esperar, se dirigió al Juzgado Militar de Algeciras. Por segunda vez, le dijeron que la sentencia estaba a punto de ser ejecutada. Unos meses después, el citado juzgado desapareció por una reforma legal.

La historia de Joaquín llegó al abogado sevillano Carlos Feijoo a principios de 1999. El letrado no terminó de creerse el asunto hasta que consiguió hacerse con la documentación del consejo de guerra. Entonces, con los papeles por delante, decidió ayudar a Gil Carrasco. Interpusieron una reclamación administrativa contra el Ministerio de Defensa en la que exigían que, de una vez por todas, la sentencia fuese notificada y que, además, se pagase una indemnización de 125 millones de pesetas a Joaquín por los daños sufridos desde entonces.

Ha costado año y medio, pero hoy, a las diez de la mañana, por fin será leída a Joaquín Gil Carrasco la sentencia firmada el 3 de octubre de 1973. La indemnización puede tardar, según Feijoo, hasta 10 años más.

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