VUELTA 2000 17ª etapa

Tiempo de desfiles

Roberto Heras pasea su 'maillot' oro durante dos días por Salamanca

Librada la gran batalla, es tiempo de desfiles. Llega el momento para que Roberto Heras entre en territorio de Salamanca, su tierra, y durante dos días reciba aplausos, gritos de euforia, abrazos, arrumacos, homenajes. Todo eso que espera a un héroe en su regreso a casa. Ni programado se habría organizado mejor. Justamente el día siguiente al Angliru, al de su coronación como hombre de grandes vueltas, Heras se adentró en Salamanca. Hasta el domingo no podrá decir que es campeón, pero ya que este año se ha sustituido la relajante etapa final por una contrarreloj -la antítesis para Heras de una...

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Librada la gran batalla, es tiempo de desfiles. Llega el momento para que Roberto Heras entre en territorio de Salamanca, su tierra, y durante dos días reciba aplausos, gritos de euforia, abrazos, arrumacos, homenajes. Todo eso que espera a un héroe en su regreso a casa. Ni programado se habría organizado mejor. Justamente el día siguiente al Angliru, al de su coronación como hombre de grandes vueltas, Heras se adentró en Salamanca. Hasta el domingo no podrá decir que es campeón, pero ya que este año se ha sustituido la relajante etapa final por una contrarreloj -la antítesis para Heras de una jornada desahogada- el desfile del ganador se adelanta unos días.Ayer saboreó el primer plato. Subió al podio, como cada día, y encontró más griterío que nunca. Tenía a muchos conocidos a su alrededor, incluso a Agustín Tamames, el último salmantino en ganar una Vuelta a España, en 1975. Hoy, en la salida de Béjar, en su casa, no faltará nadie. Será el plato fuerte. A él, el alboroto no le descentra. Al contrario. Asegura que le reconforta. Pero será una ración larga de agasajos, que terminará mañana, otra vez en Salamanca. La despedida al campeón local. El hasta pronto. Porque por delante sólo le quedarán dos días con el liderato provisional, paseando su maillot oro, a juego con el verde del pantalón. Dos colores que se han combinado poco en la historia del ciclismo, pero que se han puesto de moda.

Como pura moda es privar a los sprinters de su medio natural en esta Vuelta. Salamanca no fue una excepción. Ésta no es una carrera para velocistas. Desde que terminó la primera semana, y Freire se apropió del protagonismo, sólo sufren. Unos días porque la carretera se inclina mucho, tanto que sus piernas musculadas y sus corpachones se quedan clavados en las cuestas. Otros, como ayer, porque por mucho que se empeñen en cazar a los fugados se ven incapaces. Los sprinters han llegado tan fastidiados a esta última semana que han llegado a la conclusión de que la única manera de ganar una etapa pasa por intentar ellos mismos la escapada. El ciclismo al revés.

El grupo de ayer reúne esas condiciones: Baldato, un ex sprinter que cotiza a la baja y que para ganarse la vida tiene que lanzar ahora a Petacchi; Conte, el lanzador de Cipollini; Zanotti, un sprinter revalorizado que ha vuelto a ganar carreras en profesionales después de un año descendido a aficionados porque nadie lo quería; Pedro Díaz Lobato, el ciclista más rápido del Fuenlabrada, pero que rodeado de cuatro galgos italianos no tenía nada que hacer; y Davide Bramati, un corredor veterano (32 años), un hombre rápido en las llegadas, que ha entrado en la última semana de competición con fuerzas de sobra.

Bramati se sentía menos rápido pero más fuerte que los demás. De modo que saltó a falta de dos kilómetros. Y ganó con más facilidad de la que pensó. Bramati abrió la marcha. Por detrás, llegaron sus compañeros y, a menos de un minuto, el desfile de todo el pelotón, rindiendo honores a Heras

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