VUELTA 2000

El mejor Ullrich en la Vuelta más breve

La 55ª edición de la carrera empieza mañana con el alemán de favorito, un recorrido acortado en 700 kilómetros y un prometedor plantel de corredores españoles

La Vuelta a España se ha reinventado a sí misma. No es que sea una novedad, no. De hecho, ya empieza a sentirse como una necesidad. Cada año parece abocada a una catarsis, y a salir de la trituradora con alguna revolucionaria novedad. Primero (hace cinco años) se inventó el salto en el calendario hasta septiembre, algo ya consolidado, aunque este año los Juegos Olímpicos hayan obligado a una ligera anticipación: la Vuelta se correra entre el 26 de agosto y el 17 de septiembre. Luego, en la pasada edición, se descubrió el Angliru, una pared más que una montaña, aunque pese a todo no trajo consi...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

En pos del espectáculo

Más información

La Vuelta a España se ha reinventado a sí misma. No es que sea una novedad, no. De hecho, ya empieza a sentirse como una necesidad. Cada año parece abocada a una catarsis, y a salir de la trituradora con alguna revolucionaria novedad. Primero (hace cinco años) se inventó el salto en el calendario hasta septiembre, algo ya consolidado, aunque este año los Juegos Olímpicos hayan obligado a una ligera anticipación: la Vuelta se correra entre el 26 de agosto y el 17 de septiembre. Luego, en la pasada edición, se descubrió el Angliru, una pared más que una montaña, aunque pese a todo no trajo consigo la épica que de ella se esperaba. Ahora, la última innovación de la Vuelta es el cambio de kilometraje. Adiós a las jornadas maratonianas. El ciclismo moderno, entienden los organizadores de la carrera, debe ser light, concentrado. Es decir, para qué asustar a los ciclistas con etapas de 250 kilómetros si del escalofrío que les produce no empiezan a entrar en acción hasta el último tramo. Así que, tijeras en mano, España se puede recorrer en 2.893 kilómetros (casi 700 menos que el año pasado).Para encontrar un trazado tan resumido hay que descender a las catacumbas de la Vuelta, allá por 1977, cuando un intratable Freddy Maertens convirtió la carrera en un coto privado a lo largo de 2.785 kilómetros, con sus 13 victorias de etapa en medio de fundadas sospechas por la impureza de su sangre. Esta vez el recorte busca, precisamente, un objetivo totalmente opuesto: favorecer la recuperación de los ciclistas y el juego limpio en general. En definitiva, espectáculo en cada metro de carretera.

Estos debates, no obstante, nacen viciados. Porque la carrera no es ni más ni menos dura por su kilometraje -sólo en una pequeña proporción-, sino ante todo por las ganas de los deportistas de endurecerla o suavizarla. Puestos a hablar de modernidad, un ejemplo reciente: una de las etapas más memorables del último Tour tenía casi 200 kilómetros (con final en el Joux Plane) y lo mejor sucedió en el primer puerto, Saisies, aparentemente menor, cuando Pantani murió matando con un ataque descabellado en el kilómetro 67. El espectáculo aparece donde quieren los protagonistas.¿Y quiénes serán los protagonistas de esta Vuelta? Candidatos hay muchos, y también un defensor de la corona a quien todos miran: Jan Ullrich. El alemán no tomará la salida mañana en Málaga en las mismas condiciones que el año pasado en Murcia, de puntillas y fingiendo como que la cosa no iba con él. Primero, porque el triunfo del 99 le obliga. Segundo, porque su mes de agosto ha evidenciado lo que ya se sabía. Que su preparación invernal fue ridícula y que ha cogido la forma con un mes de retraso. Por eso tardó tanto en ponerse a la altura de Armstrong en el Tour, y por eso lleva un mes de agosto tan soberbio (ganó la Copa Agostoni y acabó segundo en Zúrich). Y se le espera en la Vuelta con su mejor cara. A punto para estrenar su reciente ascenso al número uno en la clasificación mundial. Este Ullrich está desconocido. Llega con estruendo y pose de campeón.

Eso tiene la Vuelta. Al ser la carrera escoba entre las tres grandes sirve, además de escenario de las tradicionales peleas entre españoles, para que algunos extranjeros expíen los pecados de la temporada. A ese purgatorio han mandado a Zülle -algo desanimado-, Simoni, Gotti -dos productos del Giro que llegan en blanco-, Tonkov, Virenque, Dufaux...

Entre los españoles, el surtido es más variado que nunca. Están los de siempre (Olano, Escartín, Jiménez...) y también la nueva generación, algunos de cuyos representantes ya están adelantando a sus maestros: Igor González de Galdeano, Heras... Otros se estrenan aquí, buscan la consagración: Zubeldia, Freire, Sevilla, Osa.

Muchos nombres, tantos que será difícil echar de menos a los ausentes. Los tres más acusados son Armstrong y Pantani, saciados con el Tour, y Joseba Beloki, a quien la fisura en el costado que se produjo en Francia se le ha abierto hasta el punto de impedirle participar. En realidad, menos ausencias de las habituales. Baste un dato: de los once corredores que han subido al podio en la Vuelta desde 1995 habrá ocho presentes en la salida de Málaga. Sólo faltan dos retirados (Rominger y Bruyneel) y uno por causas especiales, Jalabert.

La Vuelta, aunque concentrada, mantiene el espíritu del último trazado. Mucha montaña (cinco llegadas en alto), con el Angliru como punto de referencia pero con otras citas ineludibles, como el regreso a los Lagos de Covadonga y el paso por Andorra, en Arcalís. Una buena ración de contrarreloj (89 kilómetros en total), repartida en tres dosis: la primera, mañana, para conceder el primer maillot de líder, la segunda en Tarragona (debió ser en Barcelona, pero hubo problemas de organización) y la tercera en Madrid, en la última jornada, lo cual supone romper con el estilo Tour de agasajo al campeón. Será un día más de trabajo. El resto, etapas llanas con una guinda: Mario Cipollini. Grandes reclamos para una Vuelta a España finisecular.

Archivado En