Savia sin descorchar

Para que la Vuelta y el ciclismo en general se regeneren no sólo se necesita introducir elementos que animen el espectáculo. También se necesitan piernas nuevas, savia joven. El año pasado, la ronda española vivió la eclosión de dos caras nacionales nuevas en el podio: Igor González de Galdeano (Vitalicio Seguros) y Roberto Heras (Kelme).El primero se ha preparado exclusivamente durante toda la temporada para la Vuelta, con los riesgos y las ventajas que entraña. Heras ya tiene el año casi solucionado, con su quinto puesto en el Tour. La Vuelta le puede proporcionar el salto de una tarjeta dig...

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Para que la Vuelta y el ciclismo en general se regeneren no sólo se necesita introducir elementos que animen el espectáculo. También se necesitan piernas nuevas, savia joven. El año pasado, la ronda española vivió la eclosión de dos caras nacionales nuevas en el podio: Igor González de Galdeano (Vitalicio Seguros) y Roberto Heras (Kelme).El primero se ha preparado exclusivamente durante toda la temporada para la Vuelta, con los riesgos y las ventajas que entraña. Heras ya tiene el año casi solucionado, con su quinto puesto en el Tour. La Vuelta le puede proporcionar el salto de una tarjeta digna a un balance completo.

Este año aún hay un número mayor de rostros, casi todos españoles, anónimos hace tan sólo un año y que llegan a la Vuelta en busca de un bautismo dorado. La mayoría se inscribe en la generación del 76. A ella pertenece la gran esperanza del Euskaltel, Haimar Zu-beldia, con tan pocos éxitos profesionales (ganó la Bicicleta Vasca de este año y terminó segundo la Dauphiné Libéré) como cualidades para deslumbrar. Ahora, por fin, sale al escaparate. En el mismo año nació el campeón del mundo, Óscar Freire (Mapei), recuperado ya de una larga lesión en la espalda, un hombre de indudable capacidad para carreras de un día y que también él participa por primera vez en una gran ronda de tres semanas. Quiere demostrarse que sus cualidades se pueden aprovechar más allá de las clásicas.

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También aparece, escondido pero con proyección, Óscar Sevilla, muy arropado por su equipo, el Kelme, detrás de un largo cartel de figuras. Y otro joven valor, alemán, también destinado a un papel secundario, Andreas Klöden, el subalterno de Ullrich, una copia casi idéntica de su jefe, con un físico muy parecido y unas cualidades para ser hoy un ayudante y mañana, muy pronto, un líder sólido. Esta savia joven que se descorcha en la Vuelta de 2000 se une a otros rostros menos nuevos, más conocidos, y sin embargo debutantes en la carrera.

El principal es el colombiano Santiago Botero, el rey de la montaña en el último Tour, un ciclista con una cuenta pendiente con la Vuelta. El año pasado, su problema natural con la testosterona -produce más de lo normal- le impidió tomar la salida cuando estaba a punto de hacerlo, concentrado ya como se encontraba en el hotel del Kelme. Este año, después de su deslumbrante actuación en el Tour, tiene la oportunidad de resarcirse.

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