"Si no he vuelto en dos horas es que estoy muerto"

Los buzos confían en recuperar hoy el cadáver del espeleólogo que se ahogó en una cueva de Burgos

El cadáver de Alfonso Antxia, 39 años, el mejor espeleobuceador de España, seguía flotando ayer, a 10 grados de temperatura y 61 metros de profundidad, (seis menos del lugar en el que murió) en una cueva acuática junto al río Arlanza, en el coto truchero de Covarrubias (Burgos). Buceadores de la Guardia Civil, bomberos y amigos especialistas llevan tres días tratando de recuperar su cadáver.No pueden. Sólo mediante un robot dirigido por ordenador han podido llegar hasta su cuerpo y subirlo ...

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Los buzos confían en recuperar hoy el cadáver del espeleólogo que se ahogó en una cueva de Burgos

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El cadáver de Alfonso Antxia, 39 años, el mejor espeleobuceador de España, seguía flotando ayer, a 10 grados de temperatura y 61 metros de profundidad, (seis menos del lugar en el que murió) en una cueva acuática junto al río Arlanza, en el coto truchero de Covarrubias (Burgos). Buceadores de la Guardia Civil, bomberos y amigos especialistas llevan tres días tratando de recuperar su cadáver.No pueden. Sólo mediante un robot dirigido por ordenador han podido llegar hasta su cuerpo y subirlo seis metros. Justo allí, a 61 metros y hasta los 58, hay una curva, un escollo de momento no salvado. Cuando el robot consiga subirlo esos tres metros, los buzos bajarán por él. Ahora nadie se atreve. No hay quien baje más de 60 metros. "A donde llegaba Alfonso no llegaba nadie", repiten sus amigos. Buzos franceses ofrecieron su ayuda, pero no será necesaria. Los españoles confían en poder sacar hoy el cuerpo.

Cuando se metió el sábado en La Fuente Azul, una galería que conocía muy bien, les dijo a sus compañeros: "Si no he vuelto en dos horas es que estoy muerto". "Era muy técnico, muy precavido y muy valiente", recordaba otro amigo. Cuando vieron que el tiempo pasaba y Antxia no asomaba su cabeza en la angosta entrada de la cueva supieron lo que había pasado.

Alfonso, bilbaíno, había hecho más de 600 inmersiones en galerías subterráneas llenas de agua: sifones, como las llaman los aficionados al espeleobuceo, un deporte relativamente joven, muy poco conocido. Aventureros que se consideran también "un poco científicos": trazan mapas de las cuevas subacuáticas que jalonan los ríos.

Lo hacen en oscuridad total. La linterna y nada más. Antxia había preparado la que fue su última expedición con inmersiones más cortas, para colocar bombonas de aire que le ayudaran a subir y limpiar el camino de posibles obstáculos. Su objetivo era bajar, palpando, y tocar el fondo de La Fuente Azul: 95 metros. Una distancia inédita.

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A partir de los 50 metros no hay mapa de la cueva. Es lo que quería completar Antxia. En las imágenes del robot amarillo de la Guardia Civil puede verse el cadáver, flotando boca abajo, con los planes topográficos existentes hasta ahora: llevaba dos copias, por si en el camino se le perdía una. También se distingue claramente el cable guía, un hilo grueso que llevan para saber luego cómo volver, por dónde han venido. Si lo pierden, la desorientación puede ser mortal. La cueva tiene una anchura media de cinco metros. En esa zona, de dos. Cuatro buzos se adentraron al anochecer para tratar de resolver la situación, sin éxito inmediato. Lo volverán a intentar hoy, cuando el robot suba el cuerpo a 58 metros.

La desolación sobria de los compañeros de Antxia se mezclaba todavía anoche, tres días después de la tragedia, con un respeto reverencial a la figura del muerto, "un maestro". También repetían las hipótesis: un enganchón o un desvanecimiento cuando subía. Nunca se sabrá si logró cumplir su sueño: llegar al fondo de La Fuente Azul.

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