Entrevista:CULTURA Y ESPECTÁCULOS

"Me aseguro de trabajar a fondo la parte emocional del baile"

Tenaz y rigurosa, puede con todo, clásico o moderno. Su técnica está considerada una de las más depuradas del planeta en la actualidad. El Royal Ballet, primera compañía británica, la ha fichado por la puerta grande. Hoy y mañana baila en Peralada como estrella invitada del Ballet de la Ópera de Berlín, y los días 1, 2 y 3 de septiembre hará Giselle en el Teatro de Madrid con el Ballet de la Comunidad, que dirige Víctor Ullate. Mientras tanto, filma su segunda película.Parece frágil. Es delicada y dulce como los seres románticos que mueren de amor y que ella borda sobre la escena. Va ve...

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Tenaz y rigurosa, puede con todo, clásico o moderno. Su técnica está considerada una de las más depuradas del planeta en la actualidad. El Royal Ballet, primera compañía británica, la ha fichado por la puerta grande. Hoy y mañana baila en Peralada como estrella invitada del Ballet de la Ópera de Berlín, y los días 1, 2 y 3 de septiembre hará Giselle en el Teatro de Madrid con el Ballet de la Comunidad, que dirige Víctor Ullate. Mientras tanto, filma su segunda película.Parece frágil. Es delicada y dulce como los seres románticos que mueren de amor y que ella borda sobre la escena. Va vestida a la última moda, con un discreto sentido del lujo y gusto de estrella. Tamara Rojo, con 25 años, despegó hace un lustro. Dejó Madrid y se marchó a buscar fortuna en el ballet inglés. La merecida gloria llegó pronto. Primero, tres portadas en The Times y la crítica rendida a sus pies haciendo alabanzas de sus dotes en las filas del English National Ballet.

Ahora, Anthony Dowell, director del Royal Ballet Covent Garden, la ha fichado, deslumbrado por su tesón y su voluntad. "No esperaba que me llamaran del Royal, pero no me costó ningún trabajo decidirme a aceptar la propuesta de Dowell, que ya me había dicho que estaba haciendo consultas con la administración para crear un contrato especial para mí. Esto sucedía al tiempo que mis relaciones con Derek Deane estaban muy tensas, estrenábamos La consagración de la primavera, de Kennett MacMillan, y mi ensayadora en esta pieza era Monica Mason, hoy primera profesora del Royal y para quien MacMillan creó esa obra. El día que estrenábamos en el Coliseum de Londres, en una sesión de fotos juntas, Monica me dijo: '¿Aún sigues interesada en venir a nuestra casa?'. Y yo dije inmediatamente: ¡Sí!". Y entonces aún no le habían propuesto la máxima categoría: "Iba a entrar como primera solista, si así lo aceptaba. Lo importante para mí era cambiar de aires y subir un peldaño. Pero Viviana Durante dejó la compañía y su plaza de etoile quedó libre".

Pero la carrera de Tamara Rojo tiene mucho de guión de cine. La entrada en el Royal se le adelantó, y ya a finales de julio hizo una Giselle en que llovieron flores y programas de los balcones: "Estaba bailando en Granada y me llamaron porque Darcey Busell no estaba bien de un pie para hacer la función de cierre de temporada. Pero en Londres, con todo el teatro vendido en base al nombre de la bailarina, es muy arriesgado y muy difícil hacer una sustitución acelerada. Y pensaron en mí, pues allí ya me conocen". De modo que la prueba de fuego de la iniciación ya pasó: "Mejor así. No tuve nervios. Cuando empiece la temporada en octubre debutaré con El lago de los cisnes, pero ya pasó ese primer día. Haciendo esa Giselle, me metí en el personaje y salió bien. Pero al final, cuando se cerró la cortina de terciopelo del Covent Garden y tuve que salir sola al proscenio a recibir los aplausos y los bravos y los flashes, la orquesta de pie, entonces sí se me aflojaron las piernas, entonces cobré conciencia del paso que había dado, y al entrar entre bambalinas me colgué del cuello de Peter Wrigth y le grité ¡Soy yo, lo he hecho yo y estoy aquí! Había llegado al teatro cuatro horas antes para maquillarme y prepararme".

A Tamara Rojo no se lo ponen fácil: primero hará El lago de los cisnes, y después, Ondine, de Frederick Ashton, un ballet marcado desde su estreno por Margot Fonteyn y que ha sido perla de grandes estrellas como Alessandra Ferri o Sylvie Guillem: "Y después, Cascanueces, y a continuación Romeo y Julieta. De alguna manera, creo que confían en mí".

Ahora la bailarina está haciendo una película con la BBC basada en un cuento de Hoffmann, el mismo que dio lugar al ballet Coppelia. "La iba a hacer otra bailarina, pero se lesionó. Y entonces el director, que es también coreógrafo, en cuento me vio me llamó y me dijo que debía hacer el protagónico, que necesitaba una muñeca. También trabajan Irek Mujamedov, Zenaida Yanovski [la bailarina canaria que también desarrolla con éxito su carrera en el Royal] y Adam Cooper, y me entusiasma el cine. Ésta es mi segunda experiencia con las cámaras, y el papel es difícil, lleno de matices dramáticos y de danza actual".

A Tamara Rojo le dicen con frecuencia que es una de las técnicas de ballet más perfectas del mundo: "Da miedo. Pues eso significa que lo tienes que demostrar cada vez que sales a escena. Yo nunca me he sentido en control de mi técnica. Siento que cada vez tengo que hacer más, aprender más. Siempre creo que hay partes de mi cuerpo que no controlo". Pero el baile de Tamara Rojo es emocional, nada frío: "Es que me aseguro de trabajar a fondo esa parte emocional. Las veces que he salido a escena creyendo que no estaba preparada mi parte emocional lo ha reflejado enseguida". Y el día que las cosas no salen bien: "No sólo no puedo dormir; no puedo vivir después de una mala función, no puedo ni hablar". Ahora Tamara Rojo tiene muy claro su futuro: "Tenía dos opciones: seguir en el English National, ser la reina del lugar y pasármelo bien, o dar el salto y trabajar con todas mis fuerzas. He elegido lo segundo, con todos sus riesgos. Voy a sudar la gota gorda, pero la calidad artística alta compensa".

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