ESPECTÁCULOS

CORRECCIÓN POLÍTICA EN SALZBURGO

Precedido por la oposición de Gérard Mortier a la entrada del partido de Haider en el Gobierno, el festival austriaco avanza sin grandes contestaciones. La guerra se vive más en los papeles que en los escenarios de la ciudad.

. Salzburgo está lleno de vacas. Vacas a topos, a rayas, a cuadros. Se hallan colgadas de las fachadas de las casas, en los parterres de las plazas, junto a las fuentes o en las esquinas de las calles. La amable ganadería, obra de un colectivo de artistas, simboliza muy precisamente la placidez con que se está desarrollando el festival de música más consagrado ...

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Precedido por la oposición de Gérard Mortier a la entrada del partido de Haider en el Gobierno, el festival austriaco avanza sin grandes contestaciones. La guerra se vive más en los papeles que en los escenarios de la ciudad.

. Salzburgo está lleno de vacas. Vacas a topos, a rayas, a cuadros. Se hallan colgadas de las fachadas de las casas, en los parterres de las plazas, junto a las fuentes o en las esquinas de las calles. La amable ganadería, obra de un colectivo de artistas, simboliza muy precisamente la placidez con que se está desarrollando el festival de música más consagrado de Occidente.

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Venía cargado de polémicas. La dimisión de Gérard Mortier en febrero, en oposición a la entrada en el Gobierno austriaco del partido de Jörg Haider, y su posterior decisión de permanecer en el cargo hasta terminar su contrato en 2001, quedan como un dato del pasado del que ya nadie parece acordarse. La inauguración el 24 de julio con Les Troyens, de Berlioz, obra nueva en la plaza como también lo era el hecho de que la interpretara la Orquesta de París y no los filarmónicos vieneses, titulares de la apertura en los últimos diez años, registró una mínima contestación.

Pero todavía queda una última fecha para reavivar las trifulcas: el 28 de agosto. El infatigable Mortier ha convocado para entonces una fiesta a favor de la democracia en la que la estrella invitada será Jack Lang, ex ministro francés de cultura y uno de los que convencieron a Mortier, junto con el filósofo Bernard-Henri Lévy y el compositor Pierre Boulez, de que permaneciera al frente de los destinos artísticos de Salzburgo ahora más que nunca.

Lo cierto es que todo ello ha provocado una carrera de corrección política que vive más en los papeles que en los escenarios de la ciudad, aunque es cierto que también en ellos ha habido sus más y sus menos. Por ejemplo, la sonada renuncia de Claudio Abbado a dirigir Così fan tutte, en desacuerdo con la provocativa puesta en escena de Hans Neuenfels.

¿Y los espectáculos? Por lo que llevamos visto hasta ahora, al nivel que se le supone a un festival puntero cuyo presupuesto roza los 7.000 millones de pesetas y sin las anunciadas rasgaduras de vestiduras. El miércoles, en la residencia arzobispal, se estrenó una Iphigénie en Tauride, de Gluck, de muy buena factura. El reparto vocal, encabezado por Susan Graham (Ifigenia), Thomas Hampson (Orestes), Paul Groves (Pílades) y Philippe Rouillon (Thoas), brilló a notable altura, y no le anduvo a la zaga el coro de la ópera de Viena. Desde el foso, el británico Ivor Bolton, frente a la orquesta del Mozarteum, llevó la partitura de manera precisa y vibrante. Por lo que se refiere a la puesta en escena, debida a Claus Guth, muy tranquila, la verdad. Al día siguiente se presentaba en la Feltsenreitschule, en versión de concierto, Medea, de Luigi Cherubini. En este caso a las voces principales (Medea: Angela Denoke; Jasón: Michael Schade) hay que ponerle algún reparo de adecuación. Pero la dirección de Charles Makerras ante la Filarmónica de Viena fue elástica y sabia como pocas veces es dado escuchar.

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