36ª Jornada de Liga

El Barça deja la Liga al Deportivo

La hinchada del Camp Nou abronca al entrenador y al presidente después de perder frente al Rayo Vallecano

Un primer adiós el miércoles a la Liga de Campeones y ayer otro adiós a la Liga. Ni Europa, ni Liga, ni Copa. Sólo un milagro podría alargar la vida al Barça y acercarle algún título. El Rayo, un equipo situado en tierra de nadie, se llevó ayer los tres puntos del Camp Nou y puso en bandeja el título al Deportivo, que recibe hoy al Zaragoza (el líder suma 64 puntos, frente a los 62 del Barça). Bolo, el delantero del Rayo, se bastó para aniquilar los últimos sueños de los azulgrana batiendo a Hesp en el arranque y en el final del partido. El Barça, entre medio, se arrastró como un alma en pena....

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Un primer adiós el miércoles a la Liga de Campeones y ayer otro adiós a la Liga. Ni Europa, ni Liga, ni Copa. Sólo un milagro podría alargar la vida al Barça y acercarle algún título. El Rayo, un equipo situado en tierra de nadie, se llevó ayer los tres puntos del Camp Nou y puso en bandeja el título al Deportivo, que recibe hoy al Zaragoza (el líder suma 64 puntos, frente a los 62 del Barça). Bolo, el delantero del Rayo, se bastó para aniquilar los últimos sueños de los azulgrana batiendo a Hesp en el arranque y en el final del partido. El Barça, entre medio, se arrastró como un alma en pena. El Camp Nou, harto de tanta desidia, de tanto disparate, dijo basta. La afición recuperó sus gritos de guerra de "¡fuera Van Gaal!" y "¡Núñez, dimisión!" y despidió al equipo con una atronadora pañolada. Parece casi un chiste preparar una noche mágica para el miércoles ante el Valencia.Van Gaal dijo el viernes que no tenía motivos para llorar y ya los tiene. Había intentado caldear el ambiente para transmitir presión al Deportivo y acabó en el disparadero. No oía gritos así desde que se jugó el puesto hace año y medio. El Barça, que sumó ayer su duodécima derrota en la Liga, pasó de colocarse líder a tirar la Liga y a sumirse en una crisis de proporciones inmensas. Fue otra vez un equipo pusilánime, confuso y desmotivado. Y el Rayo no hizo más que imitar a tantos otros: al Málaga, al Alavés, al Mallorca... Aplastado por la severa derrota en Mestalla, el Barça salió sin dar la menor impresión de que se jugaba la Liga, el último título al que posiblemente podían aspirar los azulgrana. Y además saltó al césped con el esquema otra vez desdibujado. Van Gaal volvió a imponer su criterio sobre el deseo del vestuario. Fue una victoria moral preñada de resentimiento que le acabó saliendo fatal.

BARCELONA 0- RAYO VALLECANO 2

Barcelona: Hesp; Puyol, Abelardo, Frank De Boer (Sergi, m. 70), Zenden (Dani, m. 57); Litmanen (Gabri, m. 65), Guardiola, Cocu; Simão, Kluivert y Rivaldo. Rayo Vallecano: Lopetegui; Cota, Hernández, Amaya, Alcázar; Pablo Sanz (Ferrón, m. 89), Helder, Poschner, Llorens (Michel I, m. 86); Bolo y Canabal (Luis Cembranos, m. 62). Goles: 0-1. M. 9. Llorens profundiza por la banda izquierda y su centro al área pequeña lo remata Bolo llegando desde atrás. 0-2. M. 87. Bolo remacha en el segundo palo una jugada a un toque entre Llorens y Luis Cembranos. Árbitro: Ansuategui Roca, valenciano. Mostró la tarjeta amarilla a Alcázar. Camp Nou: unos 55.000 espectadores. El equipo de hockey sobre patines ofreció a la afición azulgrana los títulos conseguidos esta temporada, el último, la Copa de Europa en Oporto.

Tras el desastre de Valencia, el técnico rescató su patrón preferido: desdeñó la defensa de tres y colocó a cuatro hombres, y obligó a Rivaldo a regresar al extremo en favor de Litmanen, que se adueñó de la media punta: una muralla defensiva sólo para frenar a un único delantero. No sirvió de mucho todo eso: Canabal se rifó de entrada a Frank de Boer y después Bolo no marcó de milagro. Todo eso en seis minutos. Y el mazazo llegó en otros dos. El Rayo desplegó un contraataque perfecto. Llorens se fue de Puyol y Bolo, solo, marcó.

Tuvo el Barça entonces unos breves minutos de lucidez con dos ocasiones de Rivaldo y otra de Litmanen. Pero Lopetegui, el portero del Rayo, mostró todo el aplomo que siempre le faltó en los años en que estuvo en el Camp Nou. Le costó al Barça encontrar el norte, la posición y la velocidad del balón. El equipo se fue amontonando. Y estorbando. Rivaldo se comía el terreno del finlandés. Luego se encontraba con Kluivert dentro del área. Todos muy juntos y el campo cerrado. Poca paciencia y muchos nervios. Quedaban sólo dos opciones: aguardar un centro de Simão -Figo sigue lesionado y Van Gaal castigó a Dani por perder un balón que acabó en gol en Mestalla- o asistencias al espacio muy complicadas de Zenden a Kluivert.

Pitos, silbidos, y la grada acabó perdiendo los nervios con un error mayúsculo de Frank de Boer. El holandés regaló el balón a Canabal y el media punta se fue directo hacia Hesp. La bronca fue estremecedora y duró casi cinco minutos. Van Gaal incluso hizo calentar a Déhu y pareció que iba a optar por el castigo. Pero no se atrevió a tocar a uno de sus preferidos. El público, eso sí, censuró al entrenador cuando por una vez se levantó del banquillo para dar instrucciones a Zenden, ayer reconvertido en lateral para ceder su plaza de lateral a Cocu. Todo menos apostar por Sergi. El Barça se fue apagando como una vela ante el muro que el Rayo construyó frente a Lopetegui. Sólo Kluivert buscó un gol de tacón. Nada más. El resto, pitos constantes por cualquier pérdida de balón y por la pasividad del árbitro ante algunas entradas.

Quizá todo pudo cambiar en la reanudación, pero el Barça siguió infinitamente espeso. Litmanen envió al cielo una asistencia de Kluivert y Rivaldo falló un contraataque. La Liga se iba y Van Gaal tuvo que retocar su libreta a la desesperada. Y retirar a tres de sus fichajes preferidos en medio de una salva de pitos: primero Dani, muy aplaudido, por Zenden; luego Gabri por Litmanen, despedido con otra bronca. Y luego una aún mayor: la que recibió Frank de Boer cuando le relevó Sergi. El Barça fue muriendo por inanición, con una pobreza de recursos extrema. Chuts desde lejos y vaselinas inútiles para despedir una Liga con una profunda tristeza. Bolo puso la guinda final y el Camp Nou, que intuye que este año será estéril, sacó el pañuelo, desató su furia ante tantas cosas arrojadas por la borda y pidió cabezas.

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