Hasta la afición tira la toalla

Llovió sobre Madrid y el Calderón se quedó con un hueco de unos 6.000 asientos vacíos. Pero los 50.000 aficionados del Atlético que casi inundaron el Manzanares vociferaron como si fuera la última vez que fueran a ver a los jugadores rojiblancos salir del túnel de vestuarios para jugar un partido crucial. Un mosaico de bandas rojiblancas de treinta metros se elevó hasta los baluartes del último anillo del estadio. En el mismo fondo sur, el Frente Atlético sacudió pancartas azules, cerrando la composición de un escudo gigante. Los mismos hinchas arreciaron al Barcelona con pitidos cuando saltó ...

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Llovió sobre Madrid y el Calderón se quedó con un hueco de unos 6.000 asientos vacíos. Pero los 50.000 aficionados del Atlético que casi inundaron el Manzanares vociferaron como si fuera la última vez que fueran a ver a los jugadores rojiblancos salir del túnel de vestuarios para jugar un partido crucial. Un mosaico de bandas rojiblancas de treinta metros se elevó hasta los baluartes del último anillo del estadio. En el mismo fondo sur, el Frente Atlético sacudió pancartas azules, cerrando la composición de un escudo gigante. Los mismos hinchas arreciaron al Barcelona con pitidos cuando saltó al campo. Era cuestión de amedrentar a un enemigo al que se suponía con sed de revancha después del 3-0 que recibió hace 20 días en el mismo escenario, en la Copa. Cuarenta minutos más tarde, los mismos aficionados rojiblancos enmudecieron debajo de sus paraguas. Y en el minuto 90 el grito era unánime en las 40.000 gargantas que se quedaron para ver el derrumbe hasta el final: "¡Jugadores mercenarios, jugadores mercenarios!".Después del primer gol del Barcelona, el de Sergi, el estadio se sumió en un silencio espectral bajo la llovizna, el humo de los petardos y las luces de los reflectores de mercurio. "Nunca estarás solo", rezaba una pancarta a lo largo de todo el gol sur. Pero por unos momentos, los hinchas debieron sentirse abandonados. Y pitaron a los suyos. Incluso pitaron a Kiko. Pitaron al emblema. Y pitaron a Antic de forma indirecta, reclamando la presencia de un hombre al que el entrenador serbio ha dado la espalda: "¡Hugo Leal!, ¡Hugo Leal...!". Fue un golpe a Antic. Si hace unas semanas el serbio recibía los cánticos del "¡Radomir te quiero!" como un héroe en el Manzanares, ayer muchos optaron por insultarle. O le pitaron a discreción, como a Valerón y Gamarra, los peores librados.

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Lo cierto es que Kiko, al igual que Valerón, vieron pasar el balón con desasosiego. Apenas participaron en la presión. Dejaron solo a Guardiola hacer de las suyas. El capitán azulgrana mandó el balón donde quiso y como quiso sin demasiados obstáculos por parte del rival. El Barcelona tuvo tres cuartos de campo para tocar con libertad y acercarse al área del Atlético, que cumplió a rajatabla la consigna táctica. "Vamos a jugar al contragolpe", avisó Aguilera el viernes. Y así jugó el Atlético, olvidando que el Barcelona remató a quienes como el Fiorentina o el Chelsea se atrincheraron en su campo. El Atlético ni siquiera supo aprovechar la ventaja que tuvo al jugar contra un Barça que no sólo no contó con Rivaldo y Kluivert. Figo sufrió una contractura en el primer tiempo y se retiró.

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