Un pacto con fecha de caducidad

Diez días tardaron en fraguarlo, y poco más en conseguir que desaparecieran hasta las cenizas. El pacto entre los socialistas e Izquierda Unida, protagonista de la campaña electoral del 12 de marzo junto al goteo de promesas del PP, ha tenido una de las historias más breves que se recuerdan en política.Joaquín Almunia había apostado muy fuerte por la que quedará como su iniciativa política más importante junto a la decisión de enfrentarse a unas primarias que perdió. Y por ello buscó, junto a Francisco Frutos, nuevo líder de hecho de IU, la manera de dar la mayor visibilidad a la alianza duran...

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Diez días tardaron en fraguarlo, y poco más en conseguir que desaparecieran hasta las cenizas. El pacto entre los socialistas e Izquierda Unida, protagonista de la campaña electoral del 12 de marzo junto al goteo de promesas del PP, ha tenido una de las historias más breves que se recuerdan en política.Joaquín Almunia había apostado muy fuerte por la que quedará como su iniciativa política más importante junto a la decisión de enfrentarse a unas primarias que perdió. Y por ello buscó, junto a Francisco Frutos, nuevo líder de hecho de IU, la manera de dar la mayor visibilidad a la alianza durante la campaña. Frutos era más escéptico, pero aceptó realizar hasta tres actos conjuntos, entre otras cosas porque sabía, como ha reconocido luego, que IU tenía poco que perder ante las pésimas expectativas electorales.

Durante toda la campaña, el pacto fue el eje del discurso de ambas fuerzas políticas. Mientras Frutos se cuidaba de defender los once puntos programáticos firmados, Almunia hablaba en todos los mítines del acuerdo que le llevaría a él y a "Paco" a La Moncloa. IU había adoptado esta estrategia sobre todo porque no tenía nada que perder y porque nada más comenzar la negociación, sus máximos dirigentes, y en especial Frutos, según éste ha reconocido, vieron que era la única posibilidad que tenían de salir del túnel en el que estaban metidos tras la debacle electoral de junio del 99. IU ha obtenido sólo ocho diputados y ha perdido la mitad de sus votantes, pero el análisis más extendido dentro de la coalición es que el resultado hubiera sido peor sin el pacto y que no se habrían alcanzado ni siquera los cinco diputados imprescindibles para formar grupo parlamentario.

La apuesta de IU estaba clara. Y también definitiva parecía, al menos por sus discursos, la de los socialistas. Pero ya entonces, en conversaciones privadas, los máximos dirigentes de IU reconocían que si los resultados electorales del PSOE no eran buenos -y acabaron siendo desastrosos-, lo más probable es que Almunia tuviera que retirarse y ocuparan el poder los que se mostraron desde un principio más escépticos con el pacto.

Ésa es otra de las claves de que la ruptura entre el PSOE e IU haya sido tan rápida y tan evidente. Mientras en IU han cambiado muy pocas cosas tras el cataclisma electoral y los anti-pacto siguen siendo una minoría englobada en torno a Espacio Alternativo y los más radicales del PCE, una de las consecuencias más directas de la crisis socialista es que se han aupado al poder los más críticos con la iniciativa de Almunia. En especial Manuel Chaves, líder de la actual dirección provisional socialista, que como presidente andaluz ha vivido en primera línea la llamada pinza entre el PP e IU y ha protagonizado una de las peores relaciones PSOE-IU de toda España en los últimos años.

Ha sido él quien ha dado el pacto por "roto", aunque nadie se ha atrevido a llevarle la contraria en este punto. Al revés. Tiene el apoyo explícito de otros barones, como el presidente extremeño, Juan Carlos Rodríguez Ibarra. Como mucho, algunos se limitan a recordar que la decisión definitiva sobre la política de alianzas del PSOE se tomará en el congreso de julio. Pero nadie alberga muchas esperanzas sobre un posible cambio de actitud con respecto a IU. Los dirigentes de la coalición confían sólo en los seguidores de José Borrell, quienes, según ellos, parecen dispuestos a defender al menos algunos de los puntos programáticos que acordaron ambas formaciones y luego vendieron con gran boato sus líderes durante la campaña electoral.

Los primeros síntomas de que la unidad de la izquierda había quedado mucho más rota de lo que se podía esperar los dieron las negociaciones para formar la Mesa del Congreso de los Diputados. Para IU era clave obtener un puesto, entre otras cosas porque su precaria situación económica hacía imprescindibles los ingresos que obtiene cada partido por tener un representante en la Mesa. Al final, se consiguió, pero hubo varios conatos de ruptura en los que los socialistas amenazaron con recurrir a la fuerza de sus 125 diputados.

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Poco después de esta primera pelea, significativa porque era la ocasión de demostrar que eran firmes y sinceras las nuevas relaciones entre ambas fuerzas que parecían haber nacido del pacto, surgieron más problemas. El más grave fue el jarro de agua fría lanzado por Chaves. Según el presidente andaluz, la alianza ya no tiene sentido porque se firmó para gobernar, y eso es algo que no se ha conseguido. Los responsables de IU admiten que los 11 puntos programáticos se pactaron para gobernar, pero argumentan que pueden ser aplicados sin problemas para hacer una oposición conjunta. Poco después del entierro del pacto anunciado por Chaves vino la formación del Gobierno andaluz. Nueva pelea. Resultado: los andalucistas vuelven a entrar en el Gobierno regional, Izquierda Unida se queda fuera y responde con una pequeña pataleta que consiste en simular una ruptura de negociacines y avanzar que votará en contra de la investidura.

La última de las peleas, anecdótica pero significativa del estado de las relaciones, se ha vivido por el reparto de los asientos en el Congreso. La Mesa pidió al PSOE e IU -se sientan en la misma zona- que se pusieran de acuerdo sobre el lugar que debían ocupar los ocho diputados de la coalición. Tampoco en esto han sido capaces de reproducir siquiera mínimamente el pacto de febrero. IU tendrá que conformarse con estar en la última fila, aunque no en el llamado gallinero.

A pesar de todos estos desencuentros, y de que no ha habido hasta ahora el más mínimo contacto telefónico o de otro tipo para restablecer las relaciones, la coalición sigue apostando por la unidad de acción de la izquierda. Tanto es así que Frutos lanzará un guante a los socialistas en el debate de investidura de mañana al ofrecerse para hacer una oposición conjunta.

Lo que mueve a IU a continuar apostando por la unidad no es, en todo caso, una cándida esperanza en que esta estrategia es la solución a todos los males que acechan a España. Según reconoció el propio Frutos en el último consejo politico federal, uno de los principales objetivos de su actitud es el de lograr que sea el PSOE el que pague el "peaje" de la ruptura. Después de sufrir durante años la imagen de la pinza con la derecha, IU no puede desaprovechar esta ocasión de oro para que los socialistas se lleven la fama de rompepactos.

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