RAÍCES

ASÍ HABLA... Javier Torres Vela Un andaluz proporcionado y armónico

Este unánime presidente del Parlamento de Andalucía, matemático en excedencia y cocinero de fines de semana, parece haber encontrado la fórmula o la receta mágica de un andaluz proporcionado y armónico, apto para la tribuna. Una pizca de esto, un puñaíto de lo otro, especias naturales y algún condimento artificial, sin que se note; algún secretillo y mucha paciencia en la cocción. El resultado, un manjar, si no demasiado apetitoso, a lo menos grato y digestivo. Veamos: En ehta sesión conhtitutiva de la sehta (legislatura), a loh primero que debo dar lah gracias es a loh ciudadano y ciudadanas-...

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Este unánime presidente del Parlamento de Andalucía, matemático en excedencia y cocinero de fines de semana, parece haber encontrado la fórmula o la receta mágica de un andaluz proporcionado y armónico, apto para la tribuna. Una pizca de esto, un puñaíto de lo otro, especias naturales y algún condimento artificial, sin que se note; algún secretillo y mucha paciencia en la cocción. El resultado, un manjar, si no demasiado apetitoso, a lo menos grato y digestivo. Veamos: En ehta sesión conhtitutiva de la sehta (legislatura), a loh primero que debo dar lah gracias es a loh ciudadano y ciudadanas-andaluce.De matemático es no equivocarse ni una sola vez en la pronunciación de la ese y la zeta, cada una en su sitio castellano, así como el unir la ese final con la vocal de la palabra siguiente en todas las ocasiones (les-animo, todos-ustede, más-ehperiencia). De cocinero en mixturas es, por contra, aspirar el plural en el artículo, pero no en el sustantivo (lah gracias), o al revés, cuando el sustantivo empieza por vocal (los-andaluce). Cierto énfasis elocutivo le lleva a veces a descuidar la norma andaluza, a adornar el plato en demasía, sobrecargando los plurales (las cosas), pronunciando consonantes últimas (libertad, igualdad, andaluz); o a dejarlo un poco soso, abandonando la aspiración en posiciones complicadas (autoesigencia, en lugar de autoehsigencia), o marcándola excesivamente en afektado, por afettado o afehtado.

Otras veces le sobra valentía en el aderezo autóctono: Máh Véber, por Max Weber, como si éste fuera un vecino del chalé de al lado, el que le prueba las paellas dominicales. De sabor nativo también y de vieja estirpe granadina es el vocalismo abierto -pero no demasiado-, y una jota intensa, de origen jaenense (Pozo Alcón) -pero no demasiado tampoco-.

A otro orden de cosas, por tratarse de nuestro primer tribuno, es inevitable referirse, aunque sea de pasada. Así, a la pura oratoria, palabra mayor y poco cultivada en estos tiempos. Se nota el esfuerzo, aquí también, de Torres Vela por encontrar fórmulas de compromiso, sacrificando la retórica a la eficacia. El resultado es, igualmente, de sabor discreto aunque sin brillantez, como si utilizara ese arroz que nunca se pega, pero que tampoco resalta las suculencias. Las tres o cuatro citas cultas se diluyen sin más, los recursos derivan en muletillas (varias veces dijo han tenido a bien), y el semantismo político de moda, como la base del sofrito, aparece por doquier: visualizar, reflexión, transparencia del poder, investirse de autoridad, demandas del ciudadano, recoger el sentir, y un largo etcétera de meras cebollas, ajos y pimientos.

Incluso de sal puede pasarse el guiso, al menor descuido, como cuando dijo: a nosotroh, loh ciento nueve diputadas y diputados, esto es, anteponiendo el femenino al masculino plural, cuando quien habla es un hombre. La cortesía política (que tampoco sé si agradará mucho a las feministas) hubiera obligado a mayor concordancia: a nosotras, las ciento nueve diputadas y diputados, de todo punto incorrecto cuando lo dice un varón. Pero, en fin, que ya es bastante con darle de comer a todos.

A. R. ALMODÓVAR

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