Una guardería de lujo

El Manchester, el club más rico del mundo, basa su éxito en una cantera minuciosamente organizada por Ferguson

La resurrección de un equipo de fútbol no depende de un crédito bancario sino de un puñado de muchachos, y esto lo sabe el Manchester por experiencia propia. El descenso de categoría a principios de siglo, el bombardeo de su estadio por la aviación alemana durante la Segunda Guerra Mundial, un accidente aéreo que arrasó con una plantilla de promesas en 1958, los problemas recurrentes del alcoholismo en el vestuario... El Manchester superó varios cataclismos antes de convertirse en el club que más trofeos ha levantado en el último año en todo el mundo. Bastó con recurrir a la fórmula más tradic...

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La resurrección de un equipo de fútbol no depende de un crédito bancario sino de un puñado de muchachos, y esto lo sabe el Manchester por experiencia propia. El descenso de categoría a principios de siglo, el bombardeo de su estadio por la aviación alemana durante la Segunda Guerra Mundial, un accidente aéreo que arrasó con una plantilla de promesas en 1958, los problemas recurrentes del alcoholismo en el vestuario... El Manchester superó varios cataclismos antes de convertirse en el club que más trofeos ha levantado en el último año en todo el mundo. Bastó con recurrir a la fórmula más tradicional y más sencilla: potenciar la cantera. Mientras los grandes clubes de Europa tiran de la chequera y contraen deudas para construir equipos plagados de estrellas, el Manchester se enriquece y apenas compra. Si el Madrid se gastó cerca de 11.000 millones esta temporada, y el Inter sobrepasó los 15.000, el Manchester, que dobla en beneficios a cualquier club europeo, apenas desembolsó 3.000 millones. Su política de gastos resulta de una serie de consignas restrictivas impuestas por la City de Londres, puesto que el club cotiza en bolsa. Pero sobre todo, el Manchester responde a una tradición que inició Matt Busby, cuando se hizo cargo de la dirección deportiva en 1945. Su secreto consistió en recorrer las Islas en busca de promesas y, sobre todo, tener un espía en cada patio de colegio, en cada barriada. Así surgieron Bobby Charlton, Duncan Edwards o George Best. Futbolistas que hicieron del United una potencia continental.La tradición de la cantera del Manchester se desvaneció bajo el mandato del técnico Ron Atkinson, a mediados de los 80. Hasta que Ferguson firmó como director general deportivo en 1986, proveniente del Aberdeen. El técnico escocés se encontró con un monstruo anquilosado, que no ganaba la Liga desde hacía 20 años. Los chavales emigraban al Manchester City, que por entonces tenía una escuela de fútbol rutilante. La cantera del United era un desierto, y su plantilla se había quedado envejecida. Entonces, Ferguson retomó la senda de Busby. Fue consciente de que sólo los jóvenes criados en el club eran capaces de sentir profundamente los colores. "Siempre tuve el firme compromiso de reorganizar la política de jugadores jóvenes, de forma que la cantera se convirtiera en la envidia de los clubes en Gran Bretaña", recuerda Ferguson en su autobiografía.

Muchas de las estrellas del equipo arrastraban problemas de alcoholismo. Ferguson se quedó perplejo al descubrir que una de las reglas del club prohibía beber alcohol a los jugadores "menos de dos días antes de los partidos". Hombres como Norman Whiteside y Paul McGrath comprometieron sus carreras o debieron abandonar el club debido a sus interminables recorridos por los pubs de Manchester. Como señala Ferguson: "Había días, en los entrenamientos, en que McGrath apenas podía correr con propiedad".

En busca de talentos

En el Aberdeen, Ferguson contaba con 17 ojeadores para toda Escocia. En el Manchester sólo había cinco para cubrir una zona que acumulaba la misma población que Escocia: el condado de Lancashire, con cinco millones de habitantes aproximadamente. Con la ayuda de Brian Kidd, su segundo, Ferguson multiplicó el número de ojeadores en el club hasta disponer de unos 30. Los repartió por sectores en dos mapas, uno de la ciudad de Manchester y otro en los alrededores. "No estoy interesado en el mejor chico que vean en sus calles", les dijo. "Quiero al mejor de cada una de sus áreas. Prefiero esperar más tiempo por un buen jugador. Después de todo, para mí no es un placer decirle a un muchacho que no alcanza el nivel exigible".

Poco más tarde, en 1987, Ferguson recibiría el primer diamante de la cosecha. Un tal Ryan Wilson. Un chaval de 15 años que se estaba entrenando con los juveniles del Manchester City se presentó en el campo de entrenamiento del United. "Un minero que se ha pasado la vida recorriendo cada trozo de una montaña o un río y de pronto encuentra el filón de oro no podría sentir la satisfacción que yo experimenté aquel día", evoca Ferguson. Relajado, corriendo sobre el césped como si flotara, manejando la pelota con la naturalidad de un crack, alzando la cabeza, el extremo superó la prueba. Luego se borraría el apellido de su padre para conservar el de su madre: Giggs.

A Giggs se sumaron cuatro futbolistas que ganaron la Copa de la Federación juvenil en 1992. David Beckham, Gary Neville, Paul Scholes y Nicky Butt rodearían a Cantona en su marcha hacia el primer título de Liga, en 1993. Y esta temporada, dos jugadores de la selección inglesa sub 21 se han sumado a la primera plantilla: John Curtis y Luke Chatwick, con el que Ferguson sueña como futura gran extremo. La cantera de los diablos rojos está en plena ebullición. Ese es el secreto del enorme éxito del Manchester United.

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