Entrevista:

"El nacionalismo gallego no tiene techo"

Francisco Rodríguez, de 54 años, dirigente histórico del Bloque Nacionalista Galego (BNG), encabezó la exigua representación de dos diputados con que los nacionalistas gallegos se estrenaron en el Congreso la pasada legislatura. Según todas las previsiones, Rodríguez tendrá más compañía tras el 12 de marzo. Acostumbrado al éxito, el BNG aspira incluso a formar grupo propio. Pregunta. ¿Cambian mucho las cosas vistas desde Galicia o desde Madrid?

Respuesta. Una de las cosas más sorprendentes al llegar a las Cortes fue que nuestro análisis sobre el papel de Galicia en el Estado se confirmó...

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Francisco Rodríguez, de 54 años, dirigente histórico del Bloque Nacionalista Galego (BNG), encabezó la exigua representación de dos diputados con que los nacionalistas gallegos se estrenaron en el Congreso la pasada legislatura. Según todas las previsiones, Rodríguez tendrá más compañía tras el 12 de marzo. Acostumbrado al éxito, el BNG aspira incluso a formar grupo propio. Pregunta. ¿Cambian mucho las cosas vistas desde Galicia o desde Madrid?

Respuesta. Una de las cosas más sorprendentes al llegar a las Cortes fue que nuestro análisis sobre el papel de Galicia en el Estado se confirmó con creces, y bien que nos gustaría que no hubiese sido así. Nuestro país llevaba 20 años ausente y no había ni información sobre sus problemas.

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P. Durante la transición, el nacionalismo gallego era casi testimonial. ¿Qué explica su gran avance de los últimos años?

R.El nacionalismo gallego siempre tuvo una gran presencia en las movilizaciones sociales. A partir de 1985, todos los grupos empezaron a confluir en el BNG, y el discurso se adaptó más didácticamente a la sociedad y se captó que nuestros postulados no eran sólo abstractos, sino que encajaban en la realidad. Así, en los últimos 15 años hemos crecido como ninguna otra fuerza de todo el Estado y creo que, de momento, no tenemos techo. El proceso de decantación de la sociedad aún no ha alcanzado su madurez.

P. Galicia con capacidad de decisión es su lema electoral. Pero esa capacidad depende de que gane la izquierda, porque con el PP descartan cualquier acuerdo.

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R. Primero, depende de que nadie tenga mayoría absoluta. Si los votos del BNG son necesarios para una investidura, la posibilitaremos a partir de la aceptación de algunos puntos muy claros, sensatos y concretos: un plan ferroviario para Galicia, que se nos permita la cogestión de la cuenca hidrográfica del Miño y una revisión de las políticas agraria y pesquera. Además, ésta debería ser la legislatura en la que se iniciase el debate de la reforma institucional del Estado. Pero una vez facilitada la formación del Gobierno, nos reservaríamos una libertad absoluta. No hostigaríamos por hostigar, pero tampoco nos entregaríamos a un Gobierno por el mero hecho de ser de izquierda.

P. ¿Qué le parece el programa pactado entre PSOE e IU?

R. Es muy frágil, de poca monta. Hay una propuesta en concreto, la de reforma electoral, cuyo propósito es beneficiar a los partidos estatales. El resto me parece excesivamente light. Pero es sólo un preacuerdo y como inicio del diálogo tampoco está mal.

P. El perfil de izquierda del BNG, ¿no se difumina por las relaciones con CiU y PNV?

R. En absoluto, porque lamentable o afortunadamente esto de la derecha y la izquierda en la política española es a veces un tema opaco. Yo no creo que la política social del PNV sea más de derechas que la del PSOE. Pero al margen de eso, nuestra relación es desde el punto de vista de la estrategia de la transformación institucional del Estado, no del modelo social y económico. Aunque ambas cosas también están relacionadas: en un Estado plurinacional no sería tan fácil el dominio de los oligopolios, no veríamos con tanta prepotencia a los señores Villalonga o Martín Villa.

P. ¿Los últimos sucesos en el País Vasco perjudicarán a todos los nacionalistas?

R. No benefician a nadie. Crean una atmósfera de inseguridad, de desagrado ciudadano, y todo lo que conduce al irracionalismo es peligroso desde el punto de vista democrático. Pero en Galicia la situación es muy distinta y la gente juzga lo que ocurre aquí.

P. ¿Qué aportó a Galicia la presencia de dos ministros gallegos en el Gobierno de Aznar?

R. ¡Dios mío! Aportó unos gallegos a la española, gallegos de la Corte, que hablan de todo menos de Galicia. Al margen de que alguno de ellos sea más inteligente que otros ministros.

P. Una vieja tesis nacionalista sostenía que Galicia es una colonia. ¿Sigue vigente ese análisis?

R. El diseño estructural del Estado con Galicia es de libro. No hay más que ver la actitud que han tenido los sucesivos gobiernos españoles con las infraestructuras o los sectores productivos básicos de la economía gallega, o la marginación de nuestra personalidad lingüística y cultural. Ahora bien, no es lo mismo lo que ocurría en el franquismo que lo de ahora, y el contexto internacional también ha cambiado. Antes Galicia era interesante por la mano de obra barata y las materias primas, ahora interesa que no produzca y no pinte nada políticamente.

P. El referente social del BNG es Xosé Manuel Beiras, pero se ha dicho que quienes mandan de verdad son usted y su partido, la Unión do Pobo Galego (UPG).

R. Una cosa es la ascendencia personal y moral de cada uno, pero ni una persona ni un partido pueden controlar una organización tan plural como el BNG. Eso es así para bien y para mal. A veces las cosas resultarían más fáciles con un aparato orgánico estable. Aquí las decisiones requieren mucho tiempo y debate.

P. La UPG sigue declarándose marxista. ¿Qué significa ser marxista hoy?

R. Si se es inteligente, conjugar una visión global con otra particular de cada pueblo y entender que la sociedad debe basarse en el derecho de la inmensa mayoría a vivir, no en los intereses de unos cuantos.

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