LA PRECAMPAÑA DEL 12-M

Jospin y sus socios comunistas, una fórmula de estabilidad y éxito

Además de posibilitar un triunfo electoral inesperado en 1997, la alianza de la "izquierda plural" francesa se ha revelado en estos dos años y medio de andadura como una fórmula de Gobierno sumamente estable y que ha logrado niveles de desarrollo económico, bienestar social y modernización iguales o superiores a los de los restantes países de su entorno europeo.Por encima del reparto de las carteras ministeriales -los socialistas dirigen nueve ministerios; los comunistas, dos, y los Verdes, Movimiento de los Ciudadanos y Radicales de Izquierda, uno cada uno-, el primer ministro, Lionel Jospin,...

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Además de posibilitar un triunfo electoral inesperado en 1997, la alianza de la "izquierda plural" francesa se ha revelado en estos dos años y medio de andadura como una fórmula de Gobierno sumamente estable y que ha logrado niveles de desarrollo económico, bienestar social y modernización iguales o superiores a los de los restantes países de su entorno europeo.Por encima del reparto de las carteras ministeriales -los socialistas dirigen nueve ministerios; los comunistas, dos, y los Verdes, Movimiento de los Ciudadanos y Radicales de Izquierda, uno cada uno-, el primer ministro, Lionel Jospin, ejerce de valedor y árbitro de ese delicado equilibrio que permite a cada fuerza conservar su identidad sin desafinar demasiado en el coro general. A tal punto que han logrado no sólo llevar a posiciones mucho más europeístas a sus sectores más reacios, sino que la política exterior francesa sigue igual de robustecida y comprometida con los restantes socios de la UE como con otras alianzas, como la OTAN.

La figura de Jospin resulta clave en la ascensión socialista y en la estabilidad actual de la "izquierda plural" porque, pese su larga trayectoria política, su vinculación al controvertido François Mitterrand y su condición de antiguo secretario del PS, encarna, en cierta medida, la recuperación moral de su partido. Jospin abandonó el Ministerio de Educación y se retiró de la política antes de que el descrédito y las corruptelas pasaran factura a los socialistas en la catástrofe electoral de 1993.

Aquel gesto, la prueba de que podía muy bien vivir alejado de la política profesional, se convirtió con el tiempo en su mejor activo. En 1995 algunos de los jóvenes socialistas que empujaban por el relevo generacional y trataban de romper con la era de Mitterrand vieron en él al hombre honrado, capaz y experimentado que podía levantar el partido.

La incorporación de los Verdes aportó una mayor frescura y un vigor nuevos a la vieja coalición de socialistas, comunistas y radicales. El antiguo "programa común" de la izquierda fue sustituido por el de la "izquierda plural" en vísperas de unas elecciones que el presidente, Jacques Chirac, anticipó equivocadamente en la confianza de que los partidos de la derecha renovarían sin problemas su mayoría absoluta. La nueva alianza, los esfuerzos de transparencia, el compromiso de honestidad para con el programa electoral -"sólo prometo lo que puedo cumplir y cumpliré lo que prometo", repitió Jospin en la campaña-, dieron un resultado sorprendente.

Hasta ahora, la autoridad política y moral del primer ministro, el diálogo permanente entre los socios, el fondo doctrinario de un Jospin pragmático pero distanciado de la tercera vía, han permitido a la "izquierda plural" atemperar sus contradicciones y conservar la unidad en un momento casi exultante para la izquierda francesa, favorecida por la recuperación económica, el compromiso de los comunistas y la crisis permanente de la oposición.

El escenario de estabilidad que ha aportado el Ejecutivo francés ha permitido alcanzar niveles de crecimiento económico no imaginables hasta ahora en uno con presencia comunista y la creación de más puestos de trabajo que en la etapa anterior debido precisamente al clima de tranquilidad social que se ha logrado y al haber desaparecido la preocupación por posibles despidos masivos al lograr los empresarios las garantías que necesitaban.

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También los sindicatos, que han rebajado notablemente sus movilizaciones, dan mayor crédito a un Gobierno del que no se sienten en absoluto ajenos, como si quisieran preservarlo de mayores desgastes.

La prioridad otorgada a la lucha contra el paro, plasmada en la semana laboral de las 35 horas; la creación de cientos de miles de empleos juveniles, la imagen de voluntarismo y honestidad acuñada y el empeño declarado de cumplir el programa electoral forman igualmente esa argamasa que evita las tendencias centrífugas, las huidas hacia adelante y los aventurerismos. Pese a las tensiones periódicas, todas las fuerzas de la "izquierda plural" parecen convencidas de que sólo su permanencia en el Ejecutivo de coalición les garantiza, hoy por hoy, un lugar bajo el sol.

Una tradición desde Palme

En Suecia, informa Ricardo Moreno, existe una tradición desde los tiempos de Olof Palme de Gobierno socialdemócrata en minoría con el apoyo del Partido de la Izquierda (excomunistas), que le asegura la mayoría para poder sacar adelante sus proyectos. Esto es así incluso desde que los comunistas mantenían su nombre. Lo suprimieron porque despertaba fuertes resquemores en un pequeno país que estaba muy cerca de la antigua Unión Soviética. Era además una forma de eludir acuerdos con la derecha.

En las elecciones de 1998, cuando obtuvieron sus peores resultados desde 1920, los socialdemócratas firmaron un acuerdo de gobernablidad con el Partido de la Izquierda, que había logrado un 14% de los votos, casi el doble que en 1994, y el del Medioambiente (Verdes). Este pacto se mantiene no como coalición, sino en coincidencias sobre temas concretos, y no se descarta ampliarlo.

Los ajustes económicos de los últimos años han permitido sanear las finanzas y controlar los índices macroeconómicos. Tanto los Verdes como el Partido de la Izquierda han contribuido con sus planteamientos a lograr el mantenimiento de un nivel social que, pese a los ajustes, continúa siendo alto.

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