A España sólo le faltó el gol

Con menos frescura que en partidos anteriores, la selección de Camacho jugó mejor que un decepcionante Brasil

El peor de los guarismos sancionó el que se presentó como el mejor de los partidos. Nada más descorazonador que un empate cuando se busca un punto de inflexión. Quería España desmitificar a Brasil y Brasil acabó domando a España. No le alcanzó al grupo local la laboriosidad de Raúl, y los forasteros se empeñaron más en no ser batidos que en ganar. Desde este punto de vista, España debe salir satisfecha, porque tuteó al tetracampeón y mejor barómetro del fútbol mundial con un juego de más calibre. Le faltó un punto para sentirse ganadora y subir un peldaño no en su autoestima sino en el reconoc...

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El peor de los guarismos sancionó el que se presentó como el mejor de los partidos. Nada más descorazonador que un empate cuando se busca un punto de inflexión. Quería España desmitificar a Brasil y Brasil acabó domando a España. No le alcanzó al grupo local la laboriosidad de Raúl, y los forasteros se empeñaron más en no ser batidos que en ganar. Desde este punto de vista, España debe salir satisfecha, porque tuteó al tetracampeón y mejor barómetro del fútbol mundial con un juego de más calibre. Le faltó un punto para sentirse ganadora y subir un peldaño no en su autoestima sino en el reconocimiento internacional. Camacho y su gente se sentirán felices: le jugaron a Brasil con el mismo descaro que a Chipre, y merecieron igual suerte.No acostumbrado a especular y tan febril como se sentía por medirse a Brasil, el equipo de Camacho se fue a por el partido desde que pisó Balaídos. La agresividad española obligó al rival a jugar en su campo. Por la simple lectura de la alineación, Brasil parecía tener más consistencia defensiva que pegada, así que aceptaba desplegarse a partir de las transiciones que pudiera articular cuando Emerson o los laterales engancharan con Rivaldo, para que disparara a Elber y Anderson, dos futbolistas dispuestos a reivindicarse tras la jubiliación de Romario y la situación de desempleo de Ronaldo. El grupo de Candinho tuvo una buena salida por la banda, siempre muy rápida, pero sufrió de mala manera en defensa.

ESPAÑA 0

BRASIL 0España: Molina; MÍchel Salgado, Abelardo, Paco, Sergi; Etxeberria (Munitis, m. 67), Guardiola, Valerón (Engonga, m, 67), Luis Enrique (Mendieta, m.81); Raúl (Alfonso, m. 85) y Morientes (Urzaiz, m. 67). Brasil: Marcos; Cafú, Antonio Carlos, Aldair, Roberto Carlos; Assunção, Emerson, Zé Roberto (Giovanni, m. 69); Rivaldo (Zé Elias, m. 90); Elber y Anderson (Jardel, m. 66). Árbitro: Rene Temmink (Holanda). Mostró la tarjeta amarilla a Cafú, Paco, Rivaldo y Emerson. Balaídos. Una buena entrada, 25.000 espectadores. Partido amistoso.

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Tirando la línea defensiva en la línea de medios y atacando la pelota, Camacho solucionó un problema que en el Barça está generando un debate desgarrador: cómo conectar desde atrás con Guardiola para dar salida a la pelota. Valerón se ofreció al capitán azulgrana en cada jugada, ubicándose prácticamente a su lado, y Raúl estuvo tan lúcido bajando a recibir para tocar para los volantes como ganándole el sitio a los centrales brasileños, muchas veces superados y desplazados por el ir sin venir de Cafú y Roberto Carlos, tan veloces en la salida como lentos en el repliegue. La velocidad de Etxeberria y Luis Enrique superó las marcas de Brasil, Raúl contactó cada vez que la pelota llegó al balcón del área y el goteo de ocasiones fue constante en el primer tramo del choque.

Le faltó sólo el gol a España, quizá porque el partido adquirió tal dinámica, resultaba tan vertiginoso, que nadie supo encontrar la pausa que requiere el disparo a portería. Únicamente Raúl tuvo un punto de lucidez cuando aplicó su remate de palanca en una pelota que lamió el poste derecho de Marcos, el mismo contra el que se había estrellado poco antes Morientes.

Por la actitud de Brasil, pareció como si ambos equipos se hubieran cambiado la zamarra. El fútbol estuvo del bando español mientras los brasileños asumían una falsa inferioridad, empeñados en resistir más que en combatir, cada vez más interesados en armarse defensivamente a partir del medio campo, a guardar su área que en descubrir la contraria. El trabajo de futbolistas como Marcos Assunção o Emerson resultó por norma más sobresaliente que el de Rivaldo, de la misma manera que a Guardiola le costó encontrar la línea de pase.

El descanso fue recibido con alivio por ambos equipos e incluso por la hinchada, que acabó con una cara de cierto abatimiento, sobre todo porque la contienda había ido perdiendo peso de forma alarmante. El encuentro recuperó de pronto el tono del arranque, y el jaleo estuvo casi siempre en el área brasileña, porque Raúl estuvo siempre presto a actuar, a leer la jugada correctamente, a aplicar siempre lo que demandaba el juego. Al intervencionismo de Raúl y a la presión española, le faltó remate, sobre todo porque Morientes no estuvo fino, y a buen seguro le faltó también una mayor presencia de Guardiola, que perdió protagonismo en favor de Valerón. Brasil fue tirando buenas contras por los costados y amenazó con un buen surtido de remates duros y lejanos, una suerte que no dominan los españoles. Molina estuvo entonces soberbio.

A la vista del paisaje, Camacho le dio una vuelta más al equipo con los cambios. Intentó buscar más solidez en la medular (Engonga), velocidad en la banda (Munitis) y remate (Urzaiz), aunque el nombre de los sustituidos alimentó el debate, pues la retirada de Valerón dejó al equipo más desarmado en la elaboración del juego. Brasil renunció también a jugar y sustituyó la combinación por el disparo. Le pagaron a la bola por todos los lados, y entre Molina y el larguero aguantaron el tipo en los momentos más delicados.

El grupo español quedó descosido, cedió en la línea de medios, y Brasil acabó tocando y tocando, jugando a su aire. La sustitución de Raúl fue la firma al acto de rendición del grupo de Camacho. A falta de gol, se quedó con el empate, un resultado siempre agridulce, sobre todo por parte de quien puso precio a la victoria, resultado que mereció tanto por juego propio como por la actitud de Brasil, una selección que cuando se pone la zamarra, acaba con toda la cháchara.

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