Juana Serna

Juana Serna, ex presidenta de la comisión gestora del PSPV, ha sido sin duda uno de los personajes más descollantes en la crisis del partido que, teóricamente, se cerró ayer. El cargo ocupado le obligaba a proceder con exquisita neutralidad con respecto a las opciones confrontadas y, asimismo, con no poca discreción, pues al fin y al cabo era la cabeza más visible de una crisis, expresiva de un rotundo fracaso del partido. Pero le pudo la vanidad o le deslumbraron los focos y su gestión se ha saldado con un protagonismo tan crispante como ridículo. Habló demasiado, aireando auténticos disparat...

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Juana Serna, ex presidenta de la comisión gestora del PSPV, ha sido sin duda uno de los personajes más descollantes en la crisis del partido que, teóricamente, se cerró ayer. El cargo ocupado le obligaba a proceder con exquisita neutralidad con respecto a las opciones confrontadas y, asimismo, con no poca discreción, pues al fin y al cabo era la cabeza más visible de una crisis, expresiva de un rotundo fracaso del partido. Pero le pudo la vanidad o le deslumbraron los focos y su gestión se ha saldado con un protagonismo tan crispante como ridículo. Habló demasiado, aireando auténticos disparates, y se exhibió sin mesura, cual insólita reina del Mambo. Con todo y con ello, el peor de los cargos que se le imputan es su parcialidad manifiesta, favoreciendo sin el mínimo pudor a una de las propuestas en pugna. Quizá un día su patrocinado premie tan dudosos méritos, pero al partido en su conjunto y a la precaria democracia que lo anima no le ha rendido ningún servicio.

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