Tribuna:

'Calamidá'

Cuando T. H. Huxler, animoso discípulo de Darwin y brillante polemista, publicó El lugar del hombre en la naturaleza (1863), la esposa de un obispo anglicano reaccionó escandalizada: "¡Que descendemos de los simios. Santo cielo, esperemos que no sea verdad, pero si lo es, roguemos para que no se divulgue!". Más de un siglo después, y sin pizca de humor, la derecha fundamentalista de Kansas, un poco al oeste del obispado de Mondoñedo, ha conseguido excluir de las escuelas la enseñanza de la teoría de la evolución. Es un movimiento censor en expansión en varios Estados de la Unión. Enarbolan, cl...

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Cuando T. H. Huxler, animoso discípulo de Darwin y brillante polemista, publicó El lugar del hombre en la naturaleza (1863), la esposa de un obispo anglicano reaccionó escandalizada: "¡Que descendemos de los simios. Santo cielo, esperemos que no sea verdad, pero si lo es, roguemos para que no se divulgue!". Más de un siglo después, y sin pizca de humor, la derecha fundamentalista de Kansas, un poco al oeste del obispado de Mondoñedo, ha conseguido excluir de las escuelas la enseñanza de la teoría de la evolución. Es un movimiento censor en expansión en varios Estados de la Unión. Enarbolan, claro, la religión. Pero este afán de atribuir a la divinidad todos los avatares de la creación es muy poco piadoso para con el propio Señor. ¡Qué culpa tendrá el Misericordioso de que Búfalo Bill se cargase él solo 4.208 bisontes en año y medio! A juzgar por las crónicas, en los mismos colegios de USA se libra un tremendo capítulo del origen de las especies y hay muchos predicadores que confunden los Mandamientos con los estatutos de la Asociación Nacional del Rifle.Este avance de los llamados creacionistas se produce cuando en España estamos a un tiro de piedra de resolver el enigma del eslabón perdido. Como es sabido, Darwin se embarcó en el Beagle con la intención de demostrar la verdad literal de la Biblia, pero regresó con el paso cambiado: "Si no fuera por el mareo, todo el mundo sería marinero", y un fósil de la mosca del vinagre en el bolsillo. Es como si sales a disfrutar la belleza de los lirios y vuelves con un autógrafo de Gil y Gil.

Estaba ahí. Incluso habíamos visto por television el duelo entre un cromagnon y un neanderthal, cuando Caneda acusó el golpe en la quijada y ubicó a Gil en el estrato emergente de la Nueva Atapuerca: "¡Calamidá!". Sí, estaba ahí, pero como quería la dama victoriana, convenía no divulgarlo. Porque lo más preocupante es el gilismo camuflado en especies de apariencia menos bruta. Implacables periodistas súbitamente mudados en manso Sindicato de Pelotas. En transversal partido de Rapaces Inmobiliarios. El Tiburón Telefónico devorando biodiversidad informativa. Y el brindis jurídico del aforismo de Lec: "La ignorancia no exime del cumplimiento de las leyes; su conocimiento, sí". ¿Dónde estás, en verdad, Calamidá?

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