Rock a todo trapo

Doble cartel con dos caras y una sola inquietud. Uno es negro, rockero, hasta hace poco renegaba de la tecnología y llevaba melenas de rasta. La otra es gitana, racial, sigue luciendo larga cabellera rizada, le gusta el rock, ha mamado flamenco y admira al artista que actuará esta noche tras ella. Son Lenny Kravitz y Rosario, quienes a las 21.30 horas ocuparán el Palacio de los Deportes de Barcelona, que con toda probabilidad se llenará hasta la bandera. Es más, hasta hace pocas horas la promotora del concierto pensaba trasladarlo al Sant Jordi, opción finalmente desestimada. Lo que se espera...

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Doble cartel con dos caras y una sola inquietud. Uno es negro, rockero, hasta hace poco renegaba de la tecnología y llevaba melenas de rasta. La otra es gitana, racial, sigue luciendo larga cabellera rizada, le gusta el rock, ha mamado flamenco y admira al artista que actuará esta noche tras ella. Son Lenny Kravitz y Rosario, quienes a las 21.30 horas ocuparán el Palacio de los Deportes de Barcelona, que con toda probabilidad se llenará hasta la bandera. Es más, hasta hace pocas horas la promotora del concierto pensaba trasladarlo al Sant Jordi, opción finalmente desestimada. Lo que se espera para esta noche es una celebración rockera de primera magnitud y repleta de los lugares comunes del género: cabezazos al aire, decibelios en abundancia, versiones XXL de las piezas, sudor a raudales y cierto resabio hippy. Eso lo escenificará Lenny, un artista al que probablemente le hubiese gustado ser Hendrix. Rosario también va de rockera, vocación que ha manifestado en Jugar a la locura, su último trabajo. En este disco, el más eléctrico de su carrera, la hija de El Pescadilla y la Flores ha venido a decir que es una rockera de toda la vida. Por si hubiese dudas, la portada del disco muestra a una Rosario que se acerca una guitarra a la entrepierna en un gesto de manifiesta rotundidad. En cuanto a Kravitz, su cara y sus pintas son lo bastante elocuentes, no necesita jugar con las guitarras, y se limita a maltratarlas en escena extrayendo los solos más inverosímiles. O casi. Pues eso, rock a todo trapo.

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