FÚTBOL Final de la Copa del rey

Gil destituyó a Antic en el vestuario

El dueño del Atlético desoye el "Radomir, te quiero" que coreó la afición durante 10 minutos

El Valencia había ganado, tenía la Copa asegurada y la afición del Atlético seguía feliz, sorprendentemente feliz. Pitó el colegiado el final, y la hinchada rojiblanca, las 20.000 gargantas que llegaron a Sevilla, comenzó a corear el nombre de su entrenador. Fueron ocho minutos ininterrumpidos de "Radomir, te quiero", ocho minutos emocionantes de homenaje al entrenador. Nadie daba crédito a la escena, ni el propio técnico, que apenas podía contener las lágrimas. Un cuarto de hora después, Jesús Gil, el dueño del club, le anunciaba al preparador serbio en el vestuario su marcha del club. "Me l...

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El Valencia había ganado, tenía la Copa asegurada y la afición del Atlético seguía feliz, sorprendentemente feliz. Pitó el colegiado el final, y la hinchada rojiblanca, las 20.000 gargantas que llegaron a Sevilla, comenzó a corear el nombre de su entrenador. Fueron ocho minutos ininterrumpidos de "Radomir, te quiero", ocho minutos emocionantes de homenaje al entrenador. Nadie daba crédito a la escena, ni el propio técnico, que apenas podía contener las lágrimas. Un cuarto de hora después, Jesús Gil, el dueño del club, le anunciaba al preparador serbio en el vestuario su marcha del club. "Me lo acaba de comunicar Gil en el vestuario; y, la verdad, no creo que fuera el momento más adecuado", dijo a EL PAÍS apenas unos segundos después de conocer su destitución."Podía haber esperado a mañana", comentó dolido y triste el técnico.

Poco antes, en el estadio, los jugadores no acertaban a entender el comportamiento de su gente, eufórica pese a la derrota. Se lo agradecieron regalándoles las camisetas, aplaudiendo a la grada. Sólo Santi y Chamot se acercaron a su entrenador, que presenciaba solo y en silencio la escena. "Aquí no hay montajes, esto es simple sinceridad. No puedo sentir más que admiración por esta gente", comentaba el técnico emocionado.

Aunque al dejar el campo camino de los vestuarios hablaba como si fuera a seguir en el cargo, íntimamente ya se temía lo peor. "No creo que vaya a ser tan fácil decirme adiós", decía como quien lanzaba un pulso a sus jefes. "Yo firmé un contrato, me queda un año. No soy un perdedor. Yo no renuncio, que se mueva el club". Y el Atlético, efectivamente, se movió. Al entrar en los vestuarios Jesús Gil le comunicó su despido, su relevo por Claudio Ranieri. Antic se lo dijo luego a los jugadores y, dolido, se fue. La medida le costará al club 150 millones de pesetas, la cantidad que el entrenador tenía firmada para la temporada próxima.

Antic había asumido la final de ayer como una cuestión personal, como un desafío obligado: ganar a Claudio Ranieri. Más o menos, Antic ya estaba resignado a perder el cargo, pero al menos el triunfo le daría una satisfacción íntima. Finalmente perdió el partido y se le confirmó el despido. Pero íntimamente ganó: esos ocho minutos de "Radomir, te quiero" con los que le despidió la hinchada son cosas que tardan en olvidarse, que reconfortan y conmueven. Antic tiene una lista amplia de enemigos en el Atlético, pero hay que ver lo mucho que le quiere la afición.

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