Tribuna:

Mi voto

Una de las ventajas que para la madura ciudadanía votante ofrece el próximo domingo es que, a continuación, llegará el lunes. Es decir, aquel día de la semana normalmente no deseado pero, en esta ocasión, venturoso; día en que los diferentes cantidatos-as a munícipe dejarán de ofrecérseme con la excusa de construir "una Barcelona imparable", que es el eslogan aproximado y bajo diferentes eufemismos con que se me venden. Las calles olvidarán, asimismo, su condición de escenario involuntario y sufrido de diferentes verbenas propagandísticas, oquedades pasivas en las que retumban distintas apolog...

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Una de las ventajas que para la madura ciudadanía votante ofrece el próximo domingo es que, a continuación, llegará el lunes. Es decir, aquel día de la semana normalmente no deseado pero, en esta ocasión, venturoso; día en que los diferentes cantidatos-as a munícipe dejarán de ofrecérseme con la excusa de construir "una Barcelona imparable", que es el eslogan aproximado y bajo diferentes eufemismos con que se me venden. Las calles olvidarán, asimismo, su condición de escenario involuntario y sufrido de diferentes verbenas propagandísticas, oquedades pasivas en las que retumban distintas apologías de campaña. Por primera vez en mi vida voy a votar socialista, voy a votar útil. Lo tengo fácil: en Barcelona, Joan Clos, como dice un vecino mío que posee un bar (es decir, hablo de un patrono medio, un capitalista medio, un buen conciudadano), "puede que carezca de carisma, pero eso me tranquiliza: es como yo". No lo ha hecho mal y no tiene esa pinta de sepulturero de ciudades cosmopolitas que apenas oculta Joaquim Molins, su contrincante de CiU, con su traje de paño oscuro cabalgando sobre un osario irregular, un cuerpo adusto hasta en sus curvas, del que emerge una triste cabeza de ofidio que extrañamente cuadra a su frase de propaganda: "El repte", que quiere decir en catalán el reto, pero se parece demasiado, fonéticamente a "el reptil". No será un voto que acompañe con cohetes, sino con la decisión fríamente tomada de no dispersarme, de no facilitar a CiU que pacte, una vez más, con el PP, y sitúe a mi ciudad, que no lo merece, bajo la demoledora bicefalia pazguato-popular. A Clos, aunque no sea la perfección, no le queda grande la ciudad. No quisiera, sin embargo, que los socialistas tomaran mi voto por un premio a su conducta global como partido. Es sólo mi gesto de responsabilidad. Y se parece mucho a una penitencia.

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