CICLISMO Giro de Italia

Los anunciantes se plantean su futuro en el Tour

Algunas multinacionales, preocupadas por su imagen tras los escándalos de dopaje

Figurar ante una audiencia millonaria como promotor de las grandes gestas ciclistas, como amigo y sostén de los héroes de la ruta,es una cosa, y aparecer vinculado a un grupo de tramposos que no pueden pasarse sin EPO y otros productos dopantes, otra bien distinta. Los grandes anunciantes del mundo del ciclismo están sumamente preocupados por los daños en su imagen que pueden acarrearles los escándalos de dopaje. Algunos se replantean seriamente su continuidad en el mundo ciclista y esperan el curso de los próximos acontecimientos, el Giro, actualmente, el Tour, dentro de dos meses, para adopt...

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Figurar ante una audiencia millonaria como promotor de las grandes gestas ciclistas, como amigo y sostén de los héroes de la ruta,es una cosa, y aparecer vinculado a un grupo de tramposos que no pueden pasarse sin EPO y otros productos dopantes, otra bien distinta. Los grandes anunciantes del mundo del ciclismo están sumamente preocupados por los daños en su imagen que pueden acarrearles los escándalos de dopaje. Algunos se replantean seriamente su continuidad en el mundo ciclista y esperan el curso de los próximos acontecimientos, el Giro, actualmente, el Tour, dentro de dos meses, para adoptar una decisión definitiva.La retirada de la grandes marcas daría un vuelco trascendental a las estructuras financieras sobre las que se asienta el ciclismo.Forzada por los rumores de estos últimos tiempos y a petición, quizá, de los organizadores de la propia carrera francesa, la filial de Coca-Cola se sintió ayer en la necesidad de indicar que ha renovado su confianza en el Tour "para que este acontecimiento se desarrolle en las mejores condiciones". La dirección del Tour se esfuerza por tranquilizar a los anunciantes pero, pese al propósito declarado de seleccionar sólo a los equipos que ofrezcan garantías de limpieza, nadie parece en condiciones de asegurar que la mejor carrera del mundo vaya a quedar al abrigo del celo policial y judicial. Las últimas detenciones, interrogatorios y registros practicados por las policías judiciales de Lille y de París han vuelto a poner los pelos de punta al pelotón y a todos sus entornos profesionales.

Desde el punto de vista publicitario, el ciclismo empieza a ser un terreno minado porque nadie puede garantizar que el gran campeón del momento, el equipo estrella, no vaya a terminar mañana en un coche celular, rodeado de agentes de la policía judicial o, peor aún, de la Brigada de Estupefacientes. Toda la literatura de ocasión que glosa el esfuerzo sobrehumano, la superación de los límites, el trabajo colectivo, el sacrificio por el triunfo, se desvanece clamorosamente a la vista de las jeringuillas y las sustancias prohibidas, ante los testimonios y pruebas que dan cuenta de la picaresca y del negocio del tráfico. La duda que corroe a los aficionados y al público en general resulta ya insoportable: ¿Es este un verdadero campeón o debe su hazaña a una muy cuidada preparación a base de EPO? ¿Es la droga lo que le ha permitido ganar la etapa, coronar el primero, resistir en la escapada buena?

En los últimos meses y días, a medida de que el asunto adquiría un cariz más sórdido, la preocupación, instalada en los departamentos de publicidad tras el pasado Tour, ha dado paso a una indisimulada inquietud. Gastar cifras astronómicas en el ciclismo, y en otros deportes o deportistas puestos bajo sospecha, empieza a ser considerada como una inversión dudosa, de alto riesgo, porque el problema no es ya la posibilidad de no rentabilizar suficientemente la imagen de marca, sino el peligro real de arruinarla. Y eso, pese a que el estudio encargado por la dirección del Tour después de su última edición mostró que las primeras firmas anunciantes: Coca-Cola, Crédit Lyonnais, Fiat, Champion, no salieron mal paradas del escándalo.

El problema es que lo que entonces fue considerado como un asunto de los propios corredores, ahora es visto como un problema general del ciclismo, de los directores y entrenadores, de sus dirigentes, varios de ellos procesados y, por extensión, de las empresas que sostienen este mundillo, particularmente de aquellas que cuentan con equipo propio. Ayer mismo, en las páginas de Le Figaro, el director ejecutivo del Festina, Ginés Górriz, se preguntaba si es el dopaje lo que explica que la empresa haya obtenido un incremento de su cifra de negocias inferior al registrado en los últimos 7 años. "El dopaje ha influido muy negativamente en nuestra imagen y es difícil evaluar las efectos reales en nuestras ventas", indicaba el director de Festina, empresa que invierte anualmente en su equipo 875 millones de pesetas. Sus palabras quedan muy lejos de aquellas primeras reacciones en las que el Festina proclamó, alegremente, que el escándalo le había otorgado una gran notoriedad.

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