Entrevista:

"No se me respeta, cualquiera se atreve a hacerme comentarios"

Carlos Aguiar, de 41 años, el entrenador del Atlético, es posiblemente quien más en serio se toma. Los demás, después de un recibimiento más o menos cordial, empiezan a considerarle un personaje intrascendente, un episodio menor en la historia de este club, un tipo sin futuro, sentenciado. Ya estaría fuera del cargo de no mediar la hazaña del martes en Roma. Desde esa perspectiva, Aguiar está solo. En el momento decisivo de su carrera, en el examen que probablemente marque su destino en el oficio, pero solo. El club le ha puesto de forma provisional en medio de una situación delicada, al frent...

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Carlos Aguiar, de 41 años, el entrenador del Atlético, es posiblemente quien más en serio se toma. Los demás, después de un recibimiento más o menos cordial, empiezan a considerarle un personaje intrascendente, un episodio menor en la historia de este club, un tipo sin futuro, sentenciado. Ya estaría fuera del cargo de no mediar la hazaña del martes en Roma. Desde esa perspectiva, Aguiar está solo. En el momento decisivo de su carrera, en el examen que probablemente marque su destino en el oficio, pero solo. El club le ha puesto de forma provisional en medio de una situación delicada, al frente de un equipo rebajado y en crisis. Y Aguiar lo asume, consciente de lo que se juega, armado únicamente de sus conocimientos, de la fe en sí mismo y de una visión muy real de la situación. "Siento que desde fuera se me ve como un entrenador florero", admite con crudeza.Pregunta. ¿Está ante una oportunidad ficticia? ¿Está sentenciado pase lo que pase?

Respuesta. El tiempo lo dirá. Sé que estoy en el cargo porque era el personaje más cercano para asumir una situación transitoria, porque no se encontró otro. Y que el club, y lo entiendo, sigue buscando un recambio. En todo caso, esto es lo más importante que me ha pasado en mi carrera. No lo tengo fácil, pero si los resultados fuesen buenos... Mi futuro dentro y fuera de la casa puede depender de esta aventura. No sería el primer entrenador que sale de la nada.

P. ¿Observado o ninguneado?

R. Continuamente estudiado y analizado. Como si me estuvieran poniendo nota dentro y fuera del club. Y no sólo en lo futbolístico. En cada gesto que hago. No es bueno. Tanta mirada te hace vivir esto con más tensión de la debida.

P. ¿Y respetado?

R. Por el vestuario, y me refiero a los jugadores, sí. No tanto por el entorno. No soy un personaje relevante, y cualquiera se atreve a hacerme comentarios, a minar mi intimidad. Cuando recibes 40 o 50 sugerencias diarias de amigos, enemigos, prensa, todo el mundillo que rodea el equipo... sientes que no se te respeta. Con otro personaje nadie se habría atrevido a tanto.

P. ¿Siente que se le mira como a un entrenador-florero?

R. Pues hombre... sí. Y tal vez a la gente que piense así no le falte razón. Soy un recién aparecido, no tengo currículo. Y no soy relevante. Es muy difícil aterrizar de la nada y conseguir el mismo respeto que un entrenador con títulos.

P. ¿Los jugadores creen realmente en usted?

R. Me recibieron francamente bien. Ahora no me quejo, pero algunos ya empiezan a sentirse titulares; y otros, suplentes. A partir de ahí cada uno empieza a variar su concepto sobre mí a su antojo e interés.

P. En realidad, el buen recibimiento se debió más a que se libraban de Sacchi.

R. Yo sentí respeto. Luego, la confianza real de los jugadores te llega con los resultados.

P. O a partir de un gesto del club que refuerce su posición.

R. El club los ha tenido. Tuvo la duda razonable de apostar o no por mí, pero cuando se decidió, dejó claro que yo era el entrenador. Me siento reforzado. P. ¿También cuando se entera de que el club habla con Ranieri?

R. Ya le he dicho que entiendo que el club busque otra opción para el año que viene.

P. ¿También cuando pide un delantero y no se lo traen?

R. El club hace lo que puede, pero comparto que no quiera fichar a cualquiera. De una larga lista, habíamos encontrado uno que podía valer, Zamorano, y merecía la pena esperar.

P. Con otro técnico, el delantero ya estaría aquí.

R. No creo. No depende de que yo grite más o menos. El momento es malo. No es diciembre, el mercado está cerrado.

P. Y mientras, el equipo va y viene del horror liguero a la gloria en Europa y la Copa.

R. Ya se verá. Lo cierto es que no podemos tener picos tan pronunciados. No siempre un tono sobresaliente, pero tampoco tan bajo.

P. De Sacchi a Aguiar, el gran cambio se llama que Juninho juega y Valerón, no.

R. No exactamente. Yo apuesto por Juninho, pero con el tiempo puedo cambiar de opinión.

P. Y al paso que va el brasileño, el cambio está próximo.

R. A Juninho le veo animoso y con ganas. No está teniendo acierto, pero no se le pueden negar intención y una actitud, salvo en ocasiones, buena.

P. ¿No pueden jugar juntos?

R. Ocupan una posición muy parecida y por eso, salvo en determinadas circunstancias, es complicado que jueguen juntos.

P. ¿Por qué esa manía de los entrenadores en creer incompatibles a los jugadores de más talento?

R. No es manía, es trabajo, entrenamiento y convicción. Con el sistema que manejamos es difícil ubicar en una misma alineación a estos dos futbolistas.

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