FÚTBOL: 22ª JORNADA DE LIGA

La sombra de Antic

El italiano fue contratado para hacer olvidar al serbio, pero la grada nunca lo aceptó

El Atlético fichó a Arrigo Sacchi a finales del curso pasado con un objetivo claro: acabar con todo lo que oliera a Radomir Antic, un técnico con ascendencia entre la grada, pero cargado de enemigos en el corazón del club. El Atlético buscó un antagonista del serbio, un técnico de prestigio que defendiera exactamente las ideas opuestas. Y contrató a Sacchi, a sus largas y duras sesiones de entrenamientos, a su fútbol poco brillante pero sólido, a la táctica sobre todas las cosas, a la teoría de que el mejor ataque es una buena defensa... Pero son precisamente esos rasgos contrarios a An...

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El Atlético fichó a Arrigo Sacchi a finales del curso pasado con un objetivo claro: acabar con todo lo que oliera a Radomir Antic, un técnico con ascendencia entre la grada, pero cargado de enemigos en el corazón del club. El Atlético buscó un antagonista del serbio, un técnico de prestigio que defendiera exactamente las ideas opuestas. Y contrató a Sacchi, a sus largas y duras sesiones de entrenamientos, a su fútbol poco brillante pero sólido, a la táctica sobre todas las cosas, a la teoría de que el mejor ataque es una buena defensa... Pero son precisamente esos rasgos contrarios a Antic los que han tumbado a Sacchi, un técnico que siempre ha estado bajo sospecha. No caló entre la grada, que le reprochó cada una de sus decisiones; tampoco se ganó completamente a la plantilla, disconforme con algunos gestos del técnico, y nunca convenció a Jesús Gil, quien ya en el mes de noviembre atacó duramente al entrenador y le exigió cambios inmediatos. Todo por defender a muerte sus particulares principios futbolísticos, exactamente los mismos que cautivaron al Atlético cuando decidió contratarle. Una buena racha de resultados, reforzados por la victoria del Atlético en el Camp Nou, pospusieron un final que la grada reivindicó siempre. Sacchi deja el Atlético siete meses después de su llegada. Desde entonces, los reproches que ha escuchado han sido siempre los mismos:- Aburrimiento. Ni en sus mejores actuaciones el Atlético ha conseguido seducir por su juego. Mucha táctica, mucho despliegue físico, pero poca fantasía. Ni se ha divertido ni ha divertido. Los rojiblancos han jugado casi siempre un fútbol plomizo.

- Fichajes decepcionantes. Sacchi tiene poca defensa en este punto. Todas sus recomendaciones han resultado decepcionantes: Njegus, Torrisi, Serena, Venturín... De sus fichajes, sólo Chamot ha mejorado lo que ya había en la plantilla. Y para colmo, cuando llegó autorizó la puesta en venta de Kiko, al que no conocía.

- Lesiones continuas. Sus exigentes y duros sistemas de entrenamiento multiplicaron las lesiones en el equipo. Kiko, Jugovic, Lardín, Torrisi, Aguilera, Chamot... La lista de jugadores con problemas musculares se hizo interminable. El propio Sacchi recurrió a las bajas continuas para justificar los malos resultados, pero su sistema de trabajo tenía algo que ver en esos percances.

- Castigos. Los jugadores desaparecían de las alineaciones, de las convocatorias incluso, por errores aislados en los partidos, por malos entrenamientos. Por ahí, Sacchi fue justo -daba igual el nombre del que fallara: el que erraba, se quedaba fuera-, pero afectó a la moral de los jugadores. Santi, Roberto, Torrisi, Aguilera, Mena, Juninho... Todos pagaron sus errores. Sólo Valerón y Serena parecían intocables.

- Excusas en las derrotas. Tampoco gustó en la plantilla la costumbre de Sacchi de recurrir a las mismas frases en las derrotas, todas apuntando hacia los jugadores: la falta de experiencia de algunos -de la que no se acordaba en las victorias- y las bajas de Vieri y los lesionados -no los nombraba en los triunfos-. - Juninho. Con su actitud hacia Juninho, Sacchi confirmó uno de los valores que le dieron fama: no se casa con nadie. Sin embargo, las suplencias del brasileño le distanciaron de la afición, que nunca logró entenderlas.

- El sistema. Se tiró con bala contra él en los primeros días. Sacchi reclamó paciencia, y el tiempo demostró que su sistema era efectivo, pero también demasiado arriesgado cuando no se ejecutaba a la perfección.

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