XIII CONGRESO DEL PP

Saldos y oportunidades

Con todo aprobado y un lema de grandes almacenes se inauguró el congreso del PP

Una vez escogida y designada la nueva dirección, aprobadas las ponencias y debatidas las diferencias, se inauguró ayer el XIII Congreso del PP. Un congreso en que la mayor incógnita era saber dónde se sentaba a tanto invitado. Lo demás se da por hecho, sabido y aceptado. Da gusto. Funciona todo sobre ruedas. El proyecto para un nuevo siglo, dice el lema. Y añade un misterioso La España de las oportunidades que, por la fecha, parece más acorde con las rebajas y los saldos de grandes almacenes que con la seriedad del partido gobernante. Pero son ganas de buscar las vueltas porque a...

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Una vez escogida y designada la nueva dirección, aprobadas las ponencias y debatidas las diferencias, se inauguró ayer el XIII Congreso del PP. Un congreso en que la mayor incógnita era saber dónde se sentaba a tanto invitado. Lo demás se da por hecho, sabido y aceptado. Da gusto. Funciona todo sobre ruedas. El proyecto para un nuevo siglo, dice el lema. Y añade un misterioso La España de las oportunidades que, por la fecha, parece más acorde con las rebajas y los saldos de grandes almacenes que con la seriedad del partido gobernante. Pero son ganas de buscar las vueltas porque aquí hay PP para rato, dicho sea sin ánimo de señalar.Lo han dicho todos y cada uno de los oradores. Así que, despejada cualquier duda, cualquier posible equívoco, cada uno ha venido a verse y dejarse ver. Y hasta a aguantar calladamente los inconvenientes del calor y el afecto de las multitudes. Como Ana Botella, que no descompone el gesto entre beso, sonrisa, apretón, roce y caricia, incluso. Todo lo sufre con la resignación de quien sabe que el poder -¡ay!- tiene estas cosas. O -más mérito- como Esperanza Aguirre, que llega con dos muletas que sostienen su cuerpo doliente. "Esquiando", dicen. Y no hace falta añadir más.

Pero, al final, todos entran en la gran sala de plenos a través de ese magnífico túnel azul eléctrico, semitransparente, con agujeros que simulan noche estrellada, con moqueta, azul también, adornada de diminutos círculos blancos. Túnel del tiempo que te lleva en un suspiro de la derecha al centro. Un puntazo.

Lo más concurrido, la cafetería. Gema Ruiz Cuadrado, alta y rubia -"qué guapa estás, hija", le dice una com-promisaria- explica a unas amigas que el parto fue bien y que el niño es un encanto. "¿Te traigo un chicle?", le dice alguien. "Los hay de menta y yerbabuena". "¿Yerbabuena?", pregunta ella. "Sí, muhé. No de marihuana". Qué cosas. Ríen encantadas.

Cuando Francisco Álvarez Cascos sube al estrado, un minuto de aplausos. ¿Recordó entonces los versos de Kavafis? Seguro. Los que dicen: "Escucha con emoción, mas nunca / con lamentos y quejas de cobarde / y despide, despide a Alejandría que así pierdes". Ya te digo.

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