El Valencia marca los tiempos

El conjunto de Ranieri derrota con inteligencia a la Real Sociedad en Mestalla

Más claro lo tuvo el Valencia, que regresó empolladito de las vacaciones navideñas para despachar a una Real Sociedad intermitente, que aparecía y desaparecía. Cierto que el equipo de Krauss tuvo un inicio efervescente y una actitud combativa durante todo el encuentro, pero fue el Valencia quien marcó los tiempos adecuadamente: cuándo atacar, cuándo defender, cuándo adornarse o cuándo actuar expeditivamente. Claro que para eso el equipo de Ranieri dispuso de Milla, cuya participación resultó capital: de su cabeza partieron todas las órdenes correctas. El Valencia, con el triunfo de ayer, ratif...

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Más claro lo tuvo el Valencia, que regresó empolladito de las vacaciones navideñas para despachar a una Real Sociedad intermitente, que aparecía y desaparecía. Cierto que el equipo de Krauss tuvo un inicio efervescente y una actitud combativa durante todo el encuentro, pero fue el Valencia quien marcó los tiempos adecuadamente: cuándo atacar, cuándo defender, cuándo adornarse o cuándo actuar expeditivamente. Claro que para eso el equipo de Ranieri dispuso de Milla, cuya participación resultó capital: de su cabeza partieron todas las órdenes correctas. El Valencia, con el triunfo de ayer, ratificó su solvencia en Mestalla, donde ha ganados todos los partidos menos uno, ante el Barcelona. Pese a que la Real Sociedad volvió a la competición muy vigoroso (ahí estuvo la verticalidad de De Paula, que venía hambriento de fútbol tras la empalagosa Navidad), fue el Valencia el que acabó por domeñar el partido. Lo tenía mejor preparado: con tan sólo tres defensas y un Milla muy fino en el eje del equipo, repartiendo juego a las entradas por las bandas, que llegaban caudalosas con las carreras de Mendieta y de Angulo.

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Durante media hora, el partido tuvo un ritmo inesperado. Muy alto. Con una ligera preponderancia local, la Real, no obstante, se desplegaba con criterio. El cuero volaba de una portería a otra en una noche que podría bautizarse como la noche de los trallazos: la inauguró Schwarz con uno zurdo de mucho gusto, y le siguieron Mendieta, en una falta con efecto que repelió el poste, y De Pedro, que obligó a Cañizares a desplegar su notable envergadura. Vlaovic también tuvo su protagonismo, aunque se nota que no está fino. Pese a ello, un espectacular remate suyo aumentó la temperatura del encuentro y la grada.

La belleza del disparo desde larga distancia se sucedió ayer en Mestalla, aunque hubo quien se llevó la palma. El balón que sale disparado de la bota de Schwarz describe parábolas imprevisibles para los porteros, que contemplan impotentes que aquella pelota que venía se aleja de su área de influencia inexorablemente. Por cuarta vez en esta Liga, el centrocampista sueco buscó ángulo de portería, se acomodó la pelota a su izquierda y pintó un gol por la escuadra. Schwarz, en suma, es un consumado artillero que, sin embargo, apenas se prodiga. Chuta poco, muy poco. No desperdicia su prodigiosa zurda en alardes innecesarios. O sea, que es de una efectividad extrema.

Cansado de observar cómo Vlaovic dilapidaba una ocasión tras otra, Ranieri lo retiró del campo y devolvió a Angulo a la delantera. Y el Valencia salió ganando, porque a partir de entonces contó con dos delanteros: Angulo y Claudio López. Kovacevic, por su parte, sólo apareció tras la reanudación. Y lo hizo de manera aparatosa. Se marchó con potencia de unos y otros en la zaga valencianista, que tuvo que pedir refuerzos de urgencia a la línea de medios. Con éxito.

Ahí estuvo el empate en un par de ocasiones, que se frustraron en la última milésima de segundo y en el último milímetro. El Valencia pasó apuros durante algunos minutos. En realidad, el choque se había desbocado completamente, que es lo mismo que decir que se le ponía muy bien a Claudio Piojo López, que quebraba, chocaba y corría. Se divertía. Lo que supone a menudo el anuncio de un gol. A su favor, claro. Recibió de Roche un pase raso en profundidad; por primera vez con ventaja, el Piojo encaró a Alberto, y le buscó las cosquillas, que las tenía por el palo corto. El gol de López enmudeció a la Real, que reaccionó demasiado tarde.

Krauss echó mano del menudo Aldeondo como recurso desesperado. Sa Pinto dio rienda suelta a su alto espíritu competitivo y la Real trató de arrinconar al Valencia, que, con esa ventaja, vivía muy cómodo. Achicaba agua sin grandes agobios el grupo de Ranieri y lanzaba cuando podía al Piojo, que lo buscaba todo.

El choque, en cambio, se embruteció sin remedio en este último tramo. Atacaba sin claridad la Real y se defendía sin pudor el Valencia, con el balón en la hoguera. Donde estuvo hasta que entró el rumano Serban y le dio por unos minutos un trato mucho más respetuoso. A simple vista, parece un jugador elegante, bien dotado técnicamente y con visión de juego. Es decir, un refuerzo muy apropiado para el centro del campo del Valencia, en el que hay excedencia de trabajo y escasez de talento.

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