La libreta se queda en blanco

Louis van Gaal ha perdido su condición de capataz del Barça

Fracturado socialmente y despersonalizado futbolísticamente, presa del negativismo y el cansancio, el barcelonismo ha convergido en el punto del dolor: el equipo no sanará mientras no se prescinda de Louis van Gaal (47 años).Nadie como el ténico holandés ha juntado a la hinchada en lo bueno y en lo malo. El Camp Nou le recibió al completo como redentor y, un año y medio después, la afición se volvió a reunir en el estadio para exigirle que se fuera, por impostor.

No ha respondido Van Gaal a ninguno de los valores que se le suponían. Perdido Ronaldo, jubilado Robson, sometido al inte...

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Fracturado socialmente y despersonalizado futbolísticamente, presa del negativismo y el cansancio, el barcelonismo ha convergido en el punto del dolor: el equipo no sanará mientras no se prescinda de Louis van Gaal (47 años).Nadie como el ténico holandés ha juntado a la hinchada en lo bueno y en lo malo. El Camp Nou le recibió al completo como redentor y, un año y medio después, la afición se volvió a reunir en el estadio para exigirle que se fuera, por impostor.

No ha respondido Van Gaal a ninguno de los valores que se le suponían. Perdido Ronaldo, jubilado Robson, sometido al intervencionismo de Núñez y de la plantilla, el Barça se entregó al holandés, cuya estampa y currículo garantizaban seguridad,un plus de vanidad y, sobre todo, ofrecían un hilo de juego para reencontrarse con el fútbol luminoso y sabroso de Cruyff, sometido a una política de extinción desde que fue destituido en una tarde de brujas.

Van Gaal no tenía hijo sino dos hijas; ni representante; ni amigos en la prensa; ni pedía la Torre Eiffel. Todo lo contrario: se le veía muy capaz de sacar otra camada como aquella del Ajax que en 1995 acabó con la jerarquía del Milan de Capello en la Copa de Europa; y, además, era un hombre de empresa, un capataz que, en la derrota, jamás se justificaría cuestionando al patrón. El eslogan era muy seductor: los jugadores, a la sala de juego; los directivos, a la sala de juntas; y los periodistas, a la sala de prensa.

Falsas expectativas. Van Gaal ha acabado por generar hostilidad en los distintos sectores del club. Transmite un mensaje erróneo, anacrónico, tirante y futbolísticamete intransigente. Es un tipo que cae mal. Riñe a los socios, que no le perdonan haber deshumanizado al club más romántico; discute con los periodistas, que le flagelan por su falta de imaginación; ha perdido ascendente sobre el plantel, que de temerle ha pasado a menospreciarle; y su intimidad con el presidente le ha restado credibilidad.

Al equipo no se le ven los huesos, cansado de dar tumbos sobre la cancha, y no hay ni señas de un estilo de juego. Ha devaluado la plantilla, desilusionado a la cantera y vaciado la caja con un gasto de 14.000 millones de pesetas. Ridiculizado en Europa, ni siquiera se le atribuye la paternidad del doblete pasado, pues ninguno de los protagonistas (Rivaldo, Luis Enrique, Figo o Giovanni) es hijo deportivo suyo.

El coste sentimental, económico y social de su proyecto, hipotecado por el adiós de Lo Pelat, difícilmente podrá ser compensado deportivamente. Negado para los fichajes, Van Gaal ha sobrevivido por el interés que despertaba su libreta, compendio de su proyecto. Hoy, sin embargo, hay la sospecha de que el bloc está en blanco, aunque Núñez, siempre visionario, confía aún en encontrar una hoja con notas suficientes para sobrevivir hasta junio. La junta, en cualquier caso, ya le advirtió de que la voracidad del técnico no parará hasta comerse al presidente.

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