BALONCESTO: LIGA ACB

La 'zona Luyk' produjo un cortocircuito

El Madrid salvó con los minutos finales un partido que había dominado el Barcelona

Habrá que ser justos y dar el tributo que se merece a la zona Luyk. Bauticemos así de una vez por todas a la zona 1-3-1 que tan bien ejecuta el Real Madrid cuando se encuentra en apuros y, como es el caso de ayer, no está Herreros en su sitio. Hagámoslo porque Clifford Luyk ha utilizado con indudable éxito este subterfugio táctico en sus dos épocas como técnico madridista. Tiempo ha transcurrido para que Luyk merezca el derecho a tener la patente. Entre otras cosas, porque la zona Luyk sirvió para que el Madrid derrotara al Barcelona en última instancia, como de improviso. El Barcelona acabó e...

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Habrá que ser justos y dar el tributo que se merece a la zona Luyk. Bauticemos así de una vez por todas a la zona 1-3-1 que tan bien ejecuta el Real Madrid cuando se encuentra en apuros y, como es el caso de ayer, no está Herreros en su sitio. Hagámoslo porque Clifford Luyk ha utilizado con indudable éxito este subterfugio táctico en sus dos épocas como técnico madridista. Tiempo ha transcurrido para que Luyk merezca el derecho a tener la patente. Entre otras cosas, porque la zona Luyk sirvió para que el Madrid derrotara al Barcelona en última instancia, como de improviso. El Barcelona acabó el partido con una empanada mental de consideración, en medio de un cortocircuito. Y el Madrid, que estuvo por detrás en el marcador algo así como 37 minutos, llegó al final con una idea clara en la cabeza. En esas circunstancias, con el tiempo apretando y la victoria en el aire, una buena idea vale mucho. Esa idea era la zona Luyk.Hacía tiempo que no se hablaba de un Madrid-Barça en condiciones, los dos equipos en su sitio, bien plantados, armados a destajo, sin crisis internas en su camerino, en plena disputa por el liderato. No habían coincidido así en algunos años a estas alturas de la temporada. Así que el choque de ayer guardaba cierta melancolía: no existía el drama de otras épocas, no podíamos establecer un duelo personalizado por falta de caracteres individuales a falta de contrastar (ese choque Herreros-De la Fuente, por ejemplo), hasta el escenario resultaba un tanto neutro, pero al menos parecía un Madrid-Barça. Es decir, los dos luchaban por el liderato a conciencia.

REAL MADRID 75

BARCELONA 70Real Madrid: Lasa (2), Angulo (21), Herreros (9), Struelens (15), Beard (15); Santos (0), Victoriano (11), Martin (2). Barcelona: Nacho Rodríguez (5), De la Fuente (6), Gurovic (1), Alston (28), Dueñas (5); Fernández (10), Rentzias (8), Marcos (3), Esteller (4). Árbitros: Betancor, García Ortiz y Hierrezuelo. Lleno en el pabellón Parque Corredor de Torrejón. Unos 5.000 espectadores.

En la puesta en escena, el Barcelona dio mejor impresión. Su defensa tiene un punto más de solidez que la del Madrid y eso le permitió dominar el partido desde los primeros minutos. Para ello fue necesario que el joven De la Fuente, de cuyos progresos se seguirá hablando, tomara la responsabilidad de anular a Herreros; tan bien lo hizo que Herreros se fue al descanso con una sola canasta en su haber. A partir de ahí, el Madrid sufrió los suficientes apuros como para que el despliegue de Struelens no fuera suficiente. Había igualdad en los rebotes e igualdad en el tiro exterior, pero la defensa le pemitió al Barcelona marcar el ritmo de las cosas. Llegó a contar con nueve tantos de ventaja (17-26) y a sembrar la amenaza de una victoria cómoda.

Fue entonces cuando el Madrid puso en juego la zona Luyk y a Lucas Victoriano en el puesto de base. Cierto es que el hispano-argentino crea una atmósfera favorable por su capacidad para encestar desde la misma cocina, pero no es menos cierto que la zona en cuestión fue la que realmente terminó por incomodar al Barcelona. Victoriano hizo su triple y el Madrid acortó distancias hasta dejar el marcador poco menos que en tablas (37-40).

La segunda parte fue una fotocopia de la primera. No estábamos viendo un Madrid-Barça devastador, no había ojos fuera de sus órbitas ni gestos de crispación. Tampoco era un Madrid-Barça de salón. La estética era correcta, más académica que sentimental. En esas, el Barcelona volvió a su sesudo control defensivo que le permitió la primera y única ventaja de diez puntos (51-61 a falta de siete minutos), Alston era un seguro bajo la zona rival (20 de los primeros 40 tantos del Barça fueron suyos), Nacho Rodríguez llevaba las riendas con soltura y De la Fuente seguía con su trabajo tras la sombra de Herreros. La situación parecía límite porque al Madrid sólo le funcionaba bien Angulo.

Era el momento de tomar una decisión: volver a la zona Luyk. En cuatro minutos, el Madrid había arreglado la avería (64-63) y el partido entraba en zona de definición. Quedaban tres minutos, pero el Barcelona se había bloqueado por completo; sus jugadores jugaban de forma estática y apenas se reconocían unos a otros. Lo que son las cosas, toda la espesura que mostraba uno era sencillez en el otro. Los jugadores azulgrana dudaban de cada paso que daban, obligados a jugar muy distanciados unos de otros; el equipo se había descolocado al completo, cada mensaje llevaba una falta de ortografía. Se sucedieron los errores y la hemorragia se hizo imparable, como lo demuestra que el Madrid cobrara su mayor ventaja con el marcador final. Sujeto a esa zona 1-3-1, el Madrid había actuado por un simple acto reflejo: balón recuperado y contraataque. No tuvo que pensar más. Tenía una idea en la cabeza. Una sola. Pero era buena. La zona Luyk.

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