Zaplana prepara una profunda renovación del PP para después de las elecciones autonómicas El presidente afirma que no tiene el más mínimo interés en hacer carrera en Madrid

El PP debe vivir un proceso de renovación permanente para mantener la tensión y el atractivo ante el electorado. Y la renovación ideológica se traduce en caras nuevas aunque a veces resulte "desagradable" prescindir de colaboradores próximos. Eduardo Zaplana, presidente de la Generalitat y del PP en la Comunidad Valenciana, comentó con inusual franqueza sus planteamientos sobre el futuro de su partido durante una cena coloquio el jueves en L`Eliana, y advirtió sobre la profunda remodelación que prevé para dejar el partido en manos jóvenes en su segunda legislatura.

Zaplana se remontó a ...

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El PP debe vivir un proceso de renovación permanente para mantener la tensión y el atractivo ante el electorado. Y la renovación ideológica se traduce en caras nuevas aunque a veces resulte "desagradable" prescindir de colaboradores próximos. Eduardo Zaplana, presidente de la Generalitat y del PP en la Comunidad Valenciana, comentó con inusual franqueza sus planteamientos sobre el futuro de su partido durante una cena coloquio el jueves en L`Eliana, y advirtió sobre la profunda remodelación que prevé para dejar el partido en manos jóvenes en su segunda legislatura.

Zaplana se remontó a la transición para explicar la necesidad de remodelar el partido a partir de su propia experiencia política. El presidente recordó como la caída de Unión de Centro Democrático en la elecciones de 1982 modificó definitivamente el mapa político español y propició que los socialistas pudieran disfrutar del poder durante tres legislaturas, las dos primeras con mayoría absoluta. El gran error que cometieron los socialistas, según el presidente, consistió en dormirse en los laureles y presentar una y otra vez las mismas caras ante el electorado. La uniformidad propició el agotamiento en un proceso paralelo a la renovación del Partido Popular impulsada por José María Aznar. El presidente admitió que en 1989, cuando Aznar encabezó por primera vez el cartel electoral, el PP "estaba muy a la derecha" y albergaba a muchos destacados militantes vinculados con épocas pretéritas. Arropado por los jóvenes con los que compartió militancia en Unión de Centro Democrático, Zaplana se sumó al proyecto del actual presidente de Gobierno para cambiar la cara al PP. El congreso nacional de los populares previsto para finales de enero pretende, según anticipó Zaplana, mantener vivas las propuestas ideológicas para atender a las nuevas demandas de una sociedad cambiante. Desde una posición de liderazgo indiscutido, Aznar apostará por renovar las propuestas y asumirá con crudeza que debe prescindir de algunos de sus más íntimos colaboradores. El propio Zaplana prevé que el congreso que celebrarán los populares valencianos en septiembre le obligará a tomar decisiones desagradables. A partir de la convicción de que renovará el mandato al frente de la Generalitat, el presidente hizo una cómoda estimación del futuro congreso, en el que pretende asentar al "ramillete de jóvenes" que considera capacitados para sucederle. La culminación de su tarea política sería consolidar un partido "joven, fuerte y dinámico" capaz de afrontar con garantías la convocatoria electoral inicialmente prevista para el 2003. Y dejó caer sin titubeos que ejercerá el indiscutible liderazgo que espera disfrutar entonces. Zaplana reiteró que no optará bajo ningún concepto a un tercer mandato en la Generalitat y rechazó rotundamente que aspire a desplazarse a Madrid para luchar por la sucesión de Aznar, que también ha reiterado que no permanecerá en el cargo más de ocho años. El presidente aseguró que sólo aspira a disfrutar de una vida apacible y dio a entender que la intensidad de la actividad política puede llegar a ser agotadora. Un segundo mandato al frente de la Generalitat le permitiría culminar los objetivos que se trazó cuando llegó al cargo con la misma ilusión que el primer día, pero un tercero podría desembocar en cierta desidia o falta de perspectiva. "En política, cuando uno está mucho tiempo, le echan", bromeó, y citó los casos de Adolfo Suárez o Felipe González para ilustrar el comentario. "Yo espero irme un minuto antes de que me echen, o un poco antes". Concedió que es difícil dejar la vida política totalmente, pero aseguró que sólo aspira a ejercer cierta influencia en la Comunidad Valenciana y que la perspectiva de ocupar un alto cargo en Madrid no le resulta atractiva. "¿A un ministerio?", se preguntó, para desestimar la posibilidad alegando que la presidencia de la Generalitat le ha permitido una autonomía que difícilmente podría disfrutar como miembro del Gobierno central. Otras metas las rechazó rotundamente, pero no de plano. En todo su discurso había un latiguillo permanente: "En política, nunca se sabe".

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