El fútbol en Japón tiene otro color

El público apoyó a Roberto Carlos en Tokio, se ve la repeticiónde los goles, no hay un único reultado en el marcador.

No está del todo claro si la Copa Toyota (o Intercontinental como prefieren los clásicos) mantendrá su sede en Tokio o se trasladará finalmente a Los Ángeles. En cualquier caso, se puede hablar de 18 años de experiencia de este duelo en Japón, que se apresta a organizar junto a Corea del Sur el Mundial del 2002. Pues bien, a pesar del tiempo transcurrido, de la importación de estrellas internacionales en edad de merecer, de su trabajo para promocionar el fútbol, ver un partido en Japón no deja de producir una sensación extraña.Tal fue el caso de la final que disputaron Real Madrid y Vasco de G...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

No está del todo claro si la Copa Toyota (o Intercontinental como prefieren los clásicos) mantendrá su sede en Tokio o se trasladará finalmente a Los Ángeles. En cualquier caso, se puede hablar de 18 años de experiencia de este duelo en Japón, que se apresta a organizar junto a Corea del Sur el Mundial del 2002. Pues bien, a pesar del tiempo transcurrido, de la importación de estrellas internacionales en edad de merecer, de su trabajo para promocionar el fútbol, ver un partido en Japón no deja de producir una sensación extraña.Tal fue el caso de la final que disputaron Real Madrid y Vasco de Gama. El público dispensó un trato de favor a Roberto Carlos, por encima de cualquier otro protagonista. Era la estrella para el público. Tocaba el balón y un oooh de admiración circulaba por el estadio Nacional. Lo enviaba en largo, y el oooh era más pronunciado. Acudía a sacar un córner y miles de flashes estallaban en las gradas (se entiende: miles de japoneses igual a miles de cámaras fotográficas). Nunca Roberto Carlos se habrá visto en una de ésas.

El público guarda silencio durante el juego, que sólo se rompe en determinadas jugadas, preferentemente balones en largo, saques de falta, regates y disparos a puerta. El público no toma partido, pero parece disfrutar. Disfruta incluso si el lanzamiento a puerta es desafortunado: no hay reproches. Dos pantallas gigantes repiten al momento los goles, posibilidad prohibida en Europa. Extraña verlo, pero resulta de agradecer: se puede recrear la acción y observarla de nuevo con más detalle. Y el público aplaude varias veces el mismo gol con idéntico entusiasmo.

Otro detalle es la gran predisposición de docenas de empleados, repartidos por todo el campo, para que siempre haya un balón en el césped. Sale el balón fuera, y envían uno nuevo. No se pierde tiempo. Cierto es que, a veces, en su exceso de celo llegan a enviar dos.

Un detalle del marcador que también sorprende por Occidente: no existe un único resultado, una cifra omnipresente, indiscutible. No. El marcador refleja el tanteo del primer tiempo (1-0 para el Madrid), el del segundo tiempo (1-1) y luego, el total, 2-1, sin una diferencia gráfica que distinga unos dígitos de otros.

Y para remate, los trofeos. Gana el Madrid y no se lleva una copa sino dos: la clásica, que sólo se puede tener en propiedad si se gana tres veces, y la Copa Toyota. Por Cibeles sólo se paseó una, la de toda la vida. La Copa Toyota quedó al margen. Qué curioso: ¿no será un signo de prepotencia occidental? Sí, jugamos en Tokio (terreno neutral), pagan los japoneses, de acuerdo... pero la Copa que nos interesa es la de siempre. Que es como decir que el fútbol es el nuestro.

Archivado En