Reportaje:FÚTBOL

Cuatro goles sospechosos

Un empresario acusa al portero Sergio Granados de haberse vendido en el partido Málaga - Terrasa, decisivo para el ascenso a Segunda División

Hay goles que marcan una vida. Sergio Granados tiene 23 años, un futuro por delante como guardameta y cuatro goles en su pasado. Cuatro especialmente. Como una cruz a cuestas.El 28 de junio de 1998, bajo los palos de la portería del Terrassa, en el estadio de la Rosaleda, vivió el día más desafortunado de su carrera. Recibió cuatro goles, a decir de las crónicas algunos fueron errores clamorosos (un saque que golpeó en la espalda de un defensa y se marchó para adentro, por ejemplo, o ese balón que, inopinadamente, puso a los pies del delantero rival con todo a su favor, para hacernos una idea ...

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Hay goles que marcan una vida. Sergio Granados tiene 23 años, un futuro por delante como guardameta y cuatro goles en su pasado. Cuatro especialmente. Como una cruz a cuestas.El 28 de junio de 1998, bajo los palos de la portería del Terrassa, en el estadio de la Rosaleda, vivió el día más desafortunado de su carrera. Recibió cuatro goles, a decir de las crónicas algunos fueron errores clamorosos (un saque que golpeó en la espalda de un defensa y se marchó para adentro, por ejemplo, o ese balón que, inopinadamente, puso a los pies del delantero rival con todo a su favor, para hacernos una idea de su tremenda desgracia). Goles clamorosos que se transformaron en goles sospechosos. El Terrassa perdió aquel partido por 4-1 ante el Málaga. Se jugaban ambos el ascenso a la Segunda División. No tardó muchos minutos su entrenador en señalarle con el dedo: "Nuestro portero encajó goles determinantes". El tiempo no ha borrado esa tarde de su memoria. Han pasado cuatro meses. Hace una semana, uno de los mecenas del Terrassa, el empresario Manuel Lao, se soltó la lengua en el periódico local: "Nuestro portero se vendió". Ese portero es Sergio Granados.

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Por eso Manuel Lao explica que no ha vuelto a pisar un campo de fútbol desde entonces.

Desde el 28 de junio exactamente, un día de mucha tensión a lo que parece. Se jugaban el ascenso a Segunda División el Málaga, el Terrassa y el Talavera. Cada cual echó sus cuentas. El Málaga tenía una perspectiva difícil: necesitaba ganar por tres goles de diferencia al Terrasa y confiar que el Talavera no derrotara al Beasain. Y el Terrassa podía hasta perder, pero no por tres goles, mientras que al Talavera sólo le valía la victoria. Por la noche hubo fiesta en Málaga y Beasain. ¿Beasain? No se jugaban nada, pero el empate ante el Talavera (1-1) y el ascenso del Málaga les garantizaba dinero de bolsillo y 15 días de vacaciones con novia o señora en la Costa del Sol, cortesía de un grupo de empresarios malacitanos. Tampoco ha desaparecido la huella de aquel partido. "Los del Beasain estaban primados y encharcaron el campo desde las nueve de la mañana; sus porterías eran 13 centímetros más cortas de lo reglamentario", recuerda aún el presidente del Talavera, Ignacio Valero. "Los del Talavera se portaron muy mal con nosotros. Hasta hace 15 días no han parado de llamarnos para insultarnos", contesta su homólogo del Beasain, Pedro Guibelalde.

Pero el trasunto de aquella jornada fue la goleada que sufrió Sergio Granados, que no habría pasado de ser un desgraciado lance del fútbol si, casi inmediatamente, no se hubiera rumoreado que el guardameta había llegado a un acuerdo con el Mallorca días antes del partido. Y daba la casualidad, fatal casualidad, que Mallorca y Málaga son clubes controlados por empresas de un mismo propietario, Antonio Asensio. Nadie dijo algo por entonces, aunque murmuraciones las hubo. Nadie hasta que Manuel Lao soltó las riendas en las páginas del Diari de Terrassa: "Hubo un portero que se vendió y hubo una persona que lo compró. Ni el entrenador tenía alguna culpa, ni el presidente, ni los que hemos apoyado al club. Mucho Terrassa de toda la vida y mucho llorar, pero que se vaya a la Iglesia a llorar. Nosotros deberíamos estar en Segunda A y estamos en Segunda B. Por culpa de un tío que se vendió".

Lao soltó la bomba y se fue de viaje al extranjero. No habla desde entonces, como no mentan una sílaba los directivos del Terrassa. Ellos hacen mutis.

Efectivamente, el guardameta había decidido cambiar de aires. José Bonet, director técnico del Mallorca, llegó a un acuerdo verbal con Miguel Rabadán, representante del jugador. ¿Cuándo? "Bastante antes de ese partido", dice Bonet. "Pongamos que un mes antes", afirma Rabadán. "Le querían como segundo portero del primer equipo o más exactamente como primer portero del filial (el Mallorca B, de Segunda)", señala el representante. "No establecimos una jerarquía. Era un portero que nos interesaba porque había hecho una temporada interesante. Es uno más de nuestros cinco porteros", matiza el director técnico. Actualmente, Sergio Granados es portero suplente en el Mallorca B. No ha jugado un minuto en Segunda.

El acuerdo significaba que Sergio multiplicaba "por mucho, por seis o por siete" sus ingresos. Pero dice haber desconocido las vinculaciones que podían existir entre el Mallorca y el Málaga. "No sabíamos nada de eso, nos lo dijeron después", asegura el representante, "pero yo digo. Miren los goles. Fueron un desastre, tanto que no era fácil hacerlo a propósito. Si estuviera comprado, ¿no creen que habría disimulado algo más?".

"Esos goles todavía me rondan la cabeza", confiesa el protagonista, Sergio Granados. "Se que soy inocente, pero no puedo explicar lo que pasó. Todavía tengo pesadillas. Algunas noches sueño que he ascendido con el Terrassa". Sergio Granados confía en ser titular del Mallorca ("estoy acostumbrado a superar dificultades"), confía en su futuro. Porque pasado ya tiene: para su desgracia, cuatro goles difíciles de olvidar.

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