Crítica:

Nueva York en el ADN

Lou Reed (Nueva York, 1942) tenía 10 años cuando contactó con quien iba a enseñarle a tocar la guitarra. Le entregó un disco de Carl Perkins y le pidió que le dijera qué hacer para sonar de aquella manera. Y el profesor le transmitió la fórmula de los tres acordes: el rock and roll. Los suficientes para componer algunas de las mejores canciones del lado sucio de la música popular de este siglo.La anécdota la cuenta el propio músico en Lou Reed, corazón de rock and roll, el documental que emite hoy Canal+ (23.53), coincidiendo con su estreno en el Festival de San Sebastián, y en el que el autor...

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Lou Reed (Nueva York, 1942) tenía 10 años cuando contactó con quien iba a enseñarle a tocar la guitarra. Le entregó un disco de Carl Perkins y le pidió que le dijera qué hacer para sonar de aquella manera. Y el profesor le transmitió la fórmula de los tres acordes: el rock and roll. Los suficientes para componer algunas de las mejores canciones del lado sucio de la música popular de este siglo.La anécdota la cuenta el propio músico en Lou Reed, corazón de rock and roll, el documental que emite hoy Canal+ (23.53), coincidiendo con su estreno en el Festival de San Sebastián, y en el que el autor de Heroin explica que "Nueva York es casi como mi ADN". La ciudad, efectivamente, es el telón de fondo de sus mayores aventuras creativas. Sobre todo porque Lou Reed ha incorporado desde siempre el ruido de sus conflictos más radicales en sus letras y en su música. La droga, la soledad, la violencia, la marginación, son temas que ha tratado con toda su crudeza. "Puedes pegarme todo lo que quieras, pero ya no te quiero", escribe en una canción. Y en otra: "He matado a un hombre porque necesitaba un subidón".

Fotos fijas se suceden en un montaje vertiginoso junto a retazos de actuaciones y las opiniones de la gente más variada -David Bowie, David Byrne, Patti Smith, John Cale, Andy Warhol, Lee Ranaldo- en este documental que cubre todas las épocas de un músico que ha cambiado muchas veces de máscara. El cínico y distante líder de la Velvet Underground fue luego el delgado y sofisticado transformista de la época de Walk on the wild side y después un adulto que observa con ironía el mundo. Siempre fue coherente con un desafío: mirar frente a frente el infierno y contarlo. Para hacerlo "me inventé a mí mismo", confiesa. Una vez inventado, Lou Reed miró a Lou Reed y se metió en su piel hasta el fondo.

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