Agua

ADOLF BELTRAN A cuenta de un servicio público imprescindible, el microcosmos del poder valenciano pulula alrededor de un gran negocio. En realidad, la coyuntura se parece mucho más de lo que cabría esperar a la que reinaba en la segunda mitad del ochocientos, después de que aquel enérgico político conservador y hombre de negocios perspicaz que fue el Marqués de Campo abriera las primeras fuentes de agua potable en la ciudad e hiciera posible la llegada del gas. La polémica que envuelve actualmente a la empresa Aguas de Valencia, acuciada por la perspectiva de que la concesión del suministro d...

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ADOLF BELTRAN A cuenta de un servicio público imprescindible, el microcosmos del poder valenciano pulula alrededor de un gran negocio. En realidad, la coyuntura se parece mucho más de lo que cabría esperar a la que reinaba en la segunda mitad del ochocientos, después de que aquel enérgico político conservador y hombre de negocios perspicaz que fue el Marqués de Campo abriera las primeras fuentes de agua potable en la ciudad e hiciera posible la llegada del gas. La polémica que envuelve actualmente a la empresa Aguas de Valencia, acuciada por la perspectiva de que la concesión del suministro debe renovarse en el año 2002, descara todos los engranajes y todos los intereses de la derecha económica y política valenciana del final de milenio, no muy diferentes de los que movían a las oligarquías urbanas hace más de un siglo. Un vago discurso localista trata de justificar las maniobras, con la excusa de la participación francesa en el asunto. La multinacional Bouygues, a través de su filial Saur Internacional, es mayoritaria en la empresa concesionaria, donde tienen también una presencia menor el Banco Central Hispano y el Banco de Valencia, que ha servido de ariete para el asalto de las gentes del PP a la compañía. La instrumentalización de Bancaixa por la Generalitat, que tantas tensiones políticas ha provocado desde que Zaplana llegó al poder y modificó los criterios de elección de sus órganos de gobierno, es uno de los aspectos llamativos. Mientras el Ayuntamiento presidido por Rita Barberá apunta, como alternativa a la batalla que se está librando, la posibilidad de crear una sociedad mixta participada mayoritariamente por capital valenciano para explotar el suministro, Bancaixa, a través del 5% de la acciones que posee el Banco de Valencia, fuerza la entrada en la dirección de Aguas de Valencia de personas de su confianza, en contra de la voluntad de los principales accionistas. La entidad de ahorro que preside Julio de Miguel revela así, una vez más, su alto grado de supeditación a las directrices de la presidencia del Consell. A la gente le cuesta a veces mantener la compostura cuando tiene entre manos un negocio importante. En esta ocasión, el perfil del PP resulta muy poco fotogénico. A ello contribuye la contratación en Aguas de Valencia, como ejecutivo de relaciones internacionales, del ex concejal Salvador Palop, interlocutor desenfadado de Zaplana en unas amenas grabaciones cuya validez anularon los tribunales por su obtención irregular en el caso Naseiro, uno de los escándalos pioneros de supuesta financiación ilegal de partidos políticos. Las de Valencia, en fin, son aguas turbulentas

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