FRANCIA 98

La pareja de moda

Era tan bonito que parecía imposible evitarlo. Hay quien dice que las sucesivas lesiones de Guivarc'h y Dugarry estaban en realidad programadas. Que Jacquet, el técnico, para no contradecir a sus críticos que le acusarían de falta de valentía y de remar siempre a favor de corriente, esperó a que pasara lo que debía pasar para dar el gusto a toda la afición, a todos los anunciantes, a todos los amantes del fútbol-fiesta. Al final, era inevitable, la delantera francesa acabó siendo Henry-Trezeguet. 40 años entre los dos, casi menos que Leighton o Matthäus a solas. Una pareja que hacía soñar cada...

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Era tan bonito que parecía imposible evitarlo. Hay quien dice que las sucesivas lesiones de Guivarc'h y Dugarry estaban en realidad programadas. Que Jacquet, el técnico, para no contradecir a sus críticos que le acusarían de falta de valentía y de remar siempre a favor de corriente, esperó a que pasara lo que debía pasar para dar el gusto a toda la afición, a todos los anunciantes, a todos los amantes del fútbol-fiesta. Al final, era inevitable, la delantera francesa acabó siendo Henry-Trezeguet. 40 años entre los dos, casi menos que Leighton o Matthäus a solas. Una pareja que hacía soñar cada fin de semana a los aficionados del Mónaco y que hace vibrar, desde la goleada a Arabia Saudí, a toda Francia y parte del extranjero.Entre ambos han conseguido ya cuatro goles (tres a uno, a favor de Henry) y han borrado de las rutinas de la mayoría esa noción que hablaba, desde hace muchos años, de la debilidad ofensiva de la selección francesa.

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Han sido los héroes joviales (felices, relajados, la nota pícara de maître Aimé) de la liguilla, una fase en que la debilidad general de los rivales (Suráfrica, Arabia, Saudí, Dinamarca) les ha permitido destacar de entrada, pero ahora llegan los momentos serios, la zona del Mundial en que cualquier error no se pude solucionar al día siguiente. Les ha llegado el momento de soportar la presión, de saber Henry que una de sus carreras, o regates o disparos puede ser el arma que marque la diferencia frente a un rival coriáceo; de saber Trezeguet que aquella bola a la que no llegó por centímetros no la volverá a tener tan cerca.

Los que les conocen dudan aún un poco de su madurez, sobre todo de la de Henry. Pero nadie duda que ha llegado el momento de lanzarles a la piscina, aunque no tenga agua.

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