Los suplentes de Francia también ganan

Pese a la derrota, Dinamarca acompañará a los anfitriones a octavos de final

Si Desailly hubiera sido Dunga, es posible que mañana hubiera que guardar un minuto de silencio por Petit. Afortunadamente para el medio centro francés, su compañero central es más templado. Desdichadamente para Francia, ni Karembeu es Thuram, ni Candela Lizarazu, ni Vieira Deschamps, ni Pires Henry. A la Francia de los suplentes le faltó calidad, convicción y concentración. Pero a la Dinamarca de los hermanos Laudrup le faltó imaginación y osadía.Entre ambos equipos convirtieron un encuentro de pleno Mundial en mero amistoso y contentos lo acabaron los dos. La Francia anfitriona iguala a la I...

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Si Desailly hubiera sido Dunga, es posible que mañana hubiera que guardar un minuto de silencio por Petit. Afortunadamente para el medio centro francés, su compañero central es más templado. Desdichadamente para Francia, ni Karembeu es Thuram, ni Candela Lizarazu, ni Vieira Deschamps, ni Pires Henry. A la Francia de los suplentes le faltó calidad, convicción y concentración. Pero a la Dinamarca de los hermanos Laudrup le faltó imaginación y osadía.Entre ambos equipos convirtieron un encuentro de pleno Mundial en mero amistoso y contentos lo acabaron los dos. La Francia anfitriona iguala a la Italia del 90, el último organizador en ganar los tres partidos de la liguilla inicial. Números buenos para el soso Jacquet. Y la Dinamarca en decadencia logra un éxito importante al pasar a octavos. Allí, contra Nigeria, ya se verá lo que puede aguantar.

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Dunga le echó a su compañero Bebeto la bronca del Mundial. Por poco se le echa al cuello por no ponerse delante de un marroquí que sacó con rapidez una falta y pilló mal colocada a la defensa brasileña.

El colérico medio centro puso en tensión a su equipo, no le dejó relajarse. Petit hizo ayer algo más tonto y peligroso. Michael Laudrup, el grande, forzó una falta en el borde del área. Vio la cosa clara y reclamó la pelota con rapidez, y Petit, que se había hecho con ella, se la puso en la mano. Luego no se colocó delante para dar tiempo a su equipo a colocar la barrera, sino que dio la espalda a Laudrup, al balón y al árbitro, y se alejó del lugar tal como haría un recogepelotas.

Sus compañeros de equipo (Karembeu, Leboeuf, Vieira) tampoco es que estuvieran mucho más pendientes del rubio con el balón. Como si estuvieran silbando, miraban para otro lado. Laudrup, el de la gran velocidad mental, cogió el balón, lo puso en el suelo y agachado como estaba lo sacó en profundidad al punto de penalti. Desailly, el único atento, llegó tarde a cortarlo, le estorbó otra vez Petit por el camino, y Candela, el hombre que marcaba al destinatario del balón, Jorgensen, le tuvo que frenar en penalti. Lo marcó Michael Laudrup.

Los suplentes salieron, eso dice la teoría, a ganarse el puesto, a dejarse ver en el escaparate. Lo hicieron, pero sólo mostraron sus deficiencias: se saben suplentes y no juegan para el equipo. Karembeu, correcto en defensa, no supo dar salida al balón y mucho menos subir al extremo. Leboeuf, impenetrable, no tiene el sentido del juego y la claridad de ideas de Blanc; por la banda izquierda, Candela hizo lo mismo que Karembeu, aunque supo también sacarse un pase profundo para que Trezeguet forzara un penalti; Vieira, el bestia, barre como nadie, pero después ¿qué?, pelotazos; y Pires, el habilidoso, no tiene ni la velocidad, ni la fuerza, ni el instinto de Henry para abrir el campo. Y no es que conformaran un mal equipo: ellos también habrían clasificado a Francia para octavos.

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