Tribuna:

Oriamendi

Que no quiero verla, que no quiero ver la sangre de España sobre la arena el próximo miércoles y me voy al cabo Nort para orientarme un poco. De perder o empatar ante Bulgaria, la selección española de fútbol alcanzaría una de sus peores clasificaciones en los campeonatos del Mundo en que ha participado, precisamente cuando España va tan bien, y el gafe Aznar, imprudentemente, visitó a los jugadores españoles y les impuso sobre las espaldas el Excalibur de la mayoría natural. Y de producirse nuestra eliminación precisamente en 1998, me temo que una melancolía noventayochista descendería sobre ...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Que no quiero verla, que no quiero ver la sangre de España sobre la arena el próximo miércoles y me voy al cabo Nort para orientarme un poco. De perder o empatar ante Bulgaria, la selección española de fútbol alcanzaría una de sus peores clasificaciones en los campeonatos del Mundo en que ha participado, precisamente cuando España va tan bien, y el gafe Aznar, imprudentemente, visitó a los jugadores españoles y les impuso sobre las espaldas el Excalibur de la mayoría natural. Y de producirse nuestra eliminación precisamente en 1998, me temo que una melancolía noventayochista descendería sobre nuestras cabezas, mientras los Van Gaal, Sacchi y compañía liquidarían a jugadores españoles a precio de saldo, incluido Iván de la Peña, que se ha perdido la selección porque se compró un Porsche y Clemente siempre ha ido en 600. Ante Bulgaria nos jugamos el tono del próximo siglo, y no olvidemos que la crisis de 1898 coincidió con el renacimiento de los nacionalismos ante la insolvencia del Estado posimperial, y que ahora coincidiría el 98 de nuestra selección estatal con la insurgencia de las selecciones de Euskadi y Cataluña.Encarezco a los jugadores españoles que ante Bulgaria piensen que son algo más que un equipo de fútbol: son la representación simbólica de la poca cuota épica que nos queda dentro de la globalización. Diluidas nuestras hazañas bélicas en encomiables tareas asistenciales de la aldea global o en prestar infraestructura para que los norteamericanos bombardeen Irak o Libia, sólo nos quedan fútbol y tenis para ser cabezas de serie de algo épico. Y si marcara Stoichkov y exhibiera la bandera independentista catalana, ¿daríamos la razón a Nietz- sche cuando dijo que hay pueblos que nacen para exportar jugadores y otros para importarlos? ¿Sabes qué me planteo? Cueste lo que cueste, se ha de conseguir. Que vuelvan el rey de España y las Cortes a Madrid.

Archivado En