Crítica:

Ascenso y caída de Gorbachov

Mijaíl Gorbachov sabía muy bien lo que quería cambiar cuando la mano de Yuri Andrópov le llevó a Moscú en 1978. Sabía que la economía estaba estancada, que la corrupción se había enquistado nublando cualquier espejismo de igualdad y que la mentira decoraba las pantallas y periódicos vomitando propaganda a un pueblo aplanado por seis décadas de comunismo. Lo que no tenía tan claro es hacia dónde caminar, cómo reformar ese gigante del que iba a coger las riendas en 1985 como secretario general del PCUS.Esto se ha convertido en la verdad más desdeñada en Occidente en lo que se refiere a la ...

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Mijaíl Gorbachov sabía muy bien lo que quería cambiar cuando la mano de Yuri Andrópov le llevó a Moscú en 1978. Sabía que la economía estaba estancada, que la corrupción se había enquistado nublando cualquier espejismo de igualdad y que la mentira decoraba las pantallas y periódicos vomitando propaganda a un pueblo aplanado por seis décadas de comunismo. Lo que no tenía tan claro es hacia dónde caminar, cómo reformar ese gigante del que iba a coger las riendas en 1985 como secretario general del PCUS.Esto se ha convertido en la verdad más desdeñada en Occidente en lo que se refiere a la perestroika. Hay otra verdad también, la más conocida y dura para la historia: la vieja guardia estaba dispuesta a todo para defender su inercia de prebendas y mediocridad. Las dos premisas iban a truncar la perestroika, y ambas quedan ilustradas con toda su crudeza en el documental de ocho capítulos que hoy inicia Documanía, la cadena temática de Canal Satélite Digital (15.00).

"Nuestro trabajo no sirve para nada, me siento ridículo en este puesto", le dijo Nikolái Rizhkov, entonces secretario de Economía, a Gorbachov. "No te preocupes, algún día la propia vida obligará a este país a hacer un cambio radical", le contestó el después zar de la perestroika, aún secretario de Agricultura. Era a principios de los ochenta, en esa época aciaga en la que el Kremlin iba a conocer tres entierros seguidos: Leonid Bréznev, Yuri Andrópov, Konstantín Chernenko. Gorbachov, mientras, conspiraba. No por el poder, o no sólo, sino para ir limando las patas de la silla a corruptos reconocidos como Víktor Grishin, jefe del partido en Moscú. El director de Izvestia revela en esta cinta cómo el propio Gorbachov le autorizó a publicar una información sobre el robo, el estraperlo y la malversación cometida por Grishin. También entonces Gorbachov empezó a encargar informes a círculos ajenos al partido. Quería conocer la realidad, no los cuentos de la propaganda.

Cuando murió su predecesor, Chernenko, Gorbachov diseñó velozmente la estrategia para llegar al poder y aislar a los reaccionarios. Pero hay mucho más que datos en este documental. Por un lado, los trazos hoy humanos, a veces infantiles, de esos protagonistas que entonces asustaban a Occidente, como esta descripción que Rizhkov del momento en que empezaron juntos a gobernar: "Estábamos en el despacho de Gorbachov, había tal cantidad de documentos que los extendimos por el suelo. Nos quitamos las chaquetas y empezamos a ver uno por uno: éste es importante, éste es útil, éste no sirve para nada. Sentíamos que estábamos haciendo algo importante". Hay también una sorprendente ausencia: la del propio Gorbachov. Imperdonable en el genial elenco de testimonios y el fino trabajo de buceo en archivos que es este documental de la BBC

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