El Valencia se regodea ante el Mérida

Ilie vuelve a encantar y el equipo de Ranieri prosigue su escalada en una gran noche

Una vez más, el Valencia repitió la misma fórmula: un esqueleto de acero inoxidable y un delantero con perfil de poeta -llie- que marcha muy deprisa a situarse entre los más grandes. Es fácil que así sea. El equipo de Ranieri prosigue su incesante y paulatina escalada hacia la UEFA, que quedó a años luz en una primera vuelta infame. La segunda está siendo espléndida, es el mejor equipo del campeonato, con 20 puntos de 27 posibles. Ranieri ha dado en el clavo, con un grupo cohesionado y muy práctico, mientras el Mérida fue una víctima más de un equipo imparable cuando el marcador se le pone...

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Una vez más, el Valencia repitió la misma fórmula: un esqueleto de acero inoxidable y un delantero con perfil de poeta -llie- que marcha muy deprisa a situarse entre los más grandes. Es fácil que así sea. El equipo de Ranieri prosigue su incesante y paulatina escalada hacia la UEFA, que quedó a años luz en una primera vuelta infame. La segunda está siendo espléndida, es el mejor equipo del campeonato, con 20 puntos de 27 posibles. Ranieri ha dado en el clavo, con un grupo cohesionado y muy práctico, mientras el Mérida fue una víctima más de un equipo imparable cuando el marcador se le pone pronto de cara. Fue una noche de fiesta para el valencianismo, que celebró la confirmación de la clase de Ilie, el retorno del capitán Camarasa -que volvía un año después tras una grave lesión en el tendón de Aquiles-, y los cánticos cariñosos a Zubizarreta, a quien se le pidió que no se retire. No debería, si se piensa en el gran estado de forma por el que atraviesa el guardameta vasco.El peor enemigo declarado del fútbol, el viento, no impidió un comienzo vibrante en el que el Valencia quiso merendarse al Mérida por la vía de urgencia. Había ánimo de revancha, como sugirió Ranieri, recordando aquel partido de ida en el que el grupo de D'Alessandro acabó de cuajo con el escaso crédito remanente de Romario y Marcelinho, posteriormente defenestrados. Ni siquiera el exhaustivo análisis que D'Alessandro dedica a sus rivales invalidó la jugada preferida del Valencia: una falta en el callejón del ocho; un centro-chut con un curva de afuera a adentro; un portero que no sabe a qué atenerse; un gol. Otro más a la lista de goles producto de la misma estrategia. Claro que si el Valencia agarró el partido por las solapas no fue fundamentalmente por la estrategia, sino por el sentido común. El que aporta Milla, el hombre más sensato del juego. Del resto se encarga Mendieta, que limpia todo lo que encuentra en el centro del campo en favor de su equipo. Sin alharacas, sin ruido, con naturalidad. Se ha convertido en el favorito de la hinchada. Al igual que Ilie, que desborda calidad por donde se mire. Es rápido, vertical y efectivo, una mina que encontró Subirats en Turquía. Su séptimo gol fue de una belleza superlativa: encaró de frente al Mono Montoya, midió de un vistazo la distancia que separaba al portero de su larguero, y allí envió el cuero con precision exhaustiva.

Del Mérida no se supo nada en la primera parte, por lo que D'Alessandro introdujo a sus agentes revitalizantes tras el descanso: o sea, Sabas y Biagini. La intención era buena, pero no contaba el preparador argentino con la aparición luminosa de Ilie, su visita vertical a la portería de Navarro Montoya y su vaselina prodigiosa por el encima del excéntrico guardameta.

Desde aquí hasta el final, el Valencia entró en tromba en la defensa del Mérida, que no achicaba bastante agua. Llegó el momento de las celebraciones: regresaron dos viejos y queridos rockeros, Fernando y Camarasa, y el público despidió puesto en pie a la estrella más rutilante de la noche: el rumano Adrian Ilie.

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