Reportaje:

El mitin del contenedor

Leo Bassi termina cada día su función nocturna arengando al público para que grite en la calle

La una de la madrugada. Un hombre vestido de negro sale de un local de la calle Pez seguido por una multitud a la que enardece con consignas como ésta: "La revolución está en tus manos. Hay que hacer el grito atávico, pero con ganas". Muy decidido trepa hasta la cumbre del primer contenedor que encuentra para dirigir desde las alturas a la enfervorecida masa que se desgañita con toda el alma. Hasta hace dos horas toda esta gente era una masa de tranquilos ciudadanos a los que se les ocurrió asistir al espectáculo Instintos Ocultos, que el cómico Leo Bassi (líder revolucionario a alt...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

La una de la madrugada. Un hombre vestido de negro sale de un local de la calle Pez seguido por una multitud a la que enardece con consignas como ésta: "La revolución está en tus manos. Hay que hacer el grito atávico, pero con ganas". Muy decidido trepa hasta la cumbre del primer contenedor que encuentra para dirigir desde las alturas a la enfervorecida masa que se desgañita con toda el alma. Hasta hace dos horas toda esta gente era una masa de tranquilos ciudadanos a los que se les ocurrió asistir al espectáculo Instintos Ocultos, que el cómico Leo Bassi (líder revolucionario a altas horas de la madrugada) presenta en el teatro Alfil.Bassi lo dice muy claro: con su espectáculo pretende hacer que afloren los viejos instintos que el hombre de la ciudad ha perdido. "Creo que en Madrid lo he conseguido", dice este cómico italiano capaz de actuar en cinco idiomas. Esta práctica, sin embargo, ha llegado a poner en peligro su integridad física: resulta que algún vecino cabreado decidió cubrir con aceite el contenedor de vidrio en el que se encarama Bassi. "Para ver si me mato. Nunca el aceite ha acabado con la revolución", declara el actor.

Nada más comenzar la representación, Bassi hace una advertencia: "Nada de aplausos, es una manifestación demasiado racional". Él prefiere un grito atávico que el respetable no tarda en asimilar. Tiene el detalle Bassi de obsequiar a las primeras filas con unos plásticos: son para proteger su indumentaria.

Es un provocador. "La ética de los cómicos es hacer reír a la mayoría del público", proclama con suma seriedad. La misma con la que se toma su oficio. Practica las 24 horas del día. Unas veces se le ocurre entrar en una panadería en plan angloparlante sin noción de español. Cuando ha formado una buena cola a costa de los intentos de entenderse con la dependienta, da las gracias en perfecto castellano y se va ante la indignación de todo el mundo. En los museos improvisa disertaciones sobre lo expuesto. Así ha llegado a formar grupos de 40 personas que siguen atentamente su discurso, que nada tiene que ver con la realidad. Al final no hace ascos a las propinas.

No oculta que en alguno de estos experimentos ha tenido que intervenir la policía. Como cuando se puso a pedir dinero en la Puerta del Sol, impecablemente disfrazado de italiano multimillonario que había perdido la cartera. Tenía que viajar a su país en avión y en primera. Recaudó muchos miles hasta que le denunciaron por estafador.

Instintos ocultos. En el teatro Alfil (Pez, 10. Metro Noviciado) hasta el 8 de marzo. De miércoles a sábado a las 23.00. Domingo, 20.30. 2.000 pesetas.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Archivado En