FÚTBOL SEXTA JORNADA DE LIGA

Un buen Athletic eclipsa el debu de Romario

El equipo de Luis Fernández dominó en Mestalla a un pobre Valencia

Si ayer hubo un equipo en Mestalla, ése fue el Athletic, que le dio vueltas a un fútbol elaborado hasta que se encontró con el punto deseado. El Valencia, por contra, quiso vivir de las rentas de la magia de Romario, pero ésta se evaporó a poco que se notaron sus largos dos meses de ausencia, y entonces el equipo de Ranieri se quedó totalmente vacío: con un fútbol pobrísimo, basado en el patadón y tentetieso.Y eso que el arranque de la estrella valencianista fue esperanzador. Esperaba agazapado. Medio dormido, hundido en ataque y con aspecto de que le empezaban a pesar los años. La falta de pe...

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Si ayer hubo un equipo en Mestalla, ése fue el Athletic, que le dio vueltas a un fútbol elaborado hasta que se encontró con el punto deseado. El Valencia, por contra, quiso vivir de las rentas de la magia de Romario, pero ésta se evaporó a poco que se notaron sus largos dos meses de ausencia, y entonces el equipo de Ranieri se quedó totalmente vacío: con un fútbol pobrísimo, basado en el patadón y tentetieso.Y eso que el arranque de la estrella valencianista fue esperanzador. Esperaba agazapado. Medio dormido, hundido en ataque y con aspecto de que le empezaban a pesar los años. La falta de peló en la coronilla es la prueba ineludible del paso del tiempo. Pero de pronto, zas, apareció tras el último defensa, encaró al portero e inventó la vaselina perfecta. Era Romario, por supuesto.

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Sin embargo, qué ironía. Un Valencia pensado para el toque, no toca ni una. El balón es un bien ajeno, en este caso del Athletic, que enhebró cada jugada en busca de hueco inexistente.

El Valencia, en cambio, sólo quiso el cuero para alojarlo en la meta de Etxeberria. Entretanto, no le interesa. En este sentido, su juego es primitivo: siete defienden, tres atacan. Sin centro del campo, sin transiciones, con pelotazos largos y salidas de estampida. Para ese estilo está Piojo López, claro, que sólo entiende el fútbol cuando se trata de correr como un poseso. Romario, en cambio, sufre más de lo aconsejable, pues no tiene tiempo para tomarse un respiro. Va como loco tras los punterazos ajenos y gasta energías innecesarias. Con todo, al brasileño se le presentaron diversas ocasiones de gol y las falló casi todas, quizá porque aún no ha afinado su estado de forma.

La impresión del Valencia, pues, en el primer tiempo fue, pese al resultado, más bien triste, justo lo contrario que la del Athletic, que dominó el partido por los cuatro costa dos. Alkiza distribuyó el balón con criterio, Etxeberria penetró como un rayo por el flanco derecho y Nagore dio muestras de un disparo largo tremendo. Eso sí, el conjunto vasco flojea por el interior izquierda, donde Lasa no está hecho para estas tareas. Por ahí fue listo Ranieri, que dejó más libre este lado, quizá consciente de las limitaciones del ex madridista Lasa.

Tras el descanso, cada cual siguió a lo suyo: el Athletic a tocar y el Valencia a correr tras el balón. En ésas, López inauguró su gama de regates sui generis: con la uña, con la tibia, con todas las partes del pie que mandan el cuero a las nubes. Un especialista, vamos.

El equipo de Luis Fernández acentuó el dominio. Encerró a los valencianistas en su área y Romario, a muchos metros de Etxeberria, demasiados, evidenció su larga inactividad. El Athletic chocó una y otra vez contra el muro de contención de- Ranieri y sólo parecía capaz de resquebrajarlo en una de las faltas lanzadas a la olla, allí donde hace valer la envergadura de sus hombres.

El Valencia estuvo cada vez más roto en sus líneas y el Athletic más desesperado en ataque. Sorprendió la contumacia de Ranieri al mantener al exhausto Romario, lo hizo hasta él minuto 74, y el Athletic aprovechó el regalo de jugar con un hombre más.

Vino el penalti que hizo justicia, la igualada en el marcador y la entrada de VIaovic, que equilibró un tanto el partido. Al menos había un de lantero rondando el área de Etxeberria. Claro que el Atlletic también pecó de conformismo, se encogió y permitió que renaciera el Valencia, que jugó por momentos sin el las cortapisas de Ranieri. Demasiado tarde.

Por cierto, antes de nacer el partido ya había engendrado la primera noticia: Fernando, el mejor del equipo en los dos últimos compromisos, quedaba fuera de los elegidos. Una medida injustificada para muchos, que empezaron a especular sobre el posible origen del inopinado descarte: ¿Sus malas relaciones con el reaparecido Romario?

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