FÚTBOL: LIGA DE CAMPEONES

El Madrid prospera en Europa

El equipo de Heynckes tuvo fases muy brillantes en un partido que despeja su camino

El Madrid limpia su camino en Europa. Pasó por Oporto y ganó. Lo hizo con buen juego y dos goles. De Hierro y Raúl, que son el mascarón de proa de este equipo Por encima de cualquier defecto, y alguno hubo, el Madrid realizó aquello que se pide en los equipos de altura: estuvo por encima del rival, condujo el partido y lo jugó con solvencia y generosidad.La alineación madridista fue una contundente declaración de principios de Heynckes, que se mantiene firme en su interés de jugar con un medio centro en lugar de blindarse con dos pivotes. Al menos, inicialmente. El asunto es un ...

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El Madrid limpia su camino en Europa. Pasó por Oporto y ganó. Lo hizo con buen juego y dos goles. De Hierro y Raúl, que son el mascarón de proa de este equipo Por encima de cualquier defecto, y alguno hubo, el Madrid realizó aquello que se pide en los equipos de altura: estuvo por encima del rival, condujo el partido y lo jugó con solvencia y generosidad.La alineación madridista fue una contundente declaración de principios de Heynckes, que se mantiene firme en su interés de jugar con un medio centro en lugar de blindarse con dos pivotes. Al menos, inicialmente. El asunto es un come come en el vestuario, donde los jugadores empujan para conseguir un dibujo más conservador. Por aquí y por allá se escuchan las voces de los futbolistas, que quieren protegerse, taparse asegurarse, víctimas de un absurdo temor a un fútbol suelto y abierto. La presión de los jugado res sobre el entrenador es manifiesta, pero Heynckes ha tenido el nervio y la convicción de desoírles. Sigue con la suya: con un medio centro, con el rombo, con mucha gente por delante de la línea de la pelota, con el interés no siempre conseguido de buscar un juego aseado, a partir de una elaboración paciente. O sea, las antípodas del pacato discurso de Capello.

Esta vez el medio centro fue Redondo,que sorprendentemente parece convertido a la religión de los dos pivotes y todo eso. El hombre que una vez quería llevar la bandera de Pipo Rossi y todos los grandes cínicos argentinos, ahora prefiere tener a un matraca al lado, para ayudar y tapar. A la luz del partido, Heynekes salió ganador del debate con sus futbolistas. El Madrid tuvo al menos la grandeza que se espera de su historia. No fue un equipo perfecto, volvió a tener demasiada distancia entre las líneas (si la defensa no achica y los centrocampistas no se animan a juntarse, el problema se multiplica) y no tuvo contundencia para resolver el encuentro en el primer tiempo y darse luego a la buena vida, pero la propuesta fue muy interesante, como el juego, que en ocasiones resultó brillante.

En Oporto, el Madrid superó a su adversario en casi todas las fases del encuentro. Muy especialmente en la primera parte. Desde el comienzo sometió al Oporto, que sacó una tropa de defensas sin ningún resultado visible. El Madrid apretó de firme y con un juego bastante notable. Tras el gol de Hierro, su hegemonía fue absoluta. Del equipo portugués apenas se recuerda el remate al palo de Jardel, una mole que funciona en el juego alto y nada más. En los pies tiene dos ladrillos.

Aunque el Madrid permitió un partido de ida y vuelta, de corriente alterna, con un punto de descontrol que mantuvo a flote las esperanzas del Oporto, la dirección de las operaciones fue del equipo de Heynckes. La fase final del primer tiempo resultó la más convincente. Redondo hizo de Redondo y a su alrededor se juntaron Seedorf, Raúl y Mijatovic, que volanteó con acierto.

La posesión de la pelota era el asunto decisivo. Cuando se decidió a tener el balón y moverlo con velocidad y sentido, el Madrid desbarató todos los intentos de oposición del Oporto, que no la agarraba de ninguna manera. No siempre tuvo el Madrid, el orden, la precisión y la certeza para mantener el balón y barrer a su rival. En buena parte porque es un equipo que apenas tiene centrocampistas para elaborar. Amavisca, no. Y Raúl, con todo su ingenio, es más delantero que otra cosa. En el cénit del partido, el Madrid realizó la jugada de la noche, una que debería definir el estilo que pretende este equipo. Comenzó en la línea defensiva, con Redondo, Roberto Carlos y Hierro, que tocaron con paciencia. El balón iba y venía, aparentemente sin otro interés que enfriar el juego. Pero detrás se escondía el intento de distracción, porque de repente la acción se aceleró de manera instantánea con un pase vertical, que Seedorf lo prosperó con un toque espléndido hacia Mijatovic. Pero en el mano a mano, el portero reaccionó bien y desvió la pelota.

El segundo tiempo fue menos contenido todavía. El Oporto, que ya podía contar con los habilidosos Folha y Drulovic, llegó al área madridista en dos contragolpes muy veloces. En uno de ellos, Zahovic remató desde el área pequeña y pareció que el asunto era muy grave. Sin embargo, Cañizares tapó el remate. Allí terminaron las oportunidades del Oporto. El Madrid, demasiado desconectado, entre sus líneas, se recuperó en el último tercio del encuentro, que se jugó en dirección a la puerta de Correia. La escasa presencia de Sulcer obligaba al cambio. Entró Jaime, se unió a Redondo en el medio, el equipo recuperó la pelo ta y comenzó a usarla con criterio y calidad. A partir de ahí, sólo era posible el gol en la puerta del Oporto, que dimitió.

Entonces se vio la verdadera magnitud de Raúl, incluso en sus errores, producidos por su inmenso despliegue y por su voluntad de conquistar el encuentro a toda costa. Se equivocó en un par de llegadas al área, producto de la fatiga. Pero estaba destinado a marcar el gol, como casi siempre. El equipo estaba en la frecuencia precisa para ganar el partido y sólo quedaba concretarlo. Sucedió en una incursión de Roberto Carlos, que metió un pase muy medido hacia el segundo palo. ¿Para quién? Para Raúl, naturalmente. Era el gol que hacía honor al juego del Madrid, a su autoridad sobre el Oporto y al poderío de un delantero letal: Raúl, siempre en plan protagonista.

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