FÚTBOL: 40ª JORNADA DE LIGA

El Sevilla consuma el descenso

El Oviedo acabó con la última esperanza de los de Rubio

El Sevilla nadó y nadó y al final le dieron el tiro de gracia. Los casi 3.000 peregrinos que viajaron 900 kilómetros desde Sevilla para asistir al milagro, sólo pudieron ser testigos del acta de defunción. El Sevilla ya está en Segunda. Como no podía ser de otra manera, el equipo andaluz salió decidido a por el partido y a apurar su última botella de oxígeno. En el primer cuarto de hora, el Oviedo se vio huérfano de balón. Prosinecki, decidido a dar lo mejor de sí mismo para conducir a su equipo a la victoria, se adueñó del partido, aunque el gas le duró poco, justo lo que Iván Iglesias tardó ...

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El Sevilla nadó y nadó y al final le dieron el tiro de gracia. Los casi 3.000 peregrinos que viajaron 900 kilómetros desde Sevilla para asistir al milagro, sólo pudieron ser testigos del acta de defunción. El Sevilla ya está en Segunda. Como no podía ser de otra manera, el equipo andaluz salió decidido a por el partido y a apurar su última botella de oxígeno. En el primer cuarto de hora, el Oviedo se vio huérfano de balón. Prosinecki, decidido a dar lo mejor de sí mismo para conducir a su equipo a la victoria, se adueñó del partido, aunque el gas le duró poco, justo lo que Iván Iglesias tardó en hacerle sombra.

El partido se movió todo el tiempo bajo el síndrome de la urgencia de los sevilllstas y de los nervios mal templados de un Oviedo temeroso de que la derrota les diera papeletas para la rifa de la promoción. Por momentos, el Sevilla pareció llevarse mejor con el estado de máxima ansiedad que se vivía, pero el correr de los minutos fue como el final de la cuenta atrás.

Salió el Sevilla en el segundo tiempo como un gladiador a la arena del circo, dispuesto a matar o morir. Marcos puso a prueba a Mora nada más empezar y su equipo se volcó sobre la portería rival.

El resto del guión y el correspondiente reparto de papeles ya estaban escritos: el Sevilla, a la carga con todo, y el Oviedo, al acecho y obsesionado con encontrar a Oli y que éste hiciera de puntillero. El partido pasó a jugarse en una especie de ruleta rusa. Rubio pedía gladiadores y respondió a una premiosa acción de Tsartas en el área rival cambiándolo por Mornar. Luego recurrió a Salva y puso en el campo toda la artillería disponible. Entonces Gamboa dictó sentencia salvando bajo los palos un remate de José Mari a portero batido. Lo que quedó hasta el final del partido fue para el Sevilla una inexorable agonía. Se jugaba el tiempo añadido cuando Maqueda firmó la sentencia inapelable: salvó a su equipo y mandó al Sevilla a Segunda.

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