FÚTBOL 31ª JORNADA DE LIGA

Zubizarreta para a un Barça arrogante

El Valencia planta cara en Mestalla al conjunto de Robson

El Barcelona apuraba sus penúltimas opciones de seguir el rastro de la Liga, pero no lo parecía. En su paso por Mestalla puede hablarse de cierta arrogancia en su juego que acabó pagando. Se topó con un Valencia en horas bajas y no supo sacar tajada de ello. Al contrario. Transcurrido el tiempo de rigor, un pundonoroso y humilde Valencia acabó soplando sobre la espalda de Baía, que estuvo muy sobrio. Aunque no tanto como Zubizarreta, que catapultó a su equipo con una actuación casi perfecta. De no haber sido por aquel centro traicionero de Stoitchkov, que le pilló la espalda y de paso le entre...

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El Barcelona apuraba sus penúltimas opciones de seguir el rastro de la Liga, pero no lo parecía. En su paso por Mestalla puede hablarse de cierta arrogancia en su juego que acabó pagando. Se topó con un Valencia en horas bajas y no supo sacar tajada de ello. Al contrario. Transcurrido el tiempo de rigor, un pundonoroso y humilde Valencia acabó soplando sobre la espalda de Baía, que estuvo muy sobrio. Aunque no tanto como Zubizarreta, que catapultó a su equipo con una actuación casi perfecta. De no haber sido por aquel centro traicionero de Stoitchkov, que le pilló la espalda y de paso le entregó un punto al Barça. El aire de autosuficiencia que se dio el Barcelona no se correspondió con su juego, sobre todo por las escasa aportación de Guardiola y De la Peña. Desconocidos ambos. El Valencia, en cambio, confirmó que se halla mejor rodeado de los llamados grandes, aunque también evidenció que está muy lejos de aquellos.De inicio, el Valencia asumió su función de pariente pobre del espectáculo como un método para descargarse de responsabilidades. Y le fue bien. Todos vieron pronto que el Barca era bastante mejor equipo, aunque, sabido esto, el conjunto de Valdano comenzó a sentirse cómodo sobre el césped. Consciente de sus debilidades, el público se puso incondicionalmente de parte de los suyos, que explotaron al máximo sus recursos. A saber: la magistral autoridad en el área de Zubizarreta, que hizo frente a todo el bombardeo azulgrana; la velocidad de Claudio López y Moya por el costado izquierdo (allí donde padece de inadaptación el brasileño Giovanni); y el carácter aguerrido de Engonga y José Ignacio, que cortocircuitaron más de lo habitual la capacidad inventiva de Guadiola e Iván de la Peña.

Entretanto, el Barcelona actuaba con cierta autosuficiencia. Creyó quizá que el choque caería por su propio peso. Pensó tal vez Ronaldo que sería pan comido. Todo en su subconsciente apuntaba a ello: aquel partido de ida en el que se exhibió con tres goles en jugada individual, o el inicio del presente choque, en el que visitó con profusión a Zubizarreta. Esta vez, sin embargo, no tendría tantas facilidades: Iván Campo y Cáceres, sobre todo el primero, no fueron tan benóvolos como lo fueron en su día Ferreira y Engonga. Y además estaba Zubizarreta inspirado. Tampoco el brasileño parecía el mismo del primer tercio del campeonato.

Se confirmó la extendida teoría que dice que el Valencia juega mejor cuando se enfrenta a un rival atrevido y abierto, sin la obligación de abrir agujeros por donde no existen. Fiel a su tradición, el Barca presentó sus muescas defensivas habituales, lo que fue aprovechado sobre todo por Piojo López, que esta vez sí fue el jugador que se le presuponía.

El conjunto azulgrana daba la sensación de jugar sin aceleración, mientras que el Valencia se extenuaba en su lucha contra el gigante. Una voluntad muy apreciada por el público, que tan sólo desaprobaba las maneras un tanto blandas de Eskurza. Fue el interior vasco, sin embargo, quien sirvió con templanza el centro que cabeceó Leandro a las redes.

Tras el descanso, el Valencia surgió más convencido que nunca de sus posibilidades, mientras que se observó en el Barcelona un aire displicente en su aparente dominio del cuero'. El equipo de Valdano, que había sido diseñado Luis, empezó a jugar según lo había concebido su progenitor: al contraataque.

Pero al Barça le restaba la opción de Pizzi, o sea el gol, y a ella se aplicó Robson como última solución. El partido se abrió definitivamente y Mestalla empezó a disfrutar como hacía mucho tiempo que no sucedía. Efectivamente, pese a las ausencias y la situación coyuntural de ambos equipos, el Valencia-Barça, volvía a ser especial.

Y así veía transcurrir el estadio el dominio estéril del Barcelona hasta que Stoitchkov se marchó a la esquina izquierda, su rincón preferido, y cogió su fusil. 0 lo que es lo mismo: se pegó a Otero, se zafó de él con una facilidad asombrosa y sirvió un centro envenenado para que Ronaldo llegara al segundo palo. En ese instante al Valencia le sobrevino todo el sobreesfuerzo acumulado. Pero tampoco entonces el Barca cambió su ritmo habitual. Siguió a velocidad de crucero.

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