REACCIONES A UN PARTIDO HISTÓRICO

Un viaje dándole vueltas a la cabeza

Nunca en otra le habían dado tantas vueltas a la cabeza. ¿Por qué? ¿por qué? ¿por qué? Los jugadores del Atlético iban de un lado a otro del aeropuerto de Barcelona, se sentaban, volvían a estirar las piernas, sacaban patatas y sandwich en una máquina... pero no conseguían quitarse de encima la dichosa canción: ¿por qué?, ¿por qué? ¿por qué? El complicado e inesperado paso del 0-3 al 5-4 en el Camp Nou convirtió el viaje de regreso del Atlético en una tortura.Iba Pantic con la cabeza baja, animado de cerca por sus paisanos Paunovic y Tomic, pero no salía de su frustración. Probablemente nunca ...

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Nunca en otra le habían dado tantas vueltas a la cabeza. ¿Por qué? ¿por qué? ¿por qué? Los jugadores del Atlético iban de un lado a otro del aeropuerto de Barcelona, se sentaban, volvían a estirar las piernas, sacaban patatas y sandwich en una máquina... pero no conseguían quitarse de encima la dichosa canción: ¿por qué?, ¿por qué? ¿por qué? El complicado e inesperado paso del 0-3 al 5-4 en el Camp Nou convirtió el viaje de regreso del Atlético en una tortura.Iba Pantic con la cabeza baja, animado de cerca por sus paisanos Paunovic y Tomic, pero no salía de su frustración. Probablemente nunca más volverá a marcar cuatro goles en un partido, y menos de esta trascendencia. Le había salido el partido de su vida y, sin embargo, le daban ganas de llorar.

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Santi caminaba solo, en redondo, huyendo de las conversaciones. %Qué pasó?". "Bueno, nunca se sabe... ", y cortaba en seco: "No me hables ahora, que estoy desquiciado". Solozábal prefirió ponerse a esperar el embarque viendo la televisión, que daba en ese instante la repetición de los goles. Enseguida cambió de idea. Se levantó, soltó un desesperado "nos han pasado como motos" y se alejó. Caminero y López trataban de encontrar consuelo al otro lado de sus teléfonos móviles, pero su semblante alicaído no se modificó tras ninguna de sus llamadas.

Jesús Gil, rodeado por su tropa de guardaespaldas y por un innecesario cordón policial -el aeropuerto estaba casi vacío, pero ahí por sí las moscas, en círculo, una docena de nacionales-, tenía bastante con atender a las emisoras. Sus respuestas reflejaban la desolación, pero también un desconocido buen talante en la derrota. Antic departía con un amigo sobre las causas de la derrota, no se sabe si entonando el mea culpa, y, aunque la cosa no estaba para cortesías, aceptaba pacientemente forzar una sonrisa cuando algún seguidor le solicitaba una foto.

El vuelo no animó el panorama: mucho silencio y caras largas. Ni siquiera alegró la noche el ruidoso recibimiento en Barajas de 40 seguidores rojiblancos. La musiquilla, como aquel tirirí ta ta que persigue el Capitán Alatriste, no se apagó en todo el trayecto: ¿por qué? ¿por qué? ¿por qué?

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