Extremadura huele a milagro
Huele a milagro. El Extremadura sacó otra vez pecho. Altivo, insolente e, incluso, provocador, el grupo de Josu Ortuondo reconduce el fútbol hacia una maravillosa utopía donde todo es posible, hasta romper estadísticas y malos augurios. Ayer el Extremadura arrolló a la Real y lo hizo con un juego brillante, alegre, desinhibido y valiente frente a la frialdad del norte. Porque los donostiarras forman un conjunto aplicado y disciplinado, pero sin brillo.Así da gusto trabajar, había dicho la víspera Josu Ortuondo. Así da gusto ir, al fútbol, respondió silenciosamente la afición que llenó el estad...
Huele a milagro. El Extremadura sacó otra vez pecho. Altivo, insolente e, incluso, provocador, el grupo de Josu Ortuondo reconduce el fútbol hacia una maravillosa utopía donde todo es posible, hasta romper estadísticas y malos augurios. Ayer el Extremadura arrolló a la Real y lo hizo con un juego brillante, alegre, desinhibido y valiente frente a la frialdad del norte. Porque los donostiarras forman un conjunto aplicado y disciplinado, pero sin brillo.Así da gusto trabajar, había dicho la víspera Josu Ortuondo. Así da gusto ir, al fútbol, respondió silenciosamente la afición que llenó el estadio. Divertirse viendo fútbol y con un equipo modesto ya es difícil, pero el Extremadura lo logra. Por eso hay que comenzar a pensar que los domingos son un buen día para creer en los milagros. El Extremadura suma ya cinco partidos consecutivos sin perder y afianza su crédito. La Real, por contra, se descuelga de los puestos privilegiados y lo hace además exhibiendo una alarmante precariedad en defensa y en ataque.
El equipo de Irureta utilizó la asfixia como elemento intimidador. Defensa adelantada, presión y a esperar. Pero se perdió en su propio discurso. Porque fue un posicionamiento teórico pero poco práctico para atajar la trampa que tendió Ortuondo. Porque Basualdo, Silvani y Duré movieron a capricho la situación. Se desplazaron intencionadamente hacia la banda, se apretaron en pocos metros y comenzó el baile. Silvani y Duré intercambiaron los papeles. El goleador se dejó caer en una posición inusual, arrastrando a la zaga. Hizo entonces de prestidigitador y fue el lanzador de Duré. La defensa donostiarra se quedó clavada y el rápido jugador argentino recibió el regalo, se plantó ante Alberto y no falló.
El equipo de Irureta dio la sensación de formar un bloque serio, con la lección aprendida, pero sin, chispa. Tuvo oportunidades, pero de esas que surgen por la insistencia y porque el rival baja la guardia y la concentración. Enfrente el Extremadura autovaloró su crédito y apaciguó impulsos contemplando las exageradas facilidades que ofrecía la defensa rival.