OCTAVOS DE FINAL DE LA COPA DEL REY

El Rayo renuncia a su fortuna

El Rayo no supo ganar. Querer, quiso. Pero con eso no basta. Comenzó con pinceladas que auguraban jolgorio en el frío hogar que le prestaron y acabó a brochazos. Dilapidó su fortuna porque dilapidó el balón. Se olvidó de que debía moverlo, tocarlo al abrigo del 2-0 que a la media hora enseñaba el marcador. Y tenía jugadores para ello, para esconderlo y darle "salida ante la presión del esforzado grupo de Ortuondo, que se muere en la tarea y sabe echarle imaginación al asunto cuando más molesta, en los metros finales. Y que pudo y mereció ganar. Le hubiera basta do transformar el penalti que a ...

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El Rayo no supo ganar. Querer, quiso. Pero con eso no basta. Comenzó con pinceladas que auguraban jolgorio en el frío hogar que le prestaron y acabó a brochazos. Dilapidó su fortuna porque dilapidó el balón. Se olvidó de que debía moverlo, tocarlo al abrigo del 2-0 que a la media hora enseñaba el marcador. Y tenía jugadores para ello, para esconderlo y darle "salida ante la presión del esforzado grupo de Ortuondo, que se muere en la tarea y sabe echarle imaginación al asunto cuando más molesta, en los metros finales. Y que pudo y mereció ganar. Le hubiera basta do transformar el penalti que a falta de cinco minutos le hicieron a Estebaranz. Pero Pineda, autor de un gol de museo, la pegó con la uña y España se la encontró.Claro que puestos a escudriñar en lo que pudo ser y no fue, la memoria retrocede al primer minuto, cuando Montoya debió irse con viento fresco a la ducha, pues con roja suele castigarse el manotazo de un guardameta le jos de su área. Pero más lejos es taba Gracia, tan cansino él.

Comenzó el Rayo con ganas de agradar. Su centro del campo le echaba criterio, lo que en este equipo no resulta precisamente baladí. Pero ocurre que los de Paquito han cogido vicio por el pelotazo. Lo que a la hora de sobrevivir no supone delito alguno. El caso es que cada jugada que iniciaban trenzada moría en el pelotazo. Y cualquiera critica el método cuando así llegaron los dos goles vallecanos. El segundo fue definitorio. Porque Moreau sacó un centro desde las antípodas como diciendo "a ver qué pasa", y lo que pasó fue que al borde del área grande apareció Klimowicz para llevar a la red el sin sentido aquél.

Dimitió el Rayo. Que olvidó el toque. Y el Extremadura se dio cuenta de que aquello era cuestión de bajar el balón de donde lo mandaban los vallecanos: el cielo de Madrid. Llegó el gol de Silvani y el partido se tiñó descaradamente de azulgrana Pineda certificó el empate y mandó al Rayo al purgatorio, mientras José María, expulsado, se iba al vestuario. Salió Estebaranz y volvió tarumba a la zaga rival. Mandó un cabezazo al poste y provocó un penalti. Pero, cosas del fútbol, el gol lo pudo marcar Barla. Su zurdazo lo sacó de la escuadra Montoya, con lo que el público se fue con el consuelo de que aquél no debería estar allí desde hacía 89 minutos.

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