Tribuna:

El antiheroe

El supuesto mejor deportista español de la historia ha elegido apearse de su historia. Algunos ya advertimos que este corredor predestinado y desaborido pedaleába hacia adentro de sí mismo y no hacia otra meta superior. Cuando él* ha dado por terminada su carrera se ha esfumado en su propio autismo. Todo ha empezado y terminado en él. Impasible, hermético, la afición ha,buscado calentarse con sus éxitos, pero sus triunfos fueron tan gélidos que han desembocado en esta decepción final. No en vano el público se ha quedado helado. El mejor deportista de todos los tiempos nunca se comportaría subo...

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El supuesto mejor deportista español de la historia ha elegido apearse de su historia. Algunos ya advertimos que este corredor predestinado y desaborido pedaleába hacia adentro de sí mismo y no hacia otra meta superior. Cuando él* ha dado por terminada su carrera se ha esfumado en su propio autismo. Todo ha empezado y terminado en él. Impasible, hermético, la afición ha,buscado calentarse con sus éxitos, pero sus triunfos fueron tan gélidos que han desembocado en esta decepción final. No en vano el público se ha quedado helado. El mejor deportista de todos los tiempos nunca se comportaría subordinando la ambición de otra proeza a la pobrilza de esta desabrida conclusión. Asombrosamente, afirma encontrarse en condiciones, de lograr el "tan deseado" sexto Tour, pero prefiere, sin embargo, la jubilación segura. ¿Quién podría continuar enamorado de este ídolo después de su asexuado adiós? Será una formidable persona Induráin, pero es una calamidad como personaje. Detrás de sí deja una estela donde pronto se secarán las emociones. A su comportamiento de regla y cartabón, el alma aficionada corresponderá con otro garabato geométrico y su trayectoria dibujará un esqueleto sin la carne entrañable que invariablemente desparrama el héroe cuando se deja el pellejo en la tarea.Induráin es así el antiliéroe. Una figura abstracta que ha discurrido como una máscara, ajeno a la pasión con la que sus seguidores pretendieron colínarlo. Con Induráin se pierde a un campeón, pero no es más que u

autocampeón. Ni en sus escasos latidos cupo el corazón henchido de los hinchas ni su sucinta decisión permite un lloro caudaloso. Todo se lo ha guisado y se lo ha comido él. Y ni siquiera su digestión lo. ha engordado mucho. No sólo su fin ha carecido de esplendor; ha sido otra escena más de su impenetrable y excluyente destino.

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