UN DUELO FASCINANTE

El Madrid se impuso a la ltaliana

Con la contundencia que le caracteriza y con el estilo que le ampara, el Madrid resolvió su duelo con el Barça, un partido que reprodujo punto por punto las condiciones actuales de los equipos. A la manera italiana, desde el contragolpe con una rentabilización exhaustiva de las ocasiones, se llevó la victoria ante un equipo que puede lamentarse de dos tiros al palo y de alguna ocasión notable. Pero especialmente debe lamentarse de su debilidad defensiva, de la deficiente organización táctica y de la indiferencia de Ronaldo hacia un partido que rebaja su cotización. La de su entrenador no p...

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Con la contundencia que le caracteriza y con el estilo que le ampara, el Madrid resolvió su duelo con el Barça, un partido que reprodujo punto por punto las condiciones actuales de los equipos. A la manera italiana, desde el contragolpe con una rentabilización exhaustiva de las ocasiones, se llevó la victoria ante un equipo que puede lamentarse de dos tiros al palo y de alguna ocasión notable. Pero especialmente debe lamentarse de su debilidad defensiva, de la deficiente organización táctica y de la indiferencia de Ronaldo hacia un partido que rebaja su cotización. La de su entrenador no puede rebajarse. Está en el suelo.El duelo tuvo más colorido que calidad. El Madrid siempre metido en su plan y el Barça no encontró demasiados soluciones para responder. Como el partido se iba hacia un tono neutro en el arranque, el gol sólo parecía posible en un fogonazo. Los dos equipos estuvieron más pendientes en el primer tercio del encuentro de los grandes planes que de las cosas concretas. El Barça se decidió por la estétita anterior a Robson, el toque, la tranquilidad y todo eso. La incorporación de Amor en medio campo se interpretó como una declaración de principios: un hombre de enlace para juntar el juego y las líneas. La propuesta era muy razonable. Desde la pelota, el Barça podía armarse como equipo y encontrar la identidad que le ha faltado hasta ahora.

El Real Madrid se ofreció con la idea de siempre, un equipo vigoroso, contruido para recuperar el balón con celeridad y buscar el ataque instantáneo. Sin embargo, el Barça manejó el juego con criterio en los primeros minutos, evitó los efectos de la presión madridista y llevó el partido con cierta tranquilidad.

Aunque Suker se tiró unos metros atrás para tapar a Guardiola, los defensores del Barça movían el balón pacientemente. Al juego azulgrana le faltaba llegada, pero podía pensarse que esta carencia figuraba en los planes del equipo. Al Barça le interesaba un partido mortecino. El Madrid quería el cuerpo a cuerpo. En nombre de los intereses generales, el partido bajó muchos decibelios, a la espera de alguna sacudida intempestiva. En este orden, los dos equipos se sentían sobrados de munición.

El partido hizo crisis con el gol de Suker. Se produjo por los múltiples errores de los defensores del Barça en un libre indirecto que lanzó Roberto Carlos. Desde luego la pelota iba envenenada, ganando la rosca en su viaje por el área. Pero la interpretación de Luis Enrique, Vítor Baía y Blanc resultó decepcionante. Luis Enriq que decidió, interceptar el balón desde el perfil equivocado -con la pierna izquierda-, Blanc tampoco tapó el centro y Vítor Baía midió mal su salida. El resto corrió a cargo de Suker, cuyo remate fue notabilísimo. De la misma manera que el centro resultaba dificultoso para los defensores, también parecía improbable para un delantero. Pero Suker llegó desde atrás, alcanzó la pelota y la dejó en la red con un toque delicado, con la izquierda. Sencillo para Suker, casi imposible para los demás.

El Barça se recuperó del impacto con una ración exhaustiva de balón. Durante una buena fase del partido, Guardiola impuso su categoría en la construcción del juego. Y esta vez, con profundidad. Ronaldo, apenas activo hasta entonces, tuvo el gol en dos remates. El primero en un cabezazo tras una espléndida arrancada de Figo, que dejó tirado a Roberto Carlos y metió el centro. El segundo remate también tuvo el sello de la casa. Se acomodó con el pecho la pelota, se escurrió entre los dos centrales y lanzó con dureza, pero IlIgner respondió con propiedad.

En cualquier caso, el partido estaba donde quería el Madrid. Tenía posibilidad de taparse y consagrar su juego directo, ayudado además por las deficiencias de los defensores del Barca, mal organizados en el aspecto colectivo y vulnerables en el mano a mano. En el otro lado, Hierro volvió a dictar un curso defensivo. Por decisión y calidad, ganó casi todos los duelos a los delanteros del Barça. Incluso lastimado se desempeñó con toda su majestad. Y por una vez, el público atendió al magisterio del central, que se retiró del campo en medio de una ovación colosal.

El proceso de italianización del encuentro -el partido de un equipo que especulaba con su ventaja metido atrás y la mirada puesta en el contragolpe- resultó muy beneficiosa al Madrid. Cada pelotazo a sus delanteros metió en problemas a los defensas del Barca, con los central s lentos y duros de cintura, accesibles a la velocidad de Mijatovic y Suker. Y aunque el Madrid tiró sus contragolpes con avaricia -apenas cuatro en el segundo tiempo-, la amenaza era latente. El gol de Mijatovic confirmó ese paisaje. Un buen gol, por otra parte. Mijatovíc resolvió con frialdad una pared eléctrica con Seedorf. Sin demasiado ruido, el Madrid había conseguido su objetivo. El resultado era producto de una manera muy concreta de entender el juego -una versión muy común en el calcio- y de la contundencia de un equipo que saca un enorme rédito en sus llegadas a gol.

El Barça buscó nuevas respuestas a un partido que se le escapaba. Esta vez fue el juego alto. La posesión de la pelota la tuvo casi asegurada por la disposición del Madrid a permitirlo. Le faltó una buena organización, porque el interés del Madrid por taponar a Guardiola dificultaba la llegada del juego a los delanteros. Popescu fue un futbolista inhábil por delante de Guardiola, que hizo un partido de clase y dignidad. Pero ése es el problema de un entrenador que no interpreta lo evidente. Como mucho, Popescu es un central. En el centro del campo, entorpece el juego y limita gravemente la conexión de Guardiola con los delanteros.

En realidad, los delanteros no se personaron. Ronaldo pasó de puntillas por el segundo tiempo, en un ejercicio que lastima su crédito, y Giovanni se produjo con demasiada indiferencia. Pese a todo, el Barça causó numerosos problemas en el juego alto, donde el Madrid volvió a revelar su debilidad. Cada centro fue una invitación al gol, que pudo llegar en dos ocasiones, dos remates al palo de Nadal y Luis Enrique, que volvió a Chamartín entre la inquina del público y reaccionó de forma valerosa.

Al Barça le faltó la contundencia del Madrid y bastante de su organización. No le faltó generosidad, pero volvió a ofrecerse como un equipo muy poco trabajado en el aspecto táctico, sin una identidad que ampare a unos jugadores magníficos y con una defensa sufriente ante casi todos los equipos. El problema es que ante el Madrid este problema es irrerversible. Cuando se trata de rentabilizar las oportunidades, el Madrid es demoledor. Lo ha sido durante toda la Liga y lo repitió ayer en un partido que estuvo por debajo de las formidables expectativas que se habían creado, pero que consagra las dos premisas que circulaban por el campeonato: el Madrid tiene un plan y lo ejecuta; el Barça es un producto inacabado que juega por debajo de las inmensas posibilidades que tiene la plantilla.

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