Sigue, la polémica entre Jalabert y los suizos

No se levantó con buen cuerpo ayer Laurent Jalabert. Pone cara de poco amigos sentado a la puerta del coche del ONCE mientras se saca de debajo del maillot burdeos de la regularidad y de la camiseta blanca un L'Equipe planchado. Los ciclistas se suelen poner periódicos debajo de la ropa cuando bajan los puertos para protegerse del frío. En Benasque, donde estaba sentado Jalabert antes de la salida, hacía bueno y todavía no habían empezado a pedalear los ciclistas. Levanta la cabeza y a esperar preguntas de un par de periodistas allí congregados. Comienza el diálogo.- Laurent, ¿pu...

No se levantó con buen cuerpo ayer Laurent Jalabert. Pone cara de poco amigos sentado a la puerta del coche del ONCE mientras se saca de debajo del maillot burdeos de la regularidad y de la camiseta blanca un L'Equipe planchado. Los ciclistas se suelen poner periódicos debajo de la ropa cuando bajan los puertos para protegerse del frío. En Benasque, donde estaba sentado Jalabert antes de la salida, hacía bueno y todavía no habían empezado a pedalear los ciclistas. Levanta la cabeza y a esperar preguntas de un par de periodistas allí congregados. Comienza el diálogo.- Laurent, ¿puedes explicar lo que pasó subiendo a Cerler?, no lo entendí, le pregunta uno, ingenuo.

- Si no lo entendiste, es que no entiendes de ciclismo. Aprende de ciclismo y cuando lo entiendas vuelve a preguntar.

Tras el corte, se acaba el diálogo. Jalabert se pone a leer un periódico. Los periodistas, mudos. Comienza el monólogo.

"Éstos sí que entienden", dice a los 30 segundos el ciclista francés. Y señala un titular de un periódico: "Jalabert, un señor". Tras otros cuantos segundos de silencio, se reanuda el diálogo.

- Sí, pero dicen que en Cerler intentaste dejar tirado a Zülle. (El periodista ingenuo vuelve a la carga, en apariencia candidato a víctima de homicidio premeditado. Pero Jalabert entra en el juego).

- Vaya, es la novedad del día. Pero es mentira: si hubiera querido hacerle perder la Vuelta a Zülle habría sabido cómo hacerlo. (Esto empieza a caldearse en forma de monólogo entrecortado; cada frase, una sentencia). "Llevo una semana haciendo mi labor perfectamente. Nos llevamos de puta madre".

- Sí, pero dicen los suizos que lo de Cerler fue muy extraño. (Otra guindilla periodística).

- Ya están los suizos con el cuchillo. Si Dufaux está removiendo el tema es porque nosotros, los de la ONCE, lo hemos hecho muy bien. Si lo hubiéramos hecho mal, les habríamos favorecido y no se quejaría.

- ¿Pero no crees que Rincón se tendría que haber quedado con Zülle, en lugar de atacar?

- Oliverio hizo muy bien. Corriendo él sobrado, ha atacado y ha ganado una etapa merecidamente. Me extraña que algunos no lo entiendan, pero que no se crean: entre nosotros

[los de la ONCE] todo está claro; los demás buscan crear polémicas para desunirnos.

-¿Pero no crees que el ataque de Rincón desencadenó la crisis de Zülle?

- Zülle no tuvo problemas, simplemente respiraba mal. Si hubiera reventado no se habría quedado sólo unos segundos.

(Antes de que se hunda el asunto a las vías normales, la última traca. Faltaba por mencionar a Tony Rominger, el otro suizo de la guerra).

- Laurent (el periodista continúa con el petardo), Rominger se queja de que después de que él tirara del grupo los últimos kilómetros tú sprintaste para la segunda plaza.

La explosión esperada. Jalabert suelta todo lo que le queda acerca de la supuesta guerra franco-suiza.

- ¿Y no se queja de que no le dispute la montaña? ¿eh?. No somos del mismo equipo, no le debo ningún favor y encima no le disputo la montaña. Para mí ya es suficiente.

- Unos segundos para tomar aire y torrente final en perfecto castellano, como siempre: "A mí no se me ha ocurrido nunca pedir nada a nadie. El, que tiene un palmarés de la rehostia, no hace más que pedir favores y quejarse".

Fin de la historia. El pelotón se agrupa bajo la pancarta de salida. Comienza la 18 a etapa. La Vuelta sigue.