VUELTA 96

Zülle no desfallece

El suizo continúa en su tarea de sentenciar la Vuelta venciendo en la Demanda

Ni Zülle desfallece, ni nigún español gana una etapa, ni Rominger parece acercarse al tercer puesto -aunque sí al reinado de la montaña- Todos se pusieron a prueba en la subida a la Cruz de la Demanda, tercera llegada en alto de la Vuelta -la más dura, junto a la de los Lagos-, y todas las respuestas fueron similares: negativas, encefalograma plano. La rutina que se instala en todas las carreras tiene cosas de éstas, muy agradecidas por los economistas: las tendencias se consolidan, se hacen ley. Los pronosticadores siempre, aciertan. Sigue siendo la época del ciclismo que no admite sorpresas,...

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Ni Zülle desfallece, ni nigún español gana una etapa, ni Rominger parece acercarse al tercer puesto -aunque sí al reinado de la montaña- Todos se pusieron a prueba en la subida a la Cruz de la Demanda, tercera llegada en alto de la Vuelta -la más dura, junto a la de los Lagos-, y todas las respuestas fueron similares: negativas, encefalograma plano. La rutina que se instala en todas las carreras tiene cosas de éstas, muy agradecidas por los economistas: las tendencias se consolidan, se hacen ley. Los pronosticadores siempre, aciertan. Sigue siendo la época del ciclismo que no admite sorpresas, y si, éstas se producen son siempre mala noticia. Por si acaso, Zülle sigue remachando el clavo de su liderato. El pacto dentro del ONCE -la gran potencia ha dibujado el mapa de sus pertenencias, trazando las nuevas fronteras de la Vuelta: hasta ahí puedes llegar, más allá, no tienes visado- es una consecuencia tanto de su fortaleza como de la debilidad de sus rivales. Nadie puede quejarse de que el. zorro cace gallinas aprovechando su superioridad y, su impunidad. La historia natural se ha instalado en el ciclismo y dicta sus normas, aun rompiendo cánones no escritos, con el valor de la tradición. La etapa de la Demanda certifico, en este sentido, la muerte de un ciclismo. Y con él, la de unos valores que a veces convertían en secundario el triunfo.

Con la carrera sentenciada, otras cuestiones, más cercanas a la glotonería, dan sentido táctico a las etapas. "Estarnos luchando porque se dice por ahí, que no andamos bien", dijo Santi Blanco, del Banesto, al terminar la etapa. Todo un equipo -toda una temporada pendiente de Induráin, de sus necesidades en carrera y de la táctica que les dictaba como conveniente- se sintió liberado en cierta manera con el abandono del navarro y, a la vez, agobiado por otra responsabilidad: sacar las castañas del fuego, demostrar su valor individual sin escudarse en el trabajo de equipo. En otras palabras, obligado al rearme moral. La etapa de ayer la planteó el Banesto con el libro en la mano. Se trataba de ganar y a 150 metros se quedó de lograrlo. Cogió la responsabilidad con Marino y Ramontxu hasta el comienzo del puerto para forzar el ritmo -el ONCE dimitió ayer de ese cometido- y hacer la primera selección. Cuando sólo quedaron los fuertes, allí estaba Jiménez con los habituales: Zülle, Jalabert Dufaux, Pistore, Rominger, Serrano y Clavero. Si el ONCE hubiera necesitado aumentar su ventaja en la general, el francés y el suizo se habrían ido con facilidad, como hicieron en los Lagos. No ayer. Si Rominger hubiera sentido las piernas para ganar la etapa, también; tampoco ayer. Sólo se movieron los que sintieron la llamada de la aventura en lo más duro. Primero Clavero y Serrano tuvieron fe. No pudieron sacar más de 20 segundos. Entonces llamaron Jalabert y Zülle a su fiel Stephens, el cancerbero, que dio un acelerón brutal y acabó con los dos. A poco más de dos kilómetros, de nuevo Clavero, y a los 100 metros, el momento de Jiménez, que, al contrario de los Lagos, saltó en el momento adecuado. La fuerza con la que iba le habría permitido, ganar cualquier otro día, pero no ayer, día que la gran potencia tenía señalado entre sus pertenencias. Llegó con 15 segundos el escalador abulense a falta de un kilómetro. El triunfo -que sería fantasmagórico a causa de la niebla que envolvía la cumbre riojana- parecía posible: detrás pareció que hubo un parón. No, simple cuestión de espera al momento justo. A 500 metros, otra vez el cancerbero. Stephens puso en bandeja la victoria a Zülle. A 150 metros, Jiménez fue absorbido. Era la parte glotona del pacto. "Lo siento por Jiménez", dijo el suizo, "pero así es el ciclismo. Yo también quedé segundo en la contrarreloj por dos segundos". El ONCE también vive su rearme moral tras el Tour. Y si el enemigo busca su rearme moral, niégaselo. Aunque el ciclismo a la antigua se muera.

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